El Amor Nunca Falla
Por Ms Puddle
Disclaimer: Candy Candy y todos los personajes pertenecen a Kyoko Mizuki, las imágenes a Yumiko Igarashi y el anime a Toei Animation.
Nota: Las conversaciones entre Candy y Albert acerca de Terry y Susana se basan principalmente en las cartas de la Vieja Novela Candy Candy además de la Historia Final de Candy Candy, publicada por Mizuki. Pueden encontrar las traducciones de las cartas originales de Mizuki en varias páginas web de relevancia, tales como CandyTerry y CandyNeige. El resto de este capítulo es de mi imaginación basado en la versión del manga de Candy Candy.
Me gustaría dar las gracias a mis dos lectoras Beta para la corrección de este capítulo. Además, me gustaría dar las gracias a Gosia Kin por sus valiosas sugerencias y comentarios. Así pues, he cambiado el sueño de Candy y el accidente de Albert en aras de la continuidad, y también he modificado partes de su sueño y su reacción ante el accidente de Albert en consecuencia.
Mi más sincero agradecimiento a SweetCandyAndley por invertir su precioso tiempo en la traducción de esta historia al español. Ésta versión no habría existido sin su tremendo esfuerzo. ¡Gracias Amiga!
Ms Puddle.
Capítulo 2: El Accidente
Albert se despertó temprano la mañana siguiente y encontró el departamento intolerablemente silencioso y vacío sin Candy. Después de algunos momentos de silencio, tan solo el ritmo de su respiración llenó la habitación. Incluso su zorrillo que tenía como mascota, parecía triste, como si también extrañara la presencia de Candy. Estaba muy agradecido con los hermanos Cornwell y sus novias por haberle hecho compañía la noche anterior, y sus voces y el sonido de sus risas volvieron a su mente. Después de que ellos dejaron el lugar la noche anterior, Albert se sentía bastante fatigado, por lo que no había tenido ningún problema para conciliar el sueño.
Será mejor que te acostumbres a esto, pues estás plenamente consciente de que Candy podría no regresar después de todo… justo como lo mencionaste anoche.
Por lo tanto, se levantó rápidamente de la litera y se preparó un desayuno sencillo. Después, como aún tenía bastante tiempo antes de irse a trabajar, decidió salir a dar un paseo con Pouppe en los alrededores, para respirar un poco de aire fresco, así, se agachó para recoger al zorrillo y ponerlo sobre su hombro.
Sin embargo, apenas había atravesado la puerta cuando vio a Archie en la distancia. El hermano Cornwell más joven, venía con la cabeza baja, subiendo las escaleras con pasos pesados. No se había dado cuenta de que Albert lo observaba con el ceño fruncido y la sorpresa reflejada en su rostro.
“¡Archie! ¿Qué te ha traído a esta hora de la mañana? ¿Está todo bien?” – preguntó Albert, claramente afectado.
Archie levantó la cabeza, con los ojos húmedos para mirar los ojos azules de Albert. Le tomó varios segundos antes de responder, “Stear se ha ido… sin decir adiós…”
En ese instante, Albert comprendió que Stear de hecho se había despedido la noche anterior, pero ¿a dónde exactamente se había ido Stear? Albert le hizo una indicación a Archie para que entraran en el departamento. “Vamos Archie. Hablemos adentro.”
“Gracias, Albert.” Respondió Archie con aprecio. “No será mucho tiempo, lo prometo. Todavía tengo que ir a casa para ayudar a Annie a consolar a Patty. Ella ha estado llorando desde que encontró la carta de Stear esta mañana.”
Albert dejo que Archie se sentara y le ofreció una bebida caliente. Entonces Archie le explicó que Stear se había ofrecido para unirse a la fuerza aérea en Francia y le mostró a Albert la carta. Stear no se unió porque quisiera volar un avión, sino porque pensaba que era lo correcto. También esperaba que su hermano y sus amigos entendieran su lucha interna.
Mientras Albert permaneció en silencio después de leer la carta, Archie le dijo, “Stear mencionó algo sobre el voluntariado, pero nunca pensé que hablara en serio. La Tía Abuela Elroy estaba tan deprimida…”
La voz de Archie de desvaneció; ya no podía contener las lágrimas y comenzó a llorar mientras hundía la cara entre las manos. En ese momento, Albert posó su pesada mano en el hombro de Archie mientras lo confortaba. “Archie, es bueno sentirse emocional algunas veces. No hay nadie más alrededor, así que no te detengas.” Albert lo consoló en tono comprensivo.
Un rato después, el corazón de Archie parecía menos pesado, así que tomó la palabra: “La última vez que lloré así, fue después del trágico accidente de Anthony. Nosotros tres habíamos sido muy cercanos y crecimos juntos como hermanos, y luego… luego lo perdí… ¿Sabías que tan sólo tenía quince años?”
Albert sólo pudo asentir, y luego Archie continuó en un tono abatido: “Ahora Stear… ¡él es mi hermano! Aunque nunca he apreciado de verdad sus inventos locos… Estoy tan acostumbrado a tenerlo cerca para animar a todo el mundo… ¿qué pasará si lo pierdo a él también?”
Esta era una pregunta que nadie podía responder. Albert había luchado para encontrar las palabras adecuadas durante un momento antes de responder: “Nadie puede predecir lo que sucederá en el futuro. Por supuesto, todos esperamos que Stear regrese con nosotros algún día”. Aunque lo había intentado, Albert no podía ni siquiera convencerse a sí mismo. Se había enterado de que la situación en Europa empeoraba cada día y que había numerosas bajas en ambos bandos.
Asintiendo con la cabeza, Archie se levantó de mala gana. “De todos modos, ya tengo que irme. Lamento mucho no poder cumplir con nuestra promesa. No vendremos esta noche,” terminó con un suspiro de resignación.
“No te preocupes Archie.” Albert también se levantó y encaminó a Archie a la puerta. Con unas cuantas respiraciones profundas, le dijo, “Debemos estar orgullosos de Stear. Él tiene un gran corazón noble, y al parecer no toleraba la idea de vivir una vida normal aquí mientras allá las personas están luchando por su país.” El hombre más alto se detuvo un momento, observando a Archie, continuó: “Además, tienes que ser fuerte para tu familia y para Patty. Sé que no es fácil… estás sufriendo demasiado, pero siempre puedes venir si necesitas ayuda.”
Archie esbozó una sonrisa forzada, y Albert comentó: “Cuídate Archie. Las chicas te necesitan. Por favor salúdalas de mi parte.”
Archie asintió firmemente en señal de estar de acuerdo. Luego alzó la cabeza en alto, antes de abandonar el departamento.
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“Candy, ¿estás bien? ¿Puedes caminar? Tus pasos no son lo suficientemente estables.” Le cuestionó Archie, su voz llena de preocupación. Apenas podía creer que había estado aquí ayer, y ahora, debido a su alta temperatura corporal, Candy estaba temblando mientras se abría paso por las escaleras. Sus rodillas estaban débiles, y Archie la sostenía por el codo.
“Estoy bien”, respondió ella, lanzando una leve sonrisa en su dirección y el pensamiento, voy a ver a Albert pronto. Realmente lo echo de menos y quiero hablar con él. Mi corazón y mi mente están tan pesados, y estoy segura de que me va a consolar y me va a hacer sentir mejor, como siempre lo hace.
Cuando finalmente llegaron a su destino, Archie llamó a la puerta tan fuerte como le era posible. Como era de esperar la puerta se abrió y apareció Albert detrás de ella. Ni qué decir, se sorprendió al ver a la rubia. Pensé que ella había planeado estar fuera durante un par de días más. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que apenas podía mantenerse derecha, incluso con el apoyo de Archie, y sobre todo se veía muy pálida.
“Albert…” Candy le saludó con una sonrisa, su voz casi inaudible, y de repente, se desplomó en sus fuertes brazos. Inmediatamente, él la levantó en brazos y la llevó hasta el dormitorio mientras Archie le explicaba todo lo que le había sucedido. Se había desmayado en el tren en el camino de regreso a Chicago debido a la fiebre alta. La gente había descubierto su identidad y se pusieron en contacto con los Ardlay, por lo que Archie se había apresurado a llevarla de vuelta a la Mansión para su tratamiento. Sin embargo, no mucho después de que Candy había abierto los ojos, la Tía Abuela Elroy había entrado en la habitación y culpó a Candy por cada desgracia que había caído sobre la familia, incluyendo el alistamiento de Stear y algo sobre el Tío William que Archie no acababa de comprender.
Alberto negó con la cabeza en respuesta, recostando a su compañera de cuarto en la litera inferior. Pobre Candy… ella nunca ha sido aceptada como miembro en la familia… y diciendo en voz alta le aseguró, “No te preocupes por Candy ahora. La voy a cuidar bien.”
“Gracias Albert”, le dio Archiemientras se daba la vuelta para retirarse. Por primera vez en su vida, Archie no se sentía celoso al ver a Candy en los brazos de otro hombre, como si fuera tan natural para ella el estar cerca de Albert, quien era cariñoso, confiable y maduro.
Albert lo siguió rápidamente a la puerta y añadió: “Archie, has pasado por mucho últimamente. Debes cuidarte también.”
Los dos hombres intercambiaron una mirada de comprensión, y Archie le devolvió una sonrisa. “Gracias. Cuídate tú también.”
Después de que Archie se había ido, Albert regresó y llenó el lavabo con agua tibia, diciendo: “Candy, creo que has pescado una gripe”. Luego empapó una toalla y la exprimió, asomándose por encima de su hombro. “Esperemos que no sea muy grave…”
Aunque él continuaba hablando, la vio sentada en la cama mientras lo observaba con las lágrimas corriendo por sus mejillas; justo en ese instante, su sexto sentido le dijo que algo definitivamente había salido mal en Nueva York, y su la sonrisa de su rostro se transformó en una expresión de ansiedad. “Candy…” murmuró y corrió a su lado. “¿Qué ocurrió entre tú y Terry?”
Estaba tan sorprendida por su pregunta directa. Albert se ha dado cuenta de inmediato. Por supuesto… ¡Él me conoce tan bien!
Incluso sus amigos no habían sospechado nada. Estando en la mansión había sido capaz de mantener sus emociones bajo control, pero aquí con Albert, ella ya no podía aguantar más. Lo alcanzó con las manos temblorosas, sintiéndose un poco indecisa sobre qué hacer, pero segundos más tarde, ella se lanzó hacia él.
“¡Albert…! ¡Albert!”
Mientras que él no tenía ni idea, ella gritó con el dolor en su voz, “Terry… él y yo… ¡hemos terminado para siempre!”
Al decir esto, su cuerpo se estremeció, y las lágrimas brotaron de sus ojos.
“Candy…” Albert contestó en un murmullo, abrazándola mientras procesaba la asombrosa noticia. Ella enterró la cara en su pecho, sujetándose firmemente a su suéter para reunir más fuerza, y entonces murmuró: “Yo quería verlo, pero ahora, no puedo verlo de nuevo nunca más… ¡nunca…!”
Él exclamó escandalosamente en su mente, ¡Oh Dios…! ¿Cómo ocurrió esto? Ella estaba anhelando reunirse con él después de haber estado separados durante tanto tiempo…
“Nunca esperé que se tratara de un viaje de despedida entre Terry y yo”, la rubia habló con los labios temblorosos. “¿Sabes? Cuando recibí el boleto para la función… para Romeo y Julieta… y el billete de tren de ida a nueva York… ¡Pensé que mi deseo largamente esperado de ver a Terry por fin se me había concedido!”
“Recuerdo que estabas contando los días con los dedos”, respondió Albert con una voz suave, sus manos frotándole suavemente la espalda.
“Sí, Terry y yo teníamos un recuerdo especial… Romeo y Julieta… yo estaba tan sorprendida de que obtuviera el papel de Romeo”, ella dijo, mientras miraba hacia arriba, observándolo a sus ojos azules. Él le dirigió una mirada que indicaba que recordaba por qué había sido tan especial. Bailaste con Terry, vestida como Julieta, y tuviste tu primer beso con él…
Luego ella se cubrió la cara con las manos, las lágrimas calientes fluían a través de sus dedos. A pesar de sentirse completamente impotente, él la atrajo a sus brazos, y ella con gusto se acurrucó contra él, su cuerpo se convulsionaba por los sollozos y su rostro húmedo se presionaba en su suéter. Ella ya se sentía mejor en su cálido abrazo, pero permaneció en silencio durante un largo rato, volviendo a vivir las escenas en su mente de lo que había ocurrido en la azotea de ese hospital en Nueva York. Después de eso, tomó la decisión de no mantener sus sentimientos reprimidos en su interior por más tiempo, por lo que se abrió, “Cuando por fin pude ver a Terry, fue el momento más feliz de mi vida porque no nos habíamos visto durante mucho tiempo. Me di cuenta de que Terry también estaba feliz de verme de nuevo, pero también tenía la sensación de que algo estaba mal.”
Ella levantó la cabeza y miró a Albert, cuyos ojos tiernos la animaban a continuar, y ella así lo hizo, “Me preocupaba un poco el ver que Terry no estaba tan emocionado como yo, e incluso parecía angustiado en ocasiones, pero estaba cegada por la felicidad, así que no presté mucha atención al respecto. La siguiente noche, durante el estreno, escuché a otras personas decir que Terry ya tenía tiempo de estar angustiado por el accidente de Susana. Estaba en negación… ¿Por qué Terry no me dijo nada al respecto?”
Albert se preguntaba sin comprender. ¿Susana, quién es Susana? Candy nunca ha mencionado su nombre antes…
Al notar su mirada aturdida, se dio cuenta de que ella nunca le había hablado de esta actriz de Broadway, por lo que añadió: “Susana iba a interpretar el papel de Julieta. Cuando vinieron a Chicago por primera vez para representar una obra para la caridad hace algunos meses, escuché rumores de que Susana y Terry estaban juntos… y se veían bien como pareja porque ella era tan hermosa… Tenía miedo de que Terry se hubiera olvidado de mí, pero no lo hizo”.
Se detuvo un poco antes de continuar, “Fui a su hotel después de la obra y pedí ver a Terry, pero Susana me despidió, mintiéndome diciendo que él necesitaba descansar. Yo estaba profundamente decepcionada, así que terminé vagando por las calles distraídamente hasta el amanecer. Sin embargo, al día siguiente me enteré de que Terry en realidad había estado esperándome en el hospital. Cómo me hubiera gustado saberlo antes,” Candy suspiró profundamente, pero no dijo más. Albert le frotó la espalda nuevamente. Sí, ya me había dicho antes cómo se perdió la oportunidad de ver a Terry cuando vino a Chicago… pero Candy nunca me había mencionado a Susana… tal vez inconscientemente temía que el rumor fuera cierto, ¿después de todo?
Momentos más tarde, Candy rompió el silencio y dijo: “Debo confesar que la odié cuando me envió de regreso en el hotel en Chicago. En ese momento creí que yo amaba a Terry más que ella”.
Albert la apartó suavemente de él sosteniéndola por los hombros y contemplándola a los ojos. “Candy, nunca pensé que pudieras odiar a alguien… ¿tal vez sólo estabas muy celosa?”, sugirió con una sonrisa tierna.
Ella sacudió la cabeza y la echó hacia atrás en su pecho. Se aferró a él mientras ella continuaba, “Volviendo al estreno, escuché que Susana le había salvado la vida a Terry en un accidente mortal durante un ensayo. Como resultado de ello, había sido gravemente herida en su lugar.”
En este instante, se sintió abrumada por las emociones turbulentas, las palabras estaban atrapadas en su garganta. Un momento más tarde, ella se recompuso y se limpió las lágrimas, continuando con su historia: “Yo estaba dispuesta a enfrentarla en el hospital… los rumores decían que estaba obligando a Terry a casarse con ella. Sorprendentemente no estaba en su habitación… su madre apareció más tarde y después de leer una carta dejada por Susana estaba devastada. Ayudé a buscarla, y la encontré en la azotea, iba a suicidarse por Terry y por mí… Ella era completamente consciente de que mientras estuviera viva, nosotros dos no podríamos ser felices juntos…”
Ella vaciló, y sus lágrimas cayeron sin control nuevamente. Escondió su cara en el pecho de Albert, y él se quedó en silencio dejándola llorar en sus brazos. En poco tiempo, con la voz quebrada, continuó: “Yo era la única allí… cuando ella iba a saltar desde el borde de la azotea… por mucho que me desagradara, ¡no podía dejar que ella hiciera eso! Me apresuré a sostenerla por las piernas… pero algo no estaba bien… ¿dónde estaba su otra pierna?”
En respuesta, él la abrazó más fuerte en sus brazos, y ella murmuró: “Yo estaba totalmente sorprendida… y tristemente me di cuenta de que ella también amaba a Terry desde el fondo de su corazón”.
Con los ojos llenos de lágrimas, Candy miró a Albert de nuevo, y él la observó con la mirada de soy-todo-oídos, por lo que ella continuó hablando, “Poco después, Terry apareció… llevó a Susana de regreso a su habitación en el hospital… En el fondo, yo sabía que él ya había elegido a Susana en mi lugar…”
Candy respiró hondo y se aclaró la garganta. “Sí, de hecho él había estado luchando, pero… ¡pero no tenía otra opción!”, la chica afligida terminó con un gemido.
Los ojos de Albert estaban húmedos. Podía sentir su dolor, y apretó su abrazo alrededor del cuerpo tembloroso. Su suéter ya estaba mojado, pero no le importaba. Pasó por tanto los últimos días. Ella se fue de Chicago con tanta esperanza y regresó con el corazón roto.
Entonces él la escuchó, “No podía ver sufrir a Terry… Por encima de todo, pensé que no seríamos capaces de permanecer juntos y felices… mientras que Susana se quedaba sola en las profundidades de la desesperación, así que yo… me fui… yo renuncié a él… y él no… objetó”.
Su cuerpo no había dejado de temblar, y Albert decidió ponerla en la cama. Sin embargo, en lugar de estar acostada, ella pronunció con lágrimas: “Si Susana hubiera sido más egoísta… probablemente yo habría podido… pero no fue así en lo absoluto. Ella prefería morir por Terry. Ella sabía que él me amaba a mí… y aun así… me agradeció, ¡y ella no dijo que no lo quisiera!”
Albert no podía encontrar las palabras adecuadas para responder. Después de una larga pausa, miró con simpatía a Candy, y en un tono tranquilo, concluyó: “Candy, si yo fuera tú, habría hecho lo mismo”.
A través de sus lágrimas lo miraba sin pronunciar palabra. ¡Sabía que me entenderías, Albert!
Y continuó: “Creo que Terry te ama, pero no puede dejar así a Susana”.
Al escuchar eso, Candy sacudió violentamente la cabeza y se dejó caer sobre la almohada, gritando con todas las fuerzas de sus pulmones. Albert se quedó de pie junto a la cama. Candy, llora todo lo que quieras… y luego olvida todo sobre él…
Candy no lloró todo lo que él había previsto. Ella se sintió aliviada después de vaciar su corazón, sabiendo que Albert percibió la agonía de su decisión. Sin embargo, ella estaba exhausta emocional y físicamente, y apenas podía mantener abiertos los ojos rojos e hinchados. Albert se arrodilló junto a la cama y la arropó con ternura.
“Candy, estás cansada. Por favor, duerme un poco”, la tranquilizó Albert, como si estuviera hablando con una niña angustiada. No se levantó después de eso, siguió observándola atentamente.
Ella lo miró directamente a esos ojos azules impactantes, y sólo entonces se dio cuenta de que hoy había algo diferente en él, que le daba un aspecto particularmente atractivo. Al principio, ella pensó que probablemente era la ternura hacia ella, y de hecho encontró consuelo en su presencia y en sus acciones. Pero pronto comentó con una sonrisa: “Albert, ¿te hiciste un corte de cabello?”
Esto lo tomó totalmente por sorpresa. Al instante se levantó, ruborizado y frotándose la nuca. “¡Oh, esto! Mi cabello estaba demasiado largo, así que decidí cortarlo”.
Ella se burló de él: “Creo que hasta una banda en el cabello se vería bien en ti, Albert”.
Albert no podía creer lo que escuchaba, no esperaba que ella bromeara en este momento, pero se las ingenió para responder: “¡Eso sí que sería muy gracioso! Voy a salir a comprar algunos comestibles. Por favor, trata de descansar un poco. Prométeme que serás una buena chica, ¿de acuerdo?”
Candy asintió y le sonrió antes de que se diera la media vuelta para salir de la habitación. Sí, todavía sentía que tenía el corazón roto, y su tristeza estaba tan profunda en su interior, pero no podía negar que una carga pesada se había levantado de sus hombros después de hablar con él. Me gusta estar cerca de Albert. Ahora puedo sentirme en casa.
Ese fue su último pensamiento antes de quedarse profundamente dormida.
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En el trayecto a la tienda de abarrotes, Albert se encontraba sumido en sus pensamientos. Pobre Candy y Terry… ustedes dos han estado enamorados y suspirando uno por el otro… ¿por qué tuvo que suceder esto? Y ¿quién puede culpar a Susana? ¿Cómo culparla por el sacrificio que hizo? ¿Por amar demasiado a Terry?
Cuando Albert estaba recogiendo los productos favoritos de Candy de los estantes, la imagen de su rostro pecoso apareció en su mente. Si viera a Candy en peligro, la protegería sin pensarlo dos veces. Por otro lado, no creo que quisiera una relación basada solamente en la gratitud… debió haber sido una decisión muy difícil para Terry…
La cesta de la compra se fue llenando, y ya estaba listo para regresar a casa. Candy, espero que estés tomándote un merecido descanso. Hoy te prepararé una sopa deliciosa. Estás enferma, y a estas alturas seguramente ya tendrás hambre. Me gusta tu sonrisa, y yo daría cualquier cosa por verte sonreír de nuevo.
Tomó las bolsas del supermercado y salió a la calle, con la mente inmersa en su monólogo interno. Se olvidó de tener cuidado al cruzar la calle, sin darse cuenta del vehículo que se acercaba rápidamente; cuando escuchó el chillido estridente, ya era demasiado tarde para reaccionar. Antes de darse cuenta, ya había sido golpeado y quedó inconsciente.
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Candy estaba nuevamente en la cacería del zorro, y cabalgaba felizmente junto a Anthony. Estaban disfrutando de un tiempo maravilloso con los demás, cuando apareció un zorro, Anthony se comprometió a capturarlo para ella. Después, sucedió la tragedia. Lo vio volando sobre su caballo y cayó, con la cabeza hacia abajo… luego, su cuerpo golpeó el suelo. Pero ella apenas escuchó, los relinchos de los caballos ahogaron los otros ruidos… Desmontó rápidamente y corrió hacia él. Su cuerpo estaba inmóvil, tumbado boca abajo, y vio sangre en la hierba cerca de la cabeza. “¡No…!” ella gritó con todas sus fuerzas, y sin pensarlo dos veces, volteó su cuerpo. Para su horror, no era Anthony. El rostro que estaba observando en ese momento también era conocido, tan familiar y tan, tan querido… “¡Albert, no…!” gimió, rompiendo en llanto.
Era el calor de sus propias lágrimas lo que la despertó. Sintió que un sudor frío le recorría la columna vertebral, se dio cuenta de que era un mal sueño, y al instante exhaló con un inmenso alivio. Sin embargo, estando aun aturdida por el sueño, escuchó fuertes golpes en la puerta. ¡Oh, no, esto no es una buena señal…! Entonces escuchó a alguien gritar del otro lado de la puerta, “¡Candy, Candy! ¡Abre la puerta! ¡Algo terrible le ha pasado a tu hermano!”
“¿Mi hermano…?”
Ella estaba desconcertada; ella no tenía hermanos. Pero segundos más tarde, se quedó sin aliento, “¡Mi hermano!” ¡Es Albert! Dijo que iría de compras… ¡Oh, Dios!
Candy corrió a la puerta. ¡Señor, por favor, no dejes que nada horrible le pase a Albert…!
En el pasillo, se encontraba su casera, con aprehensión en todo su rostro viejo y arrugado. “¡Un coche atropelló a tu hermano, Candy!” le informó.
Candy sintió que su corazón dejaba de latir por un instante, empezó a temblar involuntariamente. La casera continuó describiendo el accidente, “El conductor se dio a la fuga. ¡Alguien ya lo ha llevado a una clínica cercana, creo que se llama Clínica Feliz!”
Candy preguntó apresuradamente, con la voz temblorosa, “¿cómo está?”
“No tengo ni idea, ¡será mejor que te vayas cuanto antes!” la instó la casera.
Después de conseguir las indicaciones, Candy no perdió el tiempo y corrió hacia la Clínica Feliz con Pouppe trotando a sus pies. Albert fue atropellado por un coche… ¿Por qué… por qué…? La despedida con Terry… Stear se ha ido… ¡y ahora Albert! Señor, ¿por qué me pasa todo esto?
Cuando finalmente llegó a la clínica humilde, sino en mal estado, se dio cuenta de que había dejado su abrigo en casa. No tengo tiempo que perder. Debo ver a Albert ahora mismo…
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La rubia entró por la puerta de la clínica, y el hombre de cabello y bigote blanco que estaba en el interior la escuchó gritar, “¡Albert! ¿Cómo está Albert…?”
¡Dios mío! ¡Esta chica todavía está en pijama!
“¿Es Albert tu hermano? Él está recostado allá”, señaló hacia la cama y se dio la media vuelta para continuar con su almuerzo.
“¡Albert, Albert! ¡Abre los ojos! ¿Qué te ha pasado, Albert?”
Al escucharla gritar histéricamente, el anciano volteó la cabeza en muy poco tiempo; se horrorizó al ver que ella agitaba al paciente, y se apresuró a detenerla diciéndole: “¡No lo sacuda de esa manera!”
A continuación, la chica se sentó en una silla junto a la cama. Creyendo que era el doctor, le preguntó con ansiedad: “¿Cuál es su condición? ¿Por qué no despierta?”
“Primero deberías calmarte”, el hombre no contestó sus preguntas. “¿Qué tal un poco de café? Aunque no está caliente”, le ofreció una taza, pero ella le frunció el ceño, desconcertada y dubitativa.
Así que el hombre no le hizo caso y volvió a sentarse a la mesa. Después de aclararse la garganta, se dispuso a aclararle sus preocupaciones: “Tu hermano es un hombre fuerte. Tiene algunos rasguños aquí y allá pero no parece estar gravemente herido”.
“¡Está inconsciente!”, le contestó, empezando a enojarse. “¿Qué quiere decir con ‘parece’? ¿No es usted doctor?”
“No puedo decir nada más por el momento”, pronunció el hombre con indiferencia, tomando un sorbo de su café.
“¡Pero qué charlatán!” lo acusó sin reserva alguna, al parecer exasperada por su actitud tan relajada. Sus palabras duras hicieron que el hombre derramara el café en su propia cara. Le era difícil creer que la rubia fuera tan grosera.
Mientras tanto, sin esperar a que se defendiera, lo desafió en un tono aún más crítico: ¿Usted se dice ser médico cuando ni siquiera puede diagnosticar?”
Sin embargo, el médico no se ofendió. Por el contrario, se rió. “¿Me está reprendiendo? Señorita en Bata”.
La rubia se ruborizó ligeramente, pero pronto salió con una excusa válida, “¡Incluso una bata es mejor que nada! ¡Estaba enferma en cama cuando me enteré de que un coche atropelló a Albert!”
El médico instintivamente puso la mano en la frente de la chica y estuvo de acuerdo, “Eso está muy mal… parece que tienes fiebre…”
Ella retiró su mano. “No se preocupe por mí. Por favor ocúpese de su paciente. ¡Albert es más importante!”
El doctor parecía no inmutarse con el comportamiento de ella, y le explicó amablemente, “Como te dije, no puedo decir nada hasta que recupere la consciencia. Recibió un golpe en la cabeza, ¿sabes?”
Al enterarse de esto, una mirada de consternación cruzó sus pálidas facciones. Murmuró: “Su cabeza… él ya perdió sus recuerdos, y ahora se golpeó en la cabeza…”
“Bueno, entonces es una suerte”, el hombre respondió con una gran sonrisa en su rostro. “Los recuerdos pueden regresar por eso… ¿quién sabe?”
Al recordar su mal sueño, la rubia estaba angustiada, sin saber cómo la lesión afectaría a Albert, pero al mismo tiempo le complacía escuchar que el impacto podría curar su amnesia. Por lo tanto, con sentimientos encontrados, poco a poco trajo a su atención de nuevo en el paciente, preguntándose si iba a recuperar partes de sus últimos recuerdos. Justo en ese momento, el médico continuó con su diagnóstico, “Por otro lado, su hermano también podría perder totalmente la cabeza si se ha golpeado en un mal lugar…”
Debido a que él parecía tan casual, ella perdió sus modales nuevamente y exclamó entre sus apretados dientes, “¿Quién lo trajo a un charlatán como…? ¿Quién lo golpeó?”
Ya cálmate jovencita. Se dio a la fuga. Tu hermano va a estar bien”, la consoló el médico. “Todavía tienes fiebre. Ten, toma esta medicina”.
“¡No, gracias!” lo rechazó duramente.
“En ese caso”, dijo encogiéndose de hombros, “simplemente siéntate y espera mientras trato de resolver este rompecabezas de alambre”.
Inquieta sin saber, se sentó al lado de la cama. Sin embargo, vigilaba de cerca al paciente. Esto es terrible… Albert… despierta… por favor.
Después de un incómodo silencio en la clínica, el médico comentó: “Veo que realmente te preocupas por tu hermano mayor, ¿dónde están sus padres?”
Ella dudó un poco antes de responderle: “Somos huérfanos”.
“¡Oh! Siento mucho escuchar eso, así que no hay otros hermanos, además de ti y tu hermano, supongo”.
“No”, respondió ella, negando con la cabeza. “Sólo tengo a Albert en el mundo”.
“¿Y qué edad tiene ahora?” preguntó el médico, mientras continuaba trabajando en el rompecabezas.
Su pregunta la dejó con la boca abierta; ella no tenía idea. El médico la miró con incredulidad. ¡Esta joven ni siquiera sabe qué edad tiene su hermano!
Sin embargo, dijo: “No tienes qué decírmelo si no quieres, te lo pregunto porque quería decirte que con el tiempo te dejará”.
¿Qué se supone que significa eso? Ella arqueó las cejas y le preguntó: “¿Y la razón es…?”
“Bueno, por si no lo sabes, tarde o temprano encontrará una mujer con la que quiera casarse algún día. Si tienes suerte, ella te tratará como si fueras su propia hermana pequeña. Lo mismo se aplica para ti también, que algún día encuentres…”
Conforme el médico continuaba divagando, no quería escucharlo más. Ella se cubrió los oídos con las manos y suplicó: “Doctor, ¿podría darme un poco de paz por favor?”
Sintiendo que no le gustaba la idea de que su hermano la dejara, supo que era prudente callar ahora. Así, sin ningún otro comentario reanudó su intento de resolver el rompecabezas. Justo en ese momento, el paciente se incorporó en la cama, aparentemente desorientado y mareado. De manera perpleja, observó primero al médico y enseguida a la rubia, y unos segundos más tarde pronunció: “Candy”.
Habló como si de pronto la hubiese reconocido. Luego intentó levantarse. “¡No te muevas!” le ordenó el médico. “Por favor, no te muevas, ¡debes descansar!”
“¿Estamos en Italia?” preguntó Albert, todavía aturdido por sus sueños.
“Albert, ¡estamos en Chicago!” respondió Candy con una sonrisa tranquilizadora. El médico no la había sonreír desde que había entrado en la clínica. Ella es encantadora cuando sonríe, y es muy amable con su hermano.
“Chicago…” Albert murmuró para sí mismo. Los pensamientos rebotaban hacia atrás y hacia adelante en su mente por un tiempo hasta que llegó de vuelta al presente y recordó. “Candy, ¡tienes fiebre!”
“Bueno, incluso si tuviera, seguramente ya la disipó con su vigor”, el médico respondió con una broma. Como ella desvió la mirada hacia el suelo, el médico le dijo al paciente: “Deja que te examine por el bien de esta señorita”.
Cuando el médico empezó a hacerle un montón de preguntas a Albert, Candy se dio cuenta de que este médico lo había tratado mucho mejor que cualquiera de los que trabajaban en el hospital. En este punto, ella se empezó a sentir mal por haber sido mal educada con el médico anteriormente. Entonces escuchó, “Tus recuerdos volverán gradualmente”.
“¿Es verdad eso?”, ella no pudo contener su emoción.
“Sí, ¡puedes contar con la palabra de un ‘curandero’!”
Entonces el médico echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada, ella se disculpó sinceramente y se presentó. Ella era enfermera y trabajaba en un hospital.
“Mi nombre es Martin. Así que eres enfermera, ¿eh? Entonces deberías saber que no debes agitar a un paciente, especialmente cuando está ¿inconsciente o herido?”
Su comentario burlón era completamente válido, y ella sintió que su rostro se calentaba. Sin embargo, confesó: “Sí, lo sé. Estaba completamente fuera de mí. Estaba demasiado asustada…” Entonces observó fugazmente a Albert, quien había notado que ella aún estaba vestida con su pijama.
Más tarde cuando ya se retiraban, el Dr. Martin les advirtió que debían tomarlo con calma por el resto del día. Luego le dio instrucciones a Albert para que regresara en un par de días para un examen posterior y seguimiento. Le dieron las gracias al buen médico y cerraron la puerta detrás de ellos.
“Candy, debes tener frío, vamos, ¡ponte mi suéter!” Albert le sugirió mientras se lo quitaba.
Pero Candy lo detuvo. “No te preocupes. Quédatelo. Verás, yo ya estoy enferma, ¡por lo que tú no puedes enfermarte, recuerda que le prometiste a Archie que cuidarías bien de mí!” bromeó con una sonrisa pícara que se extendía por su rostro.
Albert estaba sin duda alguna estupefacto. ¿Qué le ha pasado a Candy? Parece que es una persona diferente en comparación a la chica de esta mañana.
Aun así, él le ofreció su bufanda, que ella aceptó con alegría. “Esta bufanda servirá por ahora… es grandioso saber que tu memoria podría volver pronto. Podrás recordar el momento en que nos conocimos…” Ella continuó alegremente.
“Candy, creo que el Dr. Martin tenía razón”, reconoció. “Mientras estaba inconsciente en la clínica, yo recordé algo sobre el accidente de tren en Italia”. Entonces empezó a describir los destellos de sus recuerdos.
“¡Ah, era por eso que le preguntaste si estábamos en Italia!” le dijo Candy, sintiéndose esperanzada. Por otra parte, él no estaba tan emocionado como creyó que iba a estar. ¿Quién soy? ¿Qué he hecho? La miró al rostro alegre, pensando, una vez que me recupere, ¿me será posible continuar viviendo con ella?
“Albert, ¿sabes lo feliz que estaba cuando dijiste mi nombre al recobrar la consciencia?” le preguntó con voz enérgica, los ojos brillando de alegría.
Le sonrió de vuelta, pero se respondió a sí mismo su propia pregunta. Al final del día, nuestro acuerdo es vivir juntos como hermano y hermana hasta que recupere la memoria…
Entonces, su declaración lo sacó de sus pensamientos: “Estaba preocupada de que hubieras recibido el golpe en el lugar equivocado, que tu amnesia empeorara, y que posiblemente te olvidaras nuevamente de mí”. Todavía recordaba lo sorprendida que estaba cuando él se había olvidado por completo de su identidad después de su accidente en Italia.
Visiblemente eufórica, Candy continuó su relato acerca de su pasado, ajena a su cambio de estado de ánimo. Albert se sentía molesto por el hecho de recuperar la memoria, lo que no le parecía correcto. ¿Acaso no es lo que había deseado desde ni accidente?
En ese momento, ella sugirió que cocinaran algo especial para celebrar su pronta recuperación por adelantado. Como no quería perturbarla, le sonrió como de costumbre para esconderle a ella sus verdaderos sentimientos. En poco tiempo, llegaron a la tienda de abarrotes cerca de su casa, y Albert checó su cartera y con pesar le dijo a Candy que tal vez no tuvieran suficiente dinero para celebrar después de todo.
“Había comprado una gran cantidad de tus alimentos favoritos. Sólo quería hacerte feliz. Lamento mucho que haya sido en vano”, explicó Albert, sintiéndose culpable por no haberse fijado bien antes de cruzar la calle.
Sin embargo, Candy se sintió conmovida por sus palabras, y levantó la mano diciendo: “No te sientas mal por favor. Vamos a ver qué podemos pagar”.
Albert aceptó asintiendo, pero antes de que se dirigieran a la tienda, una guapa castaña, que parecía un poco mayor que Candy, salió corriendo a su encuentro.
“Albert, ¡ya regresaste!” la joven dijo alegremente. “¿Qué te dijo el Dr. Martin?” le preguntó, con los ojos llenos de adoración.
¿Quién es esta señorita? Candy no la había visto antes. Además, actúa como si conociera a Albert…
Albert le respondió, con una sonrisa cortés en sus labios: “Gracias, Anna. Era sólo una lesión leve. Regresaré a la clínica luego para el seguimiento”.
Una vez dicho esto, presentó a ambas chicas. “Candy, ella es Anna. El Sr. Gibson, el propietario de esta tienda es su padre. Anna, ella es Candy…”
Antes de que pudiera terminar de hablar, Anna estrechó calurosamente la mano de Candy y le dijo: “¡Debes ser la hermana pequeña de Albert! Él habla mucho de ti, y ¡es un placer para mí conocerte finalmente! ¿Sabías que fui yo quien informó a tu casera acerca del accidente? Mi padre llevó a Albert a la Clínica Feliz después del accidente”.
Candy le regresó una sonrisa cordial y le dio las gracias genuinamente. “Anna, es un placer conocerte también. Dale las gracias a tu padre, el Sr. Gibson, de nuestra parte. Entonces, ¿cómo conociste a Al… a mi hermano?
El rostro de la castaña se sonrojó en cuestión de segundos, y sin embargo, miró con admiración al rubio. Justo en ese momento, se escuchó la fuerte voz de un hombre, “¡Oye muchacho guapo!” Un hombre de apariencia robusta apareció desde el interior de la tienda. Con una sonrisa cordial, palmeando la espalda del joven rubio comentó: “Entonces, ¿ya estás mejor? ¡Veo que tienes un vendaje en la cabeza!”
Albert le agradeció inmediatamente a aquel hombre corpulento por su amabilidad y le explicó su situación una vez más. Entonces el hombre se dio cuenta de que Candy estaba parada detrás de Albert, y le dijo: “Mmh… no había visto a esta linda jovencita anteriormente, así que…”
“¡Hola! Usted debe ser el Sr. Gibson. Mi nombre es Candy”, se presentó ella misma, ofreciéndole una sonrisa en agradecimiento. “muchas gracias por llevar a… Al… a mi hermano a la clínica”.
“¡Era lo menos que podía hacer, jovencita! A todos nos agrada tu hermano. No sólo es un cliente leal, ¡sino que mi querida Anna lo adora!”
Cuando el dueño de la tienda se rió en voz alta, su hija protestó enérgicamente, con el rostro aún más rojo: “Padre, ¡por favor!”
El Sr. Gibson le guiño un ojo a Candy e hizo todo lo posible por bajar el tono de su voz, “Si no estuviéramos cortos de personal el día de hoy, Anna se hubiera quedado en la clínica con tu hermano”. Sin embargo, su voz era más potente de lo que creía, y los compradores a su alrededor lo habían escuchado por casualidad.
“Padre, ¿cómo pudiste?” Anna se quejó completamente avergonzada, pero por alguna razón, eso la hacía verse aún más encantadora. Entonces notó que Albert también estaba muy apenado, y evitaba el mirarla a los ojos. Sintiéndose avergonzada, ella se escabulló en la tienda de nuevo, lo que hizo que su padre riera con más ganas.
Por su parte, Albert estaba considerando escabullirse, pero el dueño de la tienda, acariciándose la barbilla animadamente le dijo: “Albert, verás, sabemos que perdiste tus alimentos debido al accidente”.
Entonces el hombre se agachó, tomó un abolsa y se la pasó al joven, diciendo: “Esto debe ser suficiente para la cena de esta noche. Mi querida Anna lo ha escogido para ti y tu hermana. Lamentamos mucho que el accidente ocurriera frente a nuestra tienda”.
Albert negó firmemente con la cabeza, tratando de rechazar su amabilidad, pero el dueño insistió. Algunos de los compradores curiosos empezaron a reunirse a su alrededor, murmurando entre ellos. La situación se estaba volviendo insoportablemente vergonzosa, y lo que Albert quería era tener un momento de privacidad junto a Candy en casa. Sin embargo, cuando se giró para buscarla, ¡ella no estaba por ningún lado!
De hecho, Candy había salido silenciosamente, en cuanto había visto a Anna correr de regreso a la tienda. Al parecer, esta castaña atractiva admiraba a Albert, y eso la había molestado de alguna manera. No voy a culpar a Anna, aunque, ¿a quién no le agradaría Albert? Además de su apariencia, su naturaleza amigable y su buen trato realmente atraen a las personas hacia él…
Lo que le interesaba saber, era si a él le agradaba Anna también. Sin duda alguna, un hombre joven y guapo como Albert, naturalmente tendría admiradoras secretas. El Dr. Martin tenía razón. Tarde o temprano, si recuperara su memoria o no, Albert se casaría con una mujer a la que amara. Por un lado, sabía que debía sentirse feliz de que él fuera capaz de encontrar el amor, pero por otro lado, no podía dejar de sentir melancolía. En ese momento, Candy giró su cabeza e inmediatamente vio a Albert por encima de su hombro, rodeado por los compradores de la tienda. Su altura y encanto hacían que sobresaliera entre la multitud.
Por el momento, Albert ya no deseaba permanecer ahí, y sospechaba que Candy ya se había ido a casa, así que de mala gana aceptó los generosos obsequios del dueño de la tienda y se disculpó. Cuando regresó a casa, el departamento estaba en penumbras, pero la puerta del dormitorio estaba entreabierta. Se acercó a la habitación sin hacer ruido, en caso de que Candy estuviera dormida, pero tan pronto se acercó la escuchó murmurar: “Albert, has vuelto”.
Ella estaba recostada en la cama, mirando hacia la pared. Albert encendió las luces y suspiró de pie junto a la cama. “Candy, casi parece que estás malhumorada.”
Ella se dio la vuelta mirándolo en silencio, y un momento después, le dijo: “Lamento mucho mis cambios de humor hoy, Albert. Tenía frío y me sentía fatigada”.
“Sí, por supuesto”, dijo Albert comprensivamente. “De hecho, has tenido un largo día”. Entonces ella sintió su mano grande y cálida en la frente. “Todavía tienes algo de fiebre. El Dr. Martin me ha dado amablemente tu medicina. ¿Te gustaría tomarla?”
Cuando ella respondió con una sonrisa, levantándose de la cama, él le acarició suavemente la punta de la nariz, con una sonrisa dibujada en los labios. Luego lo siguió mientras se encaminaba a la cocina para buscar un vaso de cristal en la alacena. Cuando terminó de servir el agua en el vaso, ella inesperadamente se abrazó a él por su firme cintura desde atrás, haciéndolo brincar. Él se congeló en el acto, percibiendo la cabeza de ella en su espalda. Candy, ¿qué significa esto?
Había permanecido inmóvil durante un buen rato antes de preguntar con perplejidad: “¿Estás bien?”
La pequeña rubia finalmente habló detrás de él, “¿Te asusté? Lo siento… yo… yo sólo quiero abrazarte”.
Entonces, él se aflojó de su agarre. Cuando se dio la vuelta, se topó con una chica malhumorada. “Candy, veo que estás cansada, así que será mejor que te tomes el medicamento y descanses”.
Candy se lo tomó gratamente obligada. Después de eso, dejó escapar un suspiro, haciendo un mohín. “Tuve un sueño horrible hoy”.
Así que él le preguntó suavemente, con una sonrisa en su rostro, “¿Sí? ¿Se trataba de Terry?”
“No, se trató de ti”, respondió ella con tristeza. Él se sorprendió, pero decidió esperar a que ella le diera más detalles.
“Soñé nuevamente con la cacería del zorro, sólo que en esta ocasión eras tú quien se caía del caballo, y luego me enteré de tu accidente”, le describía mientras miraba hacia sus propios pies.
El relato de su sueño lo conmovió muchísimo. Tiernamente colocó sus manos en los hombros de ella y le preguntó: “¿por eso saliste tan aprisa hacia a clínica?”
“Sí… olvidé cambiarme”, murmuró con una sonrisa tonta. “Cuando te vi recostado en la cama como si estuvieras sin vida, me entró el pánico y casi me vuelvo loca”.
Sus lágrimas brotaron de los ojos, y él se sintió conmovido por el interés genuino que ella sentía por él. Tuvo que contenerse para no abrazarla, y que sus acciones traicionaran sus sentimientos. En cambio, de mala gana retiró sus manos de los hombros de la chica, y ella le imploró: “No te vayas”.
Sin esperarlo, ella se acurrucó contra él, enterrando su cara en su pecho, por lo que él la envolvió lentamente entre sus brazos. Ninguno dijo nada durante un momento.
Candy, no puedo seguir abrazándote así y pretender que sólo soy tu hermano…
Tan sólo escuchar el latido de tu corazón e inhalar tu esencia me consuela…
Un momento después, ella gimió, “Albert, estoy tan contenta de que sigas con vida. Acabo de perder a Terry, y ¡no podría soportar la idea de perderte a ti también!”
Por alguna razón, lo que ella acababa de decir hizo que él sintiera una cubeta de agua fría en el rostro. Por mucho que quisiera alejarla de las penas, lo último que deseaba era convertirse en el sustituto de alguien. Entonces sonó su voz apagada, “Siempre has estado a mi lado cuando más te he necesitado, así como hoy, cuando regresé envuelta en la desesperación”.
Él la sostuvo más cerca. Se dio cuenta de que un vínculo especial se había desarrollado entre ellos al pasar de los últimos años, especialmente en los últimos meses en que habían estado viviendo juntos bajo el mismo techo. Sin embargo, ella no estaba consciente de que los sentimientos de él habían cambiado gradualmente, y que anhelaba más.
Entonces el estómago de ella gruñó, y finalmente ambos se separaron. Albert admitió que él también tenía hambre. “Ya es muy tarde, será mejor que prepare la cena, estará lista muy pronto”.
Él le hizo una seña para que ella se sentara a la mesa del comedor, diciéndole que haría algo sencillo para esa noche, y le mostró los alimentos que les habían regalado. Ella se sorprendió, pero no hizo ningún comentario.
Debido a que ambos estaban hambrientos, terminaron su cena. Conforme limpiaban, continuaron con su charla en el fregadero de la cocina.
“Gracias, Albert. La cena fue maravillosa. Definitivamente eres talentoso”.
“De nada. Halando de eso, te tengo una gran noticia. El Chef principal vio que tenía potencial, y me han ascendido a aprendiz de cocinero, lo que significa que puedo trabajar en la cocina y aprender al mismo tiempo. El salario es mucho mejor también”.
“¡Eso es maravilloso!” comentó Candy con alegría, de frente a Albert. “¿Eso significa que entonces voy a probar más platillos suculentos?”
“¡Espero que sí! La hora del almuerzo es la más concurrida, así que apliqué para trabajar en el turno de día. Quiero volver a casa y cenar contigo. Veamos cómo nos va”, le dijo Albert, con los ojos radiantes.
Candy estaba realmente feliz por él; no había duda de que se estaba ajustando a su nueva vida. Luego, recordó repentinamente algo que quería preguntarle antes.
“¿Cuántos años tienes, Albert?”
“Sabes que no tengo ni idea”.
“¿Puedes adivinar?”
“¿Puedo preguntarte por qué?” Honestamente pensó que su pregunta era algo extraña.
“El Dr. Martin me lo preguntó mientras estabas inconsciente. Como tu hermana pequeña, debo saberlo, ¿no?”
“Mmh…” pensó en darle una respuesta al azar, pero cambió de opinión. “¿Tú qué piensas? ¿Tienes alguna sugerencia para mi edad?”
“Recuerdo que me dijiste que estabas en tus veintes cuando nos encontramos en Londres. Creo que yo tendría entre 14 y 15 años en ese entonces”.
“¿Y cuántos años tienes ahora, Candy?”
“Pronto cumpliré 17”.
“Así que te parece que me veo como de 30?”
“¡Por supuesto que no! Todavía te vez muy joven, así que diría que… ¡tienes 24!”
“Hecho. 24 entonces”. Luego se rieron de esta tontería. En realidad, no le importaba mucho, y básicamente, aceptaría cualquier cosa que ella dijera.
Después de limpiar, tomaron un té mientras disfrutaban de la mutua compañía. Después de todo, había sido un largo día para los dos.
“¿Albert?” Candy rompió el silencio amablemente, mirándolo a los ojos, tan azules como el cielo de la mañana.
“¿Sí, Candy?” Él le contestó, con una tierna sonrisa adornando sus labios.
“¿Crees que Anna es bonita?” preguntó de la nada.
Después de pensarlo, él eligió sus palabras con cautela, tratando de sonar tan indiferente como podía: “Yo diría que ella está por encima del promedio”. Esta ocasión, se abstuvo de preguntar por qué.
“Habiendo dicho esto, ¿te gusta?” presionó al hombre guapo que estaba a su lado.
Él se sentía incómodo; ella estaba actuando muy extraño esta noche, por lo que un momento más tarde comentó: “Candy, creo que es hora de que te vayas a la cama”.
“¿Y por qué esquivar mi pregunta? Entonces, ¿sí te gusta?” Insistió ella, una de sus cejas levantada con escepticismo.
Él dejó salir un suspiro, su ceño fruncido fue remplazado por una expresión divertida. Encogiéndose de hombros de manera casual, le comentó: “Anna sólo es una amiga. La trato igual que a tus mejores amigas, Annie y Patty”.
Candy no estaba muy satisfecha con su respuesta, por lo que lo presionó aún más, escrutando su expresión: “Entonces, ¿qué hay de mí?”
Él se echó a reír. Tras una breve pausa, respondió: “Por supuesto que eres diferente a ellas”.
Ahora estaba aún más intrigada, por lo que pidió: “¿Y…?”
En lugar de responderle, él la miró con tanta calidez y ternura, preguntándose si debía tomar esta oportunidad de hablar, pero su consciencia pensaba de otra manera. ¡Ella acaba de terminar con Terry! ¡Este es probablemente el peor momento para hacerle saber acerca de mis sentimientos!
Por otro lado, su mirada firme la dejó completamente perpleja, y tuvo que apartar su mirada, pretendiendo tomar su taza de té. ¿Qué me está pasando? Simplemente no pude mirarlo directamente a los ojos…
Sin embargo, él habló más rápido de lo que podía razonar, preguntándole con una sonrisa seca, “¿Crees que voy a dejar que cualquier chica me abrace como tú lo haces?”
Su rostro se sonrojó profundamente ante el tono burlón, sus mejillas y orejas ardían. Sí, es verdad. Albert ha sido tan amable conmigo todos estos años. Cómo él dijo, nos hemos abrazado mutuamente varias veces, y lo he sentado por hecho…
Tan pronto cómo se escuchó a sí mismo hacer esa pregunta, se arrepintió considerablemente. Se culpó por actuar impulsivamente, sintiendo que todos sus esfuerzos anteriores de disfrazar sus sentimientos se habían perdido. Tenía que pensar en cómo remediarlo de inmediato, luchando por encontrar las palabras adecuadas para aclararse a sí mismo.
Como Candy se tomó su té apresuradamente, y dejó la taza que tenía su inicial, lo escuchó suspirar. Entonces él le preguntó, suavizando su rostro aún más: “¿Quieres un poco más de té?”
“Sí, por favor”, dijo Candy, ligeramente aliviada de que él hubiera cambiado de tema.
Se levantó y se dirigió a la cocina para alcanzar la tetera. Mientras tanto ella se debatía entre dar el día por terminado, él regresó y sirvió agua caliente en sus tazas. Luego, volvió a sentarse, bebiendo de su taza en silencio. Minutos más tarde, retomó el tema de forma inesperada. Con su voz tierna, entonó: “En verdad eres muy especial para mí”.
Lo que él dijo había tocado el corazón de ella, y una dulce sonrisa se esparció en su delicado rostro conforme le decía: “Es un honor para mí escuchar eso”.
“Tú eres especial”, continuó arrastrando las palabras. “Porque eres mi hermana pequeña. Además de eso, eres la enfermera que verdaderamente se preocupa por mi bienestar”.
Aunque lo que él le dijo tenía sentido para ella, no podía explicarse el ligero matiz de desilusión que sintió. Debo haberme imaginado las cosas en este momento. Albert sigue siendo el mismo de antaño, mi hermano mayor. Entonces ella le dijo: “¡Tú también te preocupas por mí, Albert!”
Después de eso, bebieron su té en silencio. Más tarde, ella le echó un vistazo, pues ya había estado extraordinariamente sombrío por un tiempo. Tal vez sea la fatiga. O tal vez tenga dolor de cabeza.
Entonces posó su mirada en la taza, y se dio cuenta de que Albert y Anna compartían la misma inicial. Lo siguiente que supo fue que en tono de broma le comentó: “Lo siento por Anna. Verás, ella te admira mucho y su padre también… Creo que está listo para darte su mano en cualquier momento”.
Apenas podía creer que ella mencionara a los Gibson de nuevo, y una sonrisa apareció en su rostro. “Candy, tal parece que no puedes sacarla de tu mente esta noche. No me digas que estas celosa”.
“¿Yo? ¿Celosa?” Repitió ella, casi indignada. Ella sabía que él tenía la intención de bromear con ella, así que le ofreció una mueca burlona, fingiendo verse seria, pero sólo un momento después, ella apartó su mirada y le confesó en voz baja: “Sí… tal vez un poco”.
Con gran asombro dibujado en todo su rostro, él no podía descifrar exactamente lo que ella intentaba decirle. Sin embargo, le preguntó, con la mirada fija en su rostro: “¿Por eso te fuiste de la tienda sin ninguna advertencia?”
Con una sonrisa tímida, ella asintió con la cabeza, incapaz de sostenerle la mirada escrutadora. Después de algunas vacilaciones, ella le relató lo que el Dr. Martin le había dicho acerca de él, que algún día la dejaría. “Cuando vi la forma en que Anna te miraba, pensé… pensé que ese día había llegado antes de lo esperado…”
¡Así que ella no quiere que la deje! Candy, ¿sabes que prefiero permanecer en esta vida conmovedora a tu lado que recuperar mi memoria?
Por lo tanto, se recompuso y con los ojos inquebrantables le dijo: “Eres tonta, Candy. Permíteme decírtelo una vez más. Anna sólo es una amiga, y actualmente no estoy viendo a nadie en particular. Ahora, ¿eso te hace sentir mejor?”
Luego acarició suavemente su nariz, sonriéndole. Ella parecía convencida, pero sin pensarlo mucho, le respondió: “Pero nunca se sabe a ciencia cierta”.
“¿Qué quieres decir?” le preguntó Albert, visiblemente confundido. No estaba seguro de a dónde quería llegar ella.
Ella tenía dificultad para encontrar las palabras, estaba un poco preocupada, pero rápidamente se armó de valor, mirándolo a los ojos tímidamente. “Verás… tú eres muy atractivo, y es posible que haya otras admiradoras secretas”.
Abrió la boca en señal de sorpresa. “¿He escuchado bien? ¿Dijiste que yo soy atractivo?”
Su rostro se enrojeció inmediatamente, pero ella afirmó asintiendo tímidamente.
“Me siento halagado, Candy”, hablando con modestia, no obstante sonriendo de oreja a oreja. “Te aseguro que no estoy pensando en casarme con nadie pronto, y ¿qué tal si te hago una promesa?”
“¿Qué promesa?” le preguntó impaciente.
Se aclaró la garganta, se enderezó y en tono solemne dijo: “Como tu hermano mayor, te prometo que voy a esperar hasta que te case primero”, hizo una pausa antes de continuar con un guiño, “¡lo que significa que moriré siendo un viejo solitario!”
Ella se echó a reír y le dio un golpe en el brazo.