Note: En este momento ya se habrán dado cuenta de que mi historia se basa en la versión del manga. ¡Sus comentarios son más que bienvenidos! Nuevamente, gracias mi amiga, SweetCandyAndley!
Ms Puddle
Capítulo 4: Sorpresa (Parte 2)
En su cumpleaños, Candy abrió sus ojos justo al amanecer, estirando sus brazos y su cuerpo mientras bostezaba. Normalmente dormía hasta tarde en su día libre, pero hoy se despertó sintiéndose emocionada. Saldría con su mejor amigo Albert.
Se dio cuenta de que él aún podría estar dormido. Las comisuras de sus labios se elevaron en una sonrisa. Por fin, le había ganado a su compañero de cuarto esta mañana, y ella iba a despertarlo por primera vez desde que habían empezado a vivir juntos.
Entonces recordó. Poco después de que se habían mudado a este apartamento, solía deambular por diferentes puntos de la ciudad con él, tratando de ayudarlo a recuperar la memoria. Mientras que habían fallado en su misión, habían salido siempre que ella tenía tiempo libre. Entonces dejaron de salir a caminar durante el invierno. No mucho tiempo después, fui a Nueva York con grandes esperanzas… para reunirme con Terry…
Rápidamente se sentó en la cama, sacudiendo vigorosamente la cabeza. Decidió no sumergirse en los recuerdos tristes, al menos no por hoy. Por lo que, se forzó a inhalar con calma, y distraerse, verificaría a su compañero de cuarto.
Sin embargo, cuando se asomó a la litera de abajo, para su sorpresa, su cama ya estaba arreglada como de costumbre. En un sobresalto, escaneó la habitación con la mirada. Incluso Pouppe no estaba.
Así que bajó de la litera superior algo entumecida y salió de la habitación. El departamento entero estaba sumido en el silencio que incluso podía escuchar el latido de su corazón y de sus pasos.
¿A dónde habrá ido Albert tan temprano esta mañana?
En segundos, se dio cuenta de algo, y dejó escapar un suspiro de alivio. Pensó que él regresaría; después de todo, había sido él quien propuso celebrar hoy su cumpleaños con ella.
Por lo tanto, se rio y decidió cocinar para él esa mañana. Él lo había estado haciendo diariamente, y ella casi lo había dado por hecho.
Después de vestirse, fue a la cocina y observó el interior de la alacena. Mientras decidía lo que iba a cocinar, escuchó la puerta al abrirse. Cuando se giró, Albert entró con los ojos bien abiertos, aparentemente sorprendido de verla en la cocina. Sostenía el periódico en una mano y un ramo de flores en la otra, y dijo con una media sonrisa en el rostro, “Candy, hoy te levantaste temprano.”
Ella ignoró el tono bromista que él había empleado y le sonrió. Lo siguiente que supo, fue que Pouppe se había acercado a sus pies, y en cuanto ella se agachó, la mofeta saltó a sus brazos. Ella se rio y se levantó. Mientras acariciaba el pelaje de la mofeta, notó que Albert cerraba la puerta con el pie. No sólo estaba sonrojado, sino que sudaba y jadeaba, por lo que ella le preguntó de manera casual, “¿saliste a correr, Albert?”
“¡Sí!” contestó él en voz alta, sonriendo. “De hecho, salgo a correr casi todas las mañanas, llueve o truene. No te habías dado cuenta porque duermes hasta el último minuto,” bromeó con ella y le sonrió.
Ella se quedó sin palabras, pues él tenía razón, y quiso cambiar de tema, se dio cuenta de que él seguía parado en el mismo lugar, observándola con la misma sonrisa traviesa.
“¿Por qué no entras?” ella le preguntó verdaderamente interesada, intrigada con una de sus cejas levantadas.
Pero en lugar de contestar a su pregunta, él estiró su brazo, dándole las flores que sostenía en su mano, su gesto anterior remplazado por una sonrisa radiante.
Se quedó con la boca abierta mientras lo observaba. “¿Son para mí?”
Asintiendo, dijo en un tono exagerado, “¡Feliz Cumpleaños, Candy!”
La festejada estaba súper alegre y le agradeció desde el fondo de su corazón; esta era la primera vez que Albert le regalaba flores. Inevitablemente, recordó a Anthony y a su ‘Dulce Candy’ también. No obstante, rápidamente dejó ir a Pouppe y colocó las flores frescas en la mesa del comedor, sobre la que se encontraba el único florero que tenían en casa. Mientras acomodaba las flores, le preguntó, “Albert, ¿recogiste las flores en el parque como lo hago yo?”
“Sí, recogí las que normalmente te agradan,” contestó, dejando el periódico en la encimera de la cocina.
“Mira Albert, ¡hiciste una gran combinación de flores! ¿No te parece?” Comentó con emoción en la voz, acercándose a él. “¡Gracias nuevamente por las flores!”
Rápidamente dio un paso hacia atrás y le dijo en voz alta, muy seriamente, “No te me acerques, Candy. ¡Será mejor que me duche ahora antes de que me eches! Ahora, si me disculpas.”
Así se apresuró al baño, y ella no pudo evitar soltar una carcajada. Entonces, le gritó cuando él cerró la puerta del baño, “¡Entonces, por eso mantenías tu distancia! Tómate tu tiempo. ¡Yo cocinaré esta mañana!”
Se escuchó la voz de él desde el otro lado de la puerta, “¿de verdad? ¿La festejada va a cocinar para mí? ¡Qué maravilloso!”
Entonces ella se enrolló las mangas y empezó a preparar el desayuno, tarareando su canción favorita. Consternada, se le quemó debido a la falta de práctica, pero se las arregló para cocinar algo comestible para ambos.
Pronto Albert llegó al lado de Candy aun con su cabello húmedo por el baño, vistiendo una de sus bonitas camisas. Ella lo miró rápidamente, y su corazón se saltó un latido. Definitivamente, él olía muy buen y se veía fresco, resaltando el hermoso color azul de sus ojos, ella se sonrojó involuntariamente.
Por otra parte, aunque él podía oler que algo se había quemado, estaba claramente impresionado pues ella ya había preparado un suntuoso desayuno. Luego bromeó, “Candy, hoy cumples 17, y ¡finalmente estás lista para la vida!”
Ella hizo una mueca y pretendió golpearlo en el brazo, pero él la esquivó con una carcajada.
Mientras saboreaban sus alimentos, el aroma de las flores frescas en la mesa lleno sus narices también. Aun, cuando Candy le agradeció nuevamente a Albert por su regalo de cumpleaños, él firmemente negó con la cabeza.
“Oh no. Este no es mi regalo”.
“¿Eh?” ella lo miró.
Él le sonrió. “Te voy a llevar a cena esta noche, Candy,” le dijo y le lanzó una mirada fugaz. Ella estaba obviamente sorprendida, pero una sonrisa tierna se dibujó en sus labios. Albert nunca me había invitado a salir antes…
Entonces recordó a Neil, pues había ido al hospital la invitó a salir en una cita unos días antes. Ya que lo había rechazado inmediatamente, negándose a someterse a su ‘orden’, él la había amenazado con revelar su secreto de vivir con un ex paciente de sexo masculino.
Escuchó a Albert decir, “pero sólo si quieres salir a cenar conmigo.”
Apresuradamente alejó esos pensamientos y replicó con una dulce sonrisa, “¿Albert me estás invitando a salir en una cita?”
Su mejor amigo se levantó de inmediato y se inclinó en una reverencia como todo un caballero, y con una sonrisa atractiva, le preguntó, “Señorita Candice, ¿entonces me concederá este honor?”
La festejada rio irremediablemente pero pudo decir, “Pero salir a cenar es costoso…”
Con una sonrisa confiada él le dijo, “No te preocupes. El dueño nos otorga un descuento especial a los empleados en su restaurante.”
Cuando ella asintió en respuesta, él le preguntó, “¿Entonces? ¿Señorita Candice?”
“Por supuesto,” contestó sin dudarlo. “¿Por qué habría de decirte que no?”
Su sonrisa se ensanchó inmediatamente, e hizo una reverencia nuevamente, lo que la hizo reír.
Después del desayuno, empezaron a preparar los emparedados y las bebidas, los pusieron en su canasta para el día de campo. Cuando estuvieron listos para salir, Albert fue a la habitación y le entregó una caja de regalo a Candy.
Confundida, ella le preguntó, “Albert, ¿otro regalo para mí? ¿Por qué?”
Él se veía complacido. “Es tu cumpleaños, Candy. ¿Recuerdas también la última vez que me compraste dos obsequios el mismo día?
Por supuesto que ella no olvidaría el incidente de las pijamas, y conforme su rostro enrojeció repentinamente, el pretendió no percatarse y la distrajo sugiriendo, “¿quieres abrirlo ahora? Sólo es un pequeño presente, Candy y espero que te guste.”
Ella desvió la mirada, asintiendo de todos modos. Dentro de la caja había una camisa de cuadros verdes, e incluso venían un par de listones para sus coletas que hacían juego. Se quedó sin palabras, y miró a su amigo con los ojos brillantes.
Albert bromeó, “supongo entonces que no te gustó, y que estás buscando las palabras para decírmelo…”
Ella estalló en una carcajada pero pronto agregó, “por supuesto que me gustó. Es más, me la pondré hoy mismo, para ir a nuestro día de campo.”
Alegremente él estuvo de acuerdo, “es un día soleado con muchas nubes esponjosas, y ¡estoy seguro de que tu camisa combinará con el verdor del parque!”
Ella se fue a cambiar de inmediato, y se sorprendió de que él le hubiera comprado la talla perfecta. Cuando salió, sus ojos brillaron al mirarla de arriba abajo. “¡Se te ve muy bien! También me alegra haber escogido la talla correcta.”
Ella se sonrojó ante su cumplido y le respondió tímidamente, “Gracias, Albert.”
En su camino a la salida, encontraron una carta en su buzón. Albert vio que era de George y que iba dirigida a Candy. Ella se apresuró a abrirla para leerla con él.
‘Señorita Candice,
Espero que se encuentre bien cuando reciba esta carta.
He recibido su carta. Entiendo su deseo de reunirse con el Sr. William, pero lamento informarle que él no está disponible por el momento.
¡Feliz Cumpleaños!
George’
Había dinero en el sobre como de costumbre, pero Candy se sentía molesta por no poder reunirse con el Tío William.
Albert se encogió de hombros y le dio unas suaves palmadas en el hombro para alegrarla. “Por lo menos George no dice que se encuentre enfermo. Creo que él está bien y que siempre puedes volver a intentarlo.”
Asintiendo, se las arregló para sonreírle. Entonces ella ofreció, “Albert, ¿por qué no pagamos la cena de esta noche con este dinero?”
Él estuvo en desacuerdo inmediatamente, “No, puedes gastártelo en ti misma después. Es mi turno pagar esta noche, y como ya te dije, tengo un descuento.”
Entonces Albert la guio hacia un auto muy viejo, y Candy abrió los ojos y lo observó incrédulamente. Él le explicó, “Me lo prestó un amigo por el día de hoy. Lo conocerás esta noche en el restaurante.”
Candy estaba sorprendida. “No sabía que manejaras, Albert…”
Albert bromeó, “Yo tampoco lo sabía.”
Ambos rieron, en aparente muy buen humor.
Aunque el motor era muy ruidoso, y parecía tener dificultades para llevarlos a su destino, ambos estaban pasándolo maravillosamente platicando en el camino.
Una vez que llegaron al parque, desafortunadamente el cielo se oscureció. Candy dijo, sonando un poco decepcionada, “Espero que no llueva…”
“No te preocupes. Podemos irnos en cuanto empiece a llover”, le sugirió Albert, ocultando su decepción detrás de una sonrisa.
“¡Tienes razón!” Pronto ella se olvidó de los pensamientos sombríos y empezó a correr alrededor del parque junto a Pouppe hasta que llegó al pie del árbol más grande en el área. “Albert, ¿trepas árboles?” Le preguntó entusiasmada desplegando una sonrisa infantil.
Antes que Albert se aproximara, Candy ya había empezado a trepar. Entonces él colocó la cesta del almuerzo en el piso, al pie del árbol y le gritó mirando hacia arriba, “Por supuesto que sí, ¡veamos quien es mejor!” Habiendo dicho eso, empezó a subir aferrándose a una rama grande que estaba por encima de él.
Aunque Candy había tomado la delantera y generalmente era buena trepando árboles, no estaba familiarizada con éste árbol en particular. Además, estaba claro que Albert tenía la ventaja debido a sus largas piernas y brazos, y principalmente debido a que era mucho más fuerte que Candy.
Pronto la rebasó y casi llegó a la cima, pero decidió esperarla. No tenía caso competir cuando obviamente estaba ganando. Candy hizo un puchero porque siempre pensó que podía vencer a cualquiera cuando se trataba de trepar árboles.
Entonces le gritó a Albert de manera traviesa, “¡A ver quién gana esta vez al bajar!”
“¡Oye, estás haciendo trampa!” le contestó desde la cima y empezó a bajar tan rápido como pudo, pero ella ya iba muy lejos. Cuando llegó al pie del árbol, la buscó por los alrededores y finalmente la vio junto a Pouppe dirigiéndose hacia el lago. Recogió la cesta y corrió en su dirección.
Candy disminuyó su velocidad conforme se acercaba al lago, y finalmente se detuvo en un punto familiar. Albert la alcanzó poco tiempo después y la encontró observando anhelantemente. Entonces ella le preguntó, con la mirada fija en el lago, “Albert, ¿recuerdas la primera vez que estuvimos aquí juntos?”
Él asintió una vez. ¿Cómo podría olvidar aquella noche? Llorando, ella le había rogado que permaneciera con ella. Él se alegró cuando finalmente aceptó quedarse, y había sido muy feliz viviendo con ella desde entonces.
Por lo que le respondió con una voz profunda, “Sí. La noche en que me estuviste buscando después de que abandonara el hospital…” Entonces volteó a mirar el lago, recordando también.
Cuando estaba abandonado en el hospital, y cuando me encontraba enfermo y perdido, tú me proporcionaste un refugio y te aseguraste de que mis necesidades diarias fueran cubiertas… Me has apoyado durante estos meses… y te amo. Desearía poder decirte esas palabras ahora mismo.
Candy sonrió contenta después de mirar a Albert, que parecía perdido en sus pensamientos. Cuando empezaron a vivir juntos, ella había tratado a Albert como a un hermano mayor, pero conforme pasaba el tiempo, ella se había dado cuenta de que él era más que un hermano mayor para ella. No podía explicarse bien, pero en algún lugar de su corazón sabía que Albert era especial. De hecho, el pensar en dejar de vivir junto a él la sofocaba.
Estando sentimental, se acercó un poco más a él. Sabiendo que lo había tomado por sorpresa, ella lo miró y le regaló una dulce sonrisa. Entonces, él la rodeó con su brazo por los hombros, y ambos permanecieron ahí en silencio.
Aunque Albert disfrutaba de ese momento precioso junto a Candy, notó que el sol estaba ocultándose detrás de unas nubes grises. Renuentemente sugirió, “Candy, olvidémonos del día de campo y regresemos a casa. El clima no se ve muy prometedor.”
Ella protestó ligeramente, “No empacamos muchas cosas, así que ¿por qué no nos acomodamos aquí?”
Él aceptó de buena gana, “Muy bien, comamos entonces. Créeme, ¡ya tengo hambre!”
Juntos colocaron la manta y se sentaron para disfrutar de sus alimentos y bebidas.
Entonces, Albert se giró hacia Candy como si quisiera decir algo. Candy se estaba poniendo nerviosa. ¡Oh, no! Me va a decir que se va a ir…
Pero en lugar de eso, él dijo, “Candy, ¿sabes? Ayer el Chef principal se me acercó ayer para decirme que me podía promover para ser Chef junior.”
Candy no sólo se sintió aliviada, pero también estaba verdaderamente contenta por él. “Albert, ¡eso es maravilloso!”
Entonces él sacudió su cabeza, “Pero con una condición. Tendría que trabajar durante el turno nocturno, así que rechacé su oferta.”
Con sentimientos encontrados ella le contestó, “Albert, no debiste. Tal vez no se te presente otra oportunidad como esta en un futuro cercano.”
Con una tierna sonrisa, él la miró diciendo fervientemente, “No me voy a arrepentir. Sabes lo mucho que disfruto compartir la cena contigo todos los días.”
Candy estaba profundamente conmovida por sus palabras, y las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos. Albert... A mí también… tu compañía significa mucho para mí… pero ¡espera! Eso suena como si él no quisiera dejarme tampoco… ¿me estoy imaginando cosas?
En ese momento, empezó a soplar el viento, por lo que Albert sugirió, “Candy, creo que deberíamos irnos antes de que sea demasiado tarde.”
Sin mucho ánimo ella estuvo de acuerdo. Ya se habían terminado todos los emparedados, así que no les tomó mucho tiempo empacar todo. Albert cargó la cesta y dijo, “Al auto está estacionado del otro lado del parque, así que será un larga caminata.”
Entonces ella dijo, “Hay un atajo si subimos por la colina.”
Él negó con la cabeza en desacuerdo y observó, “No creo que esa sea una buena idea, debido a que el pasto podría estar resbaloso ya.”
Candy replicó, “Podríamos ser más cuidadosos.”
Albert no vio el caso de discutir bajo la lluvia, así que decidió acceder y colocó a Pouppe en su hombro, pero pronto escuchó un fuerte golpe a sus espaldas.
Se volteó y vio a su amiga en el suelo enlodado. Con preocupación le preguntó, “Candy, ¿te lastimaste?”
De hecho, se había tropezado con algunas raíces que no vio. “¡Creo que me esguince el tobillo derecho!” le contestó, avergonzada. Al instante él se arrodilló junto a ella y retiró el zapato y la calceta para revisar su tobillo. Ella podía sentir el calor en sus mejillas al contacto con sus cálidas manos.
Suspiró con alivio. “Gracias a Dios que no está hinchado, así que creo que no es muy grave,” la consoló.
Ella estuvo de acuerdo, asintiendo, “Sí, probablemente estiré ligeramente de más mi ligamento…”
Conforme su voz se apagaba, él la miraba seriamente. “No deberías caminar,” decidió. “Tendré que cargarte para llevarte al auto, Candy.”
Ella se sonrojó violentamente ante el pensamiento, y repuso, “¡Eso es demasiado vergonzoso! Por favor, ayúdame a levantarme y déjame intentar caminar por mí misma.”
Albert le puso la calceta y el zapato nuevamente y la ayudó a levantarse. Candy intentó caminar, pero le dolía. Se mordió el labio inferior y lo observó sombríamente.
Ambos sabían que no tenían otra opción, así que Albert colocó a Pouppe en el suelo y le dio la cesta a Candy, diciendo, “Por favor sostén esto mientras te cargo y salimos de este parque.”
En cuanto tomó la cesta, él se puso de cuclillas frente a ella. “Vamos, Candy, sube en mi espalda,” le dijo en un tono apresurado.
A pesar de sentirse completamente avergonzada por la situación, se subió en su espalda y colocó sus brazos alrededor de su cuello sin resistencia. Con la mano derecha sostenía la cesta, dejándola caer frente a su pecho. Entonces, él se enderezó y sostuvo sus piernas cerca de sus caderas.
“¿Estás lista, Candy?” Albert le preguntó sin girarse, consciente de que su rostro habría tocado el de ella si lo hacía.
“Sí…” dijo ella casi en un susurro, totalmente mortificada. Luego él emprendió la huida a través del parque bajo la lluvia ligera.
Candy pensó mientras se sonrojaba profundamente, Albert es tan fuerte, y no parece tener ningún problema al correr mientras me carga…
Nunca habían tenido esta clase de intimidad antes. Albert podía sentir en su espalda los latidos del corazón de Candy, así como su cálido aliento cerca de su mandíbula. Al mismo tiempo, con su cabello ondulado haciéndole cosquillas en la mejilla, Candy sintió que su corazón se aceleraba, como si estuviera tratando de escapar de los confines de su pecho. Con su mano libre, la que no llevaba la cesta, podía sentir el fuerte pulso de Albert bajo la palma.
Desafortunadamente, el suelo se hacía más resbaladizo conforme la lluvia arreciaba a cada minuto, por lo que Albert tuvo que disminuir la velocidad. Era un camino largo, y para el tiempo en que llegaron al auto, los dos estaban empapados.
Por desgracia, el suelo se estaba volviendo más resbaladizo como la lluvia estaba poniendo más pesado por el minuto, por lo que Albert tuvo que frenar un poco. Fue un largo camino, y para el momento en que llegaron al coche, los dos estaban empapados.
La llevó hasta el asiento del pasajero, la bajó con cuidado y colocó a Pouppe junto a ella. Estaban tan avergonzados que evitaron el contacto visual, pero él la envolvió con la manta y le dijo: “Candy, debes tener frío. Esto es mejor que nada.”
Después de respirar profundamente para calmarse, se estiró para tocarlo en la mano. Cuando él levantó la mirada para verla, ella miró hacia otro lado al instante, pero le susurró; “Albert, gracias.”
Una suave risa escapó de su garganta, y él respondió: “No hay problema.” Después, se dirigió al lado del conductor sin decir nada más.
Al estar cubierta de lodo y empapada, sintió el frío desde su interior, y ella sospechaba que su amigo estaría en las mismas circunstancias. Su camisa y sus pantalones no estaban en mejores condiciones que los de ella, pero para su sorpresa, su mano estaba cálida.
Supongo que está así debido al ejercicio que hizo hace un momento.
De camino a casa, Candy seguía mirando por la ventana. Albert entendió cómo debía haberse sentido, y se mantuvo en silencio también a lo largo del trayecto, el único ruido provenía del motor del coche viejo.
Momentos más tarde, habló con voz amable, “Candy, lamento mucho que tuviéramos que dejar el parque de esa manera… Espero que no te sintieras demasiado incómoda.”
Ella le contestó en voz baja, frente a él, “Lamento ser tan torpe…”
Su rostro se iluminó con una sonrisa, y luego se volvió a concentrar en la conducción.
Cuando finalmente llegaron al edificio de apartamentos, Albert se ofreció para cargarla por las escaleras. Y bromeó diciendo “¿De qué manera lo prefieres? ¿Te cargo en mi espalda o en mis brazos?”
“Puedo arreglármelas sola en las escaleras. Solo necesito subir lentamente,” le contestó firmemente, intentando disimular su vergüenza, pero su rostro se coloreó con un tono rosado. En respuesta, él rio pero no insistió más sobre el asunto; simplemente la sostuvo del brazo por el codo mientras ella subía las escaleras a su propio ritmo.
Cuando entraron a su casa, Albert le sugirió que tomara una ducha caliente. “¡No querrás resfriarte en tu cumpleaños!”
“¿Y tú? Tú también estás temblando. ¡Dejaré que te duches primero!” le replicó en voz alta.
Debido a que no sonaba muy convincente, él le dijo en un tono medio serio, “Soy un caballero, así que las damas primero, Candy. Encenderé el fuego. ¡Ahora, ve! ¡No me hagas esperar demasiado!” Una vez dicho esto, pretendió correrla, lo que la hizo reír en voz alta.
Candy se rindió y se fue. Ya se sentía mucho mejor cuando el agua caliente la recorrió. Mientras tanto, no podía dejar de pensar en el momento de intimidad que habían compartido anteriormente, su corazón estaba nuevamente acelerado. Sí, su día de campo pudo haberse arruinado por la lluvia, pero no le importaba en lo más mínimo.
Cuando salió del baño, vio que Albert se había quitado la camisa enlodada mientras se paraba frente a la chimenea dándole a ella la espalda. Incluso después de vivir juntos por meses, esta era la primera vez que Candy lo veía desnudo hasta la cintura, y se encontró a sí misma contemplando irremediablemente su maravilloso cuerpo esculpido en V [1]. Me he refugiado antes en sus brazos tantas veces pero no me había dado cuenta…
En ese instante, él escuchó un sonido y se dio la vuelta; sus miradas se encontraron. La chica se sonrojó instantáneamente con un tono escarlata de pies a cabeza por haber sido atrapada en el acto, pero sin que ella lo supiera, la mente de él estaba ocupada por otro pensamiento, ¡ella se ve tan impresionante, con su cabellera dorada cayendo sobre sus hombros!
Después de un par de segundos de incómodo silencio, él mismo se recompuso y dijo: “Te he preparado un poco de chocolate caliente en la cocina. Por favor, sírvete.”
Albert trató de actuar con normalidad, pero la forma en que fijó su mirada en el suelo lo traicionó. Sintiéndose un poco cohibido, se apresuró al cuarto de baño sin esperar su respuesta.
Candy se sentó junto al fuego bebiendo su chocolate caliente, sintiéndose ligeramente perpleja. Como enfermera, había visto algunos cuantos hombres con el torso desnudo, e incluso había ido a nadar con Archie y Stear antes, pero ¿por qué se ruborizó como una niña cuando vio a Albert sin camisa? Ella no acababa de comprenderlo, pero estaba segura de que el momento íntimo que compartieron en el parque definitivamente había contribuido a su estado de ánimo actual.
No pasó mucho tiempo, cuando Albert salió del baño y comentó con una sonrisa encantadora, “No puedo creer que haya que tenido que ducharme dos veces en un día.”
Candy se tapó la boca con la mano pero no pudo evitar reír a carcajadas. Él se unió a su risa pero se dirigió a la cocina. Ambos actuaban como si nada especial hubiera ocurrido ese día.
Parecía que iba a empezar a cocinar. Su compañera de piso estaba confundida y le preguntó, “¿Acaso no vamos a salir a cenar?”
Lentamente él se giró y con una expresión de determinación le dijo, “Pero necesitas descansar tu pie, Candy. Pospongámoslo para otro día,” decidió.
De inmediato ella protestó, sin ocultar su decepción, “¿No vas a manejar? De hecho, ya no me duele tanto mi tobillo.”
Entonces él se le acercó y le preguntó, escogiendo cuidadosamente sus palabras, “¿Estás hablando en serio? ¿Todavía quieres salir?”
De hecho, Candy estaba esperando ansiosamente salir a cenar con él desde la mañana, así que ella asintió asegurándole que sí lo deseaba. “Es tu regalo, y no quiero perdérmelo,” le imploró sonriendo dulcemente.
El ceño fruncido de Albert cambió por una sonrisa. “¡Estoy a su servicio, Señorita Candice! Podría cargarte hasta el auto en caso de ser necesario,” declaró. Después de eso, se inclinó y expresó con alegría, “Es un honor para mí invitarte a cenar en tu cumpleaños.”
Candy rio con ganas. Se las arregló para decir “¡Recordemos llevar las sombrillas con nosotros en esta ocasión!”
Él estuvo de acuerdo con una sonrisa, “¡Tengo que limpiar el auto también!”
=o=o=o=
Cuando llegaron al restaurante, el ambiente era cálido y agradable. El anfitrión, John, que parecía tener unos cuarenta años, reconoció a Albert desde la distancia.
“Hola, Albert, ¡veo que te acompaña una linda señorita esta noche!”
Entonces Albert le presentó a Candy. “John, ella es mi amiga, Candy.”
Candy se sorprendió del hecho de que no la presentara como su hermana, pero no le dio importancia.
El anfitrión le guiñó un ojo a Albert, mientras preguntaba, “¿Cena para dos?”
Albert entonces le susurró algo a John, y John respondió en voz alta, “¡Por supuesto! Entonces tomó los menús y los guio a su mesa.
Mientras Candy se preguntaba qué era lo que le había susurrado Albert al anfitrión, Daniel, su mesero, apareció. Era de la edad de Albert, y también era muy atractivo, pero no tanto como Albert, ni tan alto.
Albert se levantó y presentó a Candy y Daniel. “Candy, este es mi buen amigo, Daniel. Él es quien nos prestó el auto hoy.” Daniel de inmediato contestó, “No, ni lo menciones, Albert. Sólo es un auto viejo.”
Daniel entonces se dirigió a Candy y le sonrió. “Señorita Candy, es un placer para mi conocerla,” la saludó amablemente. Cuando ella le regresó la sonrisa de manera encantadora, sus ojos brillantes casi lo hipnotizaron. Sin pensarlo dos veces, le dio un par de palmadas a Albert en el hombro, mientras exclamaba, “Hombre, ¡sí que tiene suerte! No sabía que tu novia-”
Rápidamente Albert lo interrumpió, “Daniel, Candy no es mi novia.”
El hombre más alto se puso serio, y enfatizó la palabra “no”. Al mismo tiempo, Candy se sonrojó involuntariamente. Ella estaba tan acostumbrada a fingir ser su hermana pequeña que nunca había pensado que la gente podría confundirla con la novia de Albert.
Daniel se disculpó apresuradamente, “Discúlpame, Albert.” Pero era obvio que no era del todo sincero. Asintió en dirección de Candy y se excusó.
Cuando su amigo se había retirado, Albert se disculpó en serio, “Candy, siento mucho su comportamiento.”
“Está bien,” Candy le sonrió nuevamente. “Estoy contenta de conocer a tus amigos aquí.”
Debido a que Albert sabía cuáles eran los mejores platillos en este restaurante, no les tomó mucho tiempo decidir lo que iban a ordenar.
“Candy, sabes que no puedo pagar un vino caro,” Albert le susurró, su tierna mirada fija en su rostro.
“No te preocupes, Albert,” le contestó en voz baja, sonriendo al mismo tiempo. “No soy muy afecta a ellos de todos modos.” Mientras decía eso, sus ojos color esmeralda brillaban bajo la luz de las velas, iluminando su delicado rostro. Ella no tenía idea de que su amigo estaba encantado, pero se recompuso en cuestión de segundos. Comenzaron a platicar acerca de sus trabajos.
Durante la cena, Candy notó que Albert tenía excelentes modales. Recordando sus sesiones tediosas posteriores a su adopción, se preguntaba por qué parecían naturales en él, como si hubiera sido educado así desde la infancia.
También, aunque no podía costearse un traje, se veía igualmente atractivo con una simple camisa negra, la que no ocultaba su constitución atlética. Entonces se encontró a sí misma fantaseando; y varias imágenes de Albert con el torso al descubierto frente a la chimenea cruzaron por su mente, incluyendo sus fuertes brazos, sus amplios hombros y su pecho musculoso. Sintiéndose avergonzada de sí misma, su rostro y sus orejas empezaron a arder instantáneamente. Con un intento desesperado de distraerse, desvió su mirada hacia las personas que se encontraban en el restaurante.
No le tomó mucho tiempo, para darse cuenta de que varias damas sentadas cerca de su mesa volteaban en su dirección para mirar a su compañero, y algunas veces la miraban a ella también. A juzgar por su apariencia, creyó que tenían curiosidad acerca de la persona que se sentaba junto a este hombre atractivo.
Así que Candy no puedo evitar bromear con Albert con una sonrisa pícara, “¿Has notado que las señoritas que están a nuestro alrededor no pueden quitarte la mirada de encima?”
Albert fingió que no había entendido lo que ella quería decir, y con una mirada indiferente en su rostro murmuró, “Sí, lo sé. Tengo una gran verruga en mi rostro.”
Casi no pudo reprimir la risa, pero agregó con sinceridad, “Por supuesto que no… te ves muy guapo esta noche, Albert.”
Él le guiñó un ojo. “¿Sólo esta noche?”
Incapaz de pensar en una réplica adecuada, simplemente estuvo de acuerdo y con una amplia sonrisa dijo: “Sí, ¡sólo esta noche!”
Entonces el hombre atractivo la miró cariñosamente y comentó, “Candy, también te ves hermosa esta noche…”
Ella se quedó sin palabras, y sus mejillas se calentaron con su cumplido. Entonces él agregó con una encantadora sonrisa, “Por cierto, me gusta tu nuevo estilo.”
Tímidamente le contestó, “Aprendí este peinado de Annie. Sabes que ella y Archie son bastante elegantes.”
Desafortunadamente, pronto recordó que Annie le había enseñado ese estilo unos días antes de la presentación de caridad en Chicago de Terry, y Candy había usado el mismo peinado para asistir a su premier de “Romeo y Julieta”. Como resultado, sus tristes recuerdos de aquella noche llegaron de golpe a su mente, y de inmediato sintió las lágrimas acumulándose en el fondo de sus ojos. No deseaba preocupar a su amigo, así que desvió la mirada.
Albert notó el cambio repentino en su semblante, y tuvo la corazonada de que tenía algo que ver con Terry. Desde su ruptura, Candy había mencionada en contadas ocasiones su nombre. Después de un breve momento de lucha interna, le preguntó con la voz suave, “¿Estás pensando en Terry?”
Candy estaba asombrada por el hecho de que Albert pudiera leer sus pensamientos, pero se escuchó contestar con un tono indiferente, “Sí. Me pregunto cómo estará… con Susanna.”
Ahora sí que se arrepentía de haberle escondido todos esos periódicos. Ella no sabía lo que había pasado con Terry desde su ruptura. Definitivamente tendré que revisar todas esas malas noticias con ella muy pronto. Sí, será bastante impactante y desalentador, pero tiene derecho a saber.
Notando su silencio, ella intentó explicarse, “Albert, no me malinterpretes. No me arrepiento de la decisión de dejar a Terry… es sólo… es sólo que…”
Se quedó sin palabras, pero de algún modo él entendió. “Es sólo que lo extrañas, demasiado,” terminó la oración por ella, enfatizando la última palabra.
Candy asintió lentamente, sus ojos brillando con las lágrimas. Por un lado, Albert estaba aliviado de que ella finalmente hablara, pero por otra parte, se sentía extremadamente desalentado. Debí saberlo… aún ama a Terry…
Sintiéndose derrotado, había perdido el apetito, por lo que apartó los cubiertos, se limpió los labios y dijo gentilmente, “Candy, por favor, discúlpame un momento. Vuelvo enseguida.”
Muy decepcionado por el repentino cambio de eventos, tuvo que disculparse y apartarse de la mesa, porque temía que ella pudiera ver a través de él. Mientras se obligaba a sí mismo a dirigirse al baño de caballeros con el corazón pesado, pensó, Estoy de regreso en primera base. No, es peor que eso. No debí aumentar mis esperanzas en primer lugar… sólo para decepcionarme una vez más.
Dentro del baño de caballero, no pudo evitar reír sarcásticamente ante su propio reflejo en el espejo. Fui un tonto al pensar que podría verme de manera diferente…
Entonces se echó agua fría en el rostro para intentar calmarse. Pensé que lo que ocurrió hoy era muy especial… al menos lo fue para mí. Sí, se preocupa profundamente por mí, pero la verdad es que aun ama mucho a Terry, y yo sigo siendo su querido hermano mayor.
Aunque Albert no se había calmado del todo, decidió regresar porque era descortés dejar a Candy sola por mucho tiempo. Después de respirar profundamente, levantó su cabeza y caminó a la salida.
Candy se veía claramente preocupada cuando él regresó a la mesa, y le preguntó, “Te ves pálido, Albert. ¿Te encuentras bien?”
Con una sonrisa forzada en su rostro, Albert logró excusarse, “Creo que me afectó un poco el clima.”
“Debe ser por la lluvia de esta tarde,” le dijo Candy consternada, y rápidamente sugirió, “Vayamos a casa.”
Albert replicó, “No, estoy bien, en realidad. No querrás perderte el postre, ¿o sí?”
Candy estaba segura de que algo ocurría con Albert, pero su conversación fue interrumpida por una conmoción repentina en el restaurante. En una esquina alejada, vio a un joven arrodillarse ¡para declararse! Cuando la dama aceptó en medio de las lágrimas, todos alrededor les aplaudieron.
Sin duda Albert se sentía feliz por ellos, pero inevitablemente pensó en sí mismo. Probablemente continuaré caminando sobre la faz de la tierra como un alma atormentada…
Candy estaba profundamente conmovida al ver lo feliz que se veía aquella dama. Sin saber que empeoraba las cosas para Albert, murmuró para sí misma, recordando, “Cuando viajaba de regreso a Chicago desde Nueva York, conocía una pareja pobre en el tren con un bebé, que no podía dejar de llorar, así que los dejé que tomaran mi asiento.”
Mientras su compañero escuchaba en silencio, ella continuó con su recuerdo, “En ese momento, empecé a imaginarme con Terry como padre y madre, y yo también llevaba a una bebé en mis brazos…”
Para Albert, ese comentario fue como echarle sal a su herida abierta. Volvió a sentirse mal, pero esta era la primera vez que ella le decía esto, así que estaba haciendo su mayor esfuerzo para recomponerse.
Ignorando su lucha interna, ella agregó en un susurro, intentando detener las lágrimas, “Pero en ese momento también supe que ese sueño jamás se haría realidad, y finalmente perdí el conocimiento en el tren.”
Albert apretó ligeramente su mano en apoyo, pero se mantuvo en silencio ya que no sabía que decir debido a que él mismo estaba sufriendo.
Después de un silencio mortal, Candy se había calmado y se las arregló para sonreír. “He arruinado nuestra cena al hablar de temas depresivos. Lo siento mucho, Albert”, le dijo con tristeza.
Para ese momento Albert ya se había recuperado lo suficiente para consolarla como siempre, “Está bien. Sabes que siempre puedes hablar conmigo de lo que quieras.”
Ella estuvo de acuerdo de inmediato. “Sí, es verdad. Has sido muy amable conmigo, Albert, y sin duda estoy agradecida de haberte conocido en mi vida.”
Le sonrió genuinamente y le dijo, “Lo mismo digo, Candy.”
Conforme sonreía, la manera en que la luz de las velas se reflejaba en su rostro, lo hacían verse más atractivo, y las palabras de Anna “Albert está enamorado de alguien” saltaron a la mente de Candy. Lo siguiente que supo, fue al escucharse preguntar de manera indirecta, “Albert, ¿has pensado en formar tu propia familia? Ya sabes, ¿casarte y ver crecer a tus propios hijos?”
La pregunta lo tomó por sorpresa, pero un par de segundos después, se aclaró a garganta y le contestó con un tono factual, “Por supuesto que lo he hecho.”
Ella lo miró pensativamente y luchaba para decidir si presionaba más o no. Entonces se armó de valor y le preguntó, “Y ¿tienes en mente a alguien en particular?”
Albert la miraba intrigado, con el ceño fruncido, y su expresión parecía decir ¿Qué no ya hablamos de esto antes?
En el fondo, él quería decirle que era ella la que estaba en su mente, pero en lugar de eso, lentamente negó con la cabeza.
Candy lo cuestionó tímidamente, “No me estás ocultando nada, ¿verdad?”
Su entrecejo se frunció más mientras respondía con una pregunta, “¿Qué te hace pensar que no te estoy diciendo la verdad?”
Al recordar la promesa que le hizo a Anna, Candy se quedó momentáneamente sin palabras. Entonces lo escuchó decir, “Candy, paso la mayor parte de mi tiempo libre contigo, ¿dónde encontraría el tiempo para ver a alguien más?”
¡Eso es verdad! Pero, entonces Ana se veía tan segura al respecto… entonces ¿qué pasó exactamente aquella noche? ¿Por qué estaba él en el parque?
Entonces se dio cuenta de que Albert se veía un poco triste. Al estar preocupada, quería preguntarle pero Daniel se acercó a su mesa. Candy estaba sorprendida al ver que él sostenía un pequeño pastel de cumpleaños y que John estaba parado detrás de él junto a algunos empleados de la cocina. Todos le desearon un feliz cumpleaños.
Tremendamente conmovida, ella les agradeció de todo corazón. Albert se levantó y se acercó a su lado. Se llevó la mano de ella a los labios y le dijo alegremente, “Feliz Cumpleaños, Candy. Espero que te guste el pastel.” Sus compañeros de trabajo lo aplaudieron.
Candy pensó con ternura, esta es la primera vez que Albert me besa la mano…
En el pastel leyó unas palabras diminutas, “Para Dulce Candy” y una rosa blanca se encontraba justo arriba de ellas. Ella le preguntó, con los ojos húmedos, “¿Tú hiciste esto, Albert?”
Él se sonrojó.
“¡Oh, Albert, es hermoso! ¡Por supuesto que me encanta!” exclamó con lágrimas de alegría en sus ojos.
Entonces Daniel dijo, “Albert, si hubiera hecho algo similar para mi novia, ella hubiera-”
Albert detuvo a su amigo poniendo una mano sobre su hombro, visiblemente ofendido. Entonces expresó claramente, “Daniel, ya te he dicho que Candy no es mi novia. Ella es mi amiga, y la conozco desde hace mucho tiempo.”
En esta ocasión Daniel se disculpó sinceramente, “lo siento, Albert. No repetiré el mismo error de nuevo.” Sin embargo se inclinó en dirección de la festejada, que estaba un poco avergonzada. Entonces pretendió susurrarle algo, pero su voz era lo suficientemente alta para que los demás lo escucharan, “No lo dejes ir. ¡Es un tipo maravilloso!”
Tanto Albert como Candy estaban sorprendidos y se quedaron mudos por sus palabras. Entonces Daniel le dio una palmada en la espalda a Albert y dijo, “Los dejaremos a solas para que disfruten del postre.”
Después de que se retiraron, Albert se sentó y se veía terriblemente mortificado, y Candy le ofreció una sonrisa comprensiva. Él dividió el pastel en dos partes, y le sirvió una porción a ella.
Ella apretó su mano brevemente agradeciéndole desde el fondo de su corazón, “Es muy lindo de tu parte Albert. Estoy muy consentida, no hay duda al respecto.”
Debido a eso, su expresión mortificada se transformó en una media sonrisa, y le dijo, “Este es mi primer intento, y deberías probarlo antes de agradecerme.”
Después del primer bocado, ella comentó en voz alta, “¡Este es el mejor pastel que he comido en mi vida!”
“¿En serio?” preguntó incrédulo.
“¡Pruébalo tú mismo, mi amigo!” lo instó de manera entusiasta, por lo que él hizo lo propio, mientras ella continuaba comiendo el resto de su porción.
Al ver que verdaderamente estaba disfrutando de su pastel, una mirada de satisfacción gradualmente apareció en el rostro de Albert. Entonces la escuchó pedirle, “¿Me prometes que me prepararás otro pastel el año entrante?”
Tosió para enmascarar su amarga sonrisa, y tiernamente le prometió, “Claro, te prepararé uno más grande el próximo año.”
Candy le agradeció de inmediato, pero no pudo evitar pensar, sólo si aún estás conmigo el próximo año…
Cuando terminó su pastel, le agradeció con toda honestidad, “Albert, gracias por celebrar hoy conmigo mi cumpleaños. ¡No puedo describir lo especial que es para mí!”
Su halago conmovió su corazón. Cómo desearía poder celebrar cada cumpleaños contigo por el resto de mi vida… Candy…
Contestó en voz alta, sonriendo con todo el corazón, “¡De nada! Es un placer para mí.”
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Notas de la Autora: El cumpleaños de Candy es el 7 de mayo, que fue un viernes en el año 1915. De hecho, en la tarde del 7 de mayo de 1915, el barco británico Lusitania es torpedeado sin advertencia por un submarino alemán.
Nota al pie de página:
[1] Esculpido en V: Los hombres tienden a tener proporcionalmente nalgas más pequeñas, pectorales más grandes y hombros más amplios, lo que forma una V en el torso. Los hombres con un físico esculpido en V son considerados atractivos.
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