Ms Puddle's Haven

El Amor Nunca Falla Capítulo 6: Dilema

Disclaimer: Candy Candy y todos sus personajes pertenecen a Kyoko Mizuki, las imágenes a Yumiko Igarashi y el anime a Toei Animation.

Nota: Este capítulo se basa en la versión del manga, pero por favor tengan en cuenta que mi historia proporciona un escenario del tipo “¿qué pasaría si…?” para entretener mi imaginación. Espero que les agrade este capítulo, y cualquier comentario es bien recibido.

Uno puede ver el amor en diferentes situaciones. Por ejemplo, cuando una madre arrulla a su bebé y lo mece para dormirlo, ese es amor. Cuando un hombre se arrodilla y le propone matrimonio a una mujer, ese es amor. Incluso cuando un padre le llama la atención a su hijo por hacer algo terrible, ese también es amor.

Pero la biblia dice que “No hay amor más grande, que dar la vida por sus amigos.” (Juan 15:13).

Nuevamente, gracias mi amiga, SweetCandyAndley!

-Ms Puddle

Capítulo 6: Dilema

Antes de irse a trabajar al siguiente día, Albert decidió pasar a la Clínica Feliz para visitar al Dr. Martin y comentarle sus progresos, y li más importante, estaba buscando desesperadamente hablar con alguien acerca de sus luchas recientemente.

Cuando llegó a la Clínica Feliz, aun no estaba abierta al público, pero el doctor lo vio desde la ventana. Por eso, el buen doctor abrió la puerta y lo llamó.

“¡Pasa, Albert!”

El hecho de que el doctor estuviera genuinamente feliz de verlo realmente le brindó calidez al corazón del joven, quien con una sonrisa le devolvió el saludo, “¡Buenos días, Dr. Martin!”

Cuando Albert entró, el doctor le hizo una seña para que tomara asiento junto a él a la mesa mientras continuaba con su desayuno.

“¡Oh, lo siento!” dijo Albert, claramente dudando porque no quería interrumpir al doctor. “Vine en un mal momento, aparentemente.”

El doctor se apresuró a invitarlo a sentarse. “No te preocupes, Albert. No vendrías sin una razón, así que hablemos… a menos que ¿no te agrade verme comer?” El doctor terminó con una sonrisa complaciente.

Una risita escapó de la boca del joven. “Gracias, Dr. Martin.”

El doctor ofreció rápidamente, “¿deseas un poco de café?”

“Sí, por favor”, contestó, y el doctor le pasó una taza. Cuando el doctor le sirvió el café caliente en la taza, le preguntó de manera casual, “Entonces, ¿qué es lo que te trae hoy por aquí, mi joven paciente?”

El paciente se aclaró la garganta. “Ayer, tuve algunos atisbos de mi pasado.”

El doctor levantó una de sus cejas por un segundo antes de colocar la tetera sobre la mesa. “Albert, soy todo oídos”, dijo el doctor. Entonces retomó sus cubiertos para continuar con su desayuno.

Entonces Albert, le contó al doctor acerca de su terrible dolor de cabeza y del sueño que tuvo mientras dormía; el doctor escuchó atentamente, tomando sorbos de café de vez en cuando. Después, cuando Albert terminó de hablar, el Dr. Martin le preguntó, “Supongo que ¿aún no tienes idea de quien eres?”

“No”, dijo el paciente, dejando escapar un suspiro de anhelo. “Candy me mostró la carta que le envié desde África, y en mi sueño es como si reviviera esos tiempos, pero eso fue todo.”

“Ya veo”, murmuró el Dr. Martin pensativamente. Después de haberlo contemplado por un momento, el doctor le sugirió a su paciente que no se preocupara demasiado. “no todos los pacientes con amnesia se recuperan de la misma manera, pero puedes estar seguro de que lo que ocurrió ayer es una señal evidente de que tu memoria regresará un día, ya sea de manera gradual o toda en un instante.

Asintiendo, Albert continuó observando su taza en silencio. Momentos después, miró hacia arriba, y cuando sus ojos azules se encontraron con los del doctor, el doctor comentó con un tono comprensivo, “apuesto a que hay algo más te está molestando, Albert.”

“Sí”, respondió secamente. Entonces una sonrisa fingida se curvó en sus labios, pero no pronunció ninguna otra palabra. Por lo tanto, el doctor suspiró y dejo escapar una pregunta, “Albert, ¿le has contado a Candy acerca de tu sueño?”

Negando lentamente con su cabeza rubia, el paciente explicó en voz baja, “Aún no estoy listo. Algún día lo haré, pero no ahora.”

En ese punto, Albert se armó de valor para informarle al doctor acerca de sus recientes altibajos emocionales, sobre su decisión de revelarle sus verdaderos sentimientos a Candy solo para descubrir que ella aún no había olvidado a su antiguo amor. Albert concluyó después de una breve pausa, “Ya ha pasado un tiempo, sí, pero Candy lo extraña mucho… sigue llorando por él.”

Mientras tanto, por mucho que el Dr. Martin quisiera consolar a este joven afligido, él era simplemente un doctor en medicina, no un experto en asuntos del amor, por lo que todo lo que pudo hacer fue ofrecerle a su paciente una fuerte palmada en el hombro, preguntando, “¿Has considerado decirle lo que sientes de todos modos?”

Albert se sorprendió, frunciendo el entrecejo en asombro. Sin embargo, se las arregló para responder, “Supongo que lo que menos quiere ahora es saber lo mucho que su hermano mayor la ama.”

El doctor se encogió de hombros en respuesta. “Bueno, no conozco de mujeres, pero de una cosa estoy seguro, ustedes dos comparten un vínculo muy fuerte. Tengo la corazonada de que cuando ella conozca tus sentimientos, se verá afectada.”

Albert asintió con la cabeza una sola vez, luego se levantó y caminó por la clínica, considerando sus opciones. Un momento más tarde, declaró con un tono uniforme, “no quiero que sienta lástima por mi o se sienta obligada conmigo.”

El doctor se quedó sin habla, Albert caminó de regreso y enfatizó, “Para ser honesto, tampoco quiero ser el sustituto de nadie. En otras palabras, quiero que ella acepte mi amor porque en verdad me ame, no porque tenga el corazón roto y se sienta sola.”

Hizo una pausa, y cuando el doctor lo miró en acuerdo, el turbado joven decidió, “Por lo tanto, prefiero esperar y ver.”

Lo que había dicho tenía todo el sentido, y el doctor solo pudo asentir sin decir una palabra más. Entonces Albert miró el reloj en la pared y le agradeció. “Gracias por escucharme, Dr. Martin. No me había dado cuenta de que ya había pasado tanto tiempo.”

El Dr. Martin le respondió con una sonrisa, “Está bien. La mayoría de mis pacientes son niños y por lo regular me visitan más tarde.”

Albert se despidió de él con un caluroso apretón de manos. “En verdad agradezco su ayuda, doctor. Ya me siento mucho mejor después de haber charlado con usted.”

El doctor le sonrió. “Entonces, ¿ya te vas a trabajar ahora?”

El joven le respondió de camino hacia la puerta principal, “Sí, y será mejor que me dé prisa.”

El doctor lo siguió y le dijo, “también quiero dar un paseo por el parque.”

Así, dejaron la clínica juntos. Para su sorpresa, vieron a una figura femenina familiar sentada en una banca, parecía abatida y desanimada. No hacía falta decir, que ella se sorprendió al escuchar que alguien la llamaba por su nombre. Cuando se giró, el Dr. Martin y Albert la estaban observando, evidentemente desconcertados.

Ella se levantó de un salto y les preguntó, con la voz llena de preocupación, “Albert, ¿por qué estás con el Dr. Martin? ¿Acaso no te sientes bien?”

Albert intercambió miradas con el Dr. Martin antes de contestarle, “No te preocupes, Candy. Tengo que visitarlo periódicamente para ver mi progreso, eso es todo.”

Ella se relajó un poco pero continuaba ligeramente preocupada. Entonces, Albert cambió de tema. “En realidad voy rumbo al trabajo, pero Candy, ¿por qué estás aquí a esta hora?”

Era una pregunta válida, pero ella desvió la mirada en lugar de responderle. El doctor se percató de su respuesta y bromeó diciendo que debieron haberla despedido del hospital. No esperaba ver la reacción de ella, así que cuando ella no lo negó y bajó los ojos llena de vergüenza, Albert le preguntó inmediatamente, lleno de perplejidad y asombro, “así, que… es cierto, ¿Candy?”

Su rostro se tiñó de rojo; permaneció mirando hacia sus pies sin decir palabra. De ahí que su silencio confirmó sus sospechas. En ese momento, escucharon una conmoción proveniente de algunas personas detrás de ellos. Naturalmente, se voltearon y se horrorizaron al encontrarse frente a un feroz león no muy lejos de ellos. Albert se colocó de manera protectora delante de Candy y el doctor, poniéndose frente al león él mismo. Entonces susurró por encima de su hombro hacia Candy, “Los animales salvajes pueden ser impredecibles, así que no debemos provocarlo. Ustedes dos, ahora, ustedes dos vayan detrás del árbol, yo los seguiré después.”

Mientras se retiraban lentamente hacia el árbol, accidentalmente Candy tropezó con las raíces de un árbol y cayó. Ese movimiento fue suficiente para agitar al león, conforme la bestia salvaje rugió y se abalanzó sobre ella, Albert gritó con el corazón en la boca, “¡Candy!”

Ella se quedó paralizada por el terror; sus fuerzas desmoronadas. Albert se agachó de inmediato, y se colocó delante de Candy, protegiéndola del ataque del león. En una fracción de segundo, él sintió un dolor punzante y un calor abrazador en el pecho y en el brazo izquierdo. Cuando ella vio un poco de sangre en el aire y escuchó el sonido de la carne desgarrada, su corazón se contrajo con una punzada. Plenamente consciente de que el león había atravesado el cuerpo de su amigo con sus afiladas garras, ella pronunció su nombre con la voz temblando de miedo. De hecho, su cuerpo se agitó violentamente, e incluso las puntas de su cabello se erizaron. Cuando el león aterrizó en el suelo, ella continuaba escondida detrás de su amigo con las manos apoyadas en la parte superior de su espalda.

Por un momento el león, llamado Tonga, permaneció en su lugar, mostrando sus dientes y gruñendo en un tono bajo. Las personas del circo estaban aterradas por el repentino cambio de eventos, no tenían más opción que dispararle al animal porque a pesar de sus mejores esfuerzos por recapturarlo no lo habían logrado. Sin embargo, Albert se percató de sus intenciones y les conminó fieramente, “¡No disparen!”

Fue capaz de detenerlos justo a tiempo. “¿Cuál es su nombre?” Les preguntó seriamente con una voz suave, respirando con dificultad.

Candy casi se desmaya al oír sus palabras, sintiéndose sin fuerzas. Además, sus manos podían sentirlo temblar debido al intenso dolor. ¿Qué estás pensando, Albert? El feroz león nos está viendo fijamente en este momento, y si vuelve a atacar ¡morirás! ¡Oh, Dios, por favor sálvanos de esa bestia salvaje!

Antes de darse cuenta, Albert había domado milagrosamente a Tonga y mientras todos lo contemplaban con incredulidad, el león se arrastró obedientemente al interior de su jaula. Muy aliviadas, las personas del circo en agradecimiento le pagaron generosamente al Dr. Martin para que le proporcionara el tratamiento médico adecuado a Albert. El doctor fue lo suficientemente inteligente para pedirles que enviaran un mensajero a notificar al personal del restaurante donde Albert trabajaba.

Cuando todo parecía resuelto, Albert finalmente colapsó en el suelo. Candy, aun involuntariamente temblorosa, vio como el sudor perlaba su frente y observó la parte frontal de su camisa ensangrentada. De pronto, las lágrimas se acumularon en sus ojos, e intentó sonar fuerte, “¡Aguanta, Albert! ¡Vayamos a la Clínica Feliz de inmediato!”

Él volteó a verla y le dijo con voz ronca, “Candy, estoy tan contento de que no estés herida.”

No podía haber sonado más sincero. Las lágrimas cayeron a borbotones por las mejillas de Candy, “Albert… gracias por haberme salvado la vida una vez más…”

Apenas pudo sonreírle, y ella le ayudó a levantarse. El Dr. Martin se acercó a su lado, y con el apoyo de ambos, Albert comenzó a caminar con un ritmo constante.

Tan pronto como llegaron a la Clínica, lo llevaron para que se sentara en la cama. El doctor fue en busca de su whisky y le dio un poco a Albert para mitigar el dolor. Entonces, Candy le ayudó a quitarse la camisa manchada de sangre, que afortunadamente aún no se había pegado a la piel. Para el momento en que vio las graves laceraciones en su pecho, sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas. Ella se amonestó a sí misma, deja de llorar ahora. Tienes que ser una profesional y hacer lo mejor que puedas para cuidar sus heridas.

La hemorragia no se había detenido por completo, y Albert hizo una mueca de dolor cuando Candy aplicó presión sobre las heridas para detener el sangrado. Después de que la hemorragia por fin parecía haber cesado, comenzó a lavar sus heridas, primero con agua y después con una gasa limpia empapada con peróxido de hidrógeno. Cuando terminó de limpiarlo, el Dr. Martin se hizo cargo de la situación y examinó las laceraciones.

“Albert, es posible que necesites un par de puntos de sutura.” Dijo el doctor en tono solemne.

El joven simplemente asintió en reconocimiento, y el experimentado doctor comenzó a suturar. Candy veía que Albert fruncía el ceño incontrolablemente y tuvo que desviar la mirada para controlar sus lágrimas. Cuando el doctor terminó, ella empezó a vendarle el torso y el brazo izquierdo. [1]

Sólo entonces el Dr. Martin se relajó. Mientras observaba a Candy realizar el trabajo, el doctor exclamó en voz alta, “Albert, ¡eres sorprendente! ¡No podía creer lo que estaba viendo cuando el león entró en su jaula como si fuera un gatito!”

Pero Albert no reaccionó a su comentario porque se percató de que Candy lloraba en silencio. “¿Candy?” la llamó en un susurro.

Ella levantó los ojos para encontrarse con su mirada llena de preocupación, rogándole, “Albert, ¡no vuelvas a hacer una cosa tan imprudente! ¡Estaba tan asustada y preocupada por ti! ¡Pensé que el león te mataría!”

Él simplemente la observó con ternura sin decir nada, y ella continuó, “Debiste escapar dejándome atrás…”

Él negó con la cabeza de inmediato y le contestó en un tono tranquilizador, “Tú sabes que eso sería imposible para mí, Candy.”

Ella insistió, “pero, ¿qué habría pasado si el león no te hubiera escuchado? ¡Podría haberte matado, Albert!”

Él le revolvió el cabello con cariño, aun sonriéndole tiernamente. “No… seguro que no…”

Durante ese momento el Dr. Martin los observaba tranquilamente. Dejó escapar un suspiro. Ellos realmente se preocupan profundamente el uno por el otro…

Aunque Albert la miraba con una dulce sonrisa en el rostro, Candy continuaba emocionalmente angustiada por todo el incidente. Estaba tan asustada e inmensamente preocupada…

Entonces anudó los extremos del vendaje con fuerza.

“¡Ay! ¡Eso duele, Candy!” Albert se quejó por primera vez desde el ataque.

“¡Debo hacerlo o se abrirán!” Le dijo en un tono profesional.

El doctor bromeó con ella, “Estás haciendo un gran trabajo hasta ahora, Candy, es una pena que ahora te encuentres desempleada.”

De hecho, la enfermera se había olvidado por completo de su situación actual y ahora que lo recordaba, su rostro volvió a teñirse de rojo.

El Dr. Martin le preguntó, “¿Quisieras trabajar para el mejor médico en Chicago?”

El rostro de ella se iluminó mientras preguntaba ansiosa, “¡Me encantaría! ¿De quién se trata?”

El doctor le hizo un guiño en broma mientras se señalaba a sí mismo. “Ese sería yo.”

Se quedó con la boca abierta en desconcierto. El doctor pudo percibir su renuencia, por lo que inquirió, “¿No te gusta la idea?”

“No, no… el mejor en Chicago…” ella negó, pensativa, definitivamente necesito un trabajo, y no debería rechazarlo ahora…

Entonces, inclinó lentamente la cabeza hacia abajo y le agradeció por contratarla.

La respuesta de Candy sorprendió al Dr. Martin con la guardia baja, sin embargo, se sintió complacido al comprender que su oferta de trabajo había sido aceptada, por lo que le dio un poco de dinero del que había recibido de las personas del circo y le pidió que le compara un poco más de whisky.

Candy tomó el dinero y le preguntó, “Dr. Martin, ¿tendrá algo de ropa extra para Albert? Su camisa está manchada y rasgada, y usted sabe que no puede dejar la clínica así…”

Conforme la voz de Candy se desvanecía, la expresión genial del médico se transformó en un ceño fruncido. “No creo que tenga nada que le quede”, respondió. “Sabes que es mucho más alto que yo.”

“No importa…” Albert suspiró.

Pero el Dr. Martin recordó de pronto, “Espera un minuto. Hace algunos años un paciente olvidó su abrigo largo aquí, y creo que aún lo conservo.”

Cuando el doctor fue a verificar, Albert le dijo con seriedad, “Por favor, no me hagas usar un abrigo con este clima, Candy.”

Ella le respondió en voz baja, “No te quejes ahora, Albert. No puedes salir y andar por las calles envuelto en vendajes… veamos qué consigue el Dr. Martin.”

Justo entonces, el Dr. Martin regresó trayendo consigo una camisa y un abrigo. “Esta es mi camisa más grande y este abrigo está limpio. Lo había guardado en un lugar seguro por si acaso el dueño volvía por él.”

Entonces Candy ayudó a Albert a ponerse la camisa. Se le veía un poco graciosa, pero aun así era mejor que nada, podía cubrir su torso. Entonces le ayudó a ponerse el abrigo encima, que le quedó bien.

Finalmente, Candy estaba lista para ir a la tienda, y Albert decidió retirarse también. Antes de salir, el doctor le recordó a Albert, “Recuerda no bañarte por uno o dos días, necesitas mantener las heridas secas.”

Entonces se dirigió a Candy y le instruyó, “Debes cambiar los vendajes diariamente, ¿de acuerdo? Si hay alguna complicación, ¡no lo duden y vengan inmediatamente!”

Ella asintió en acuerdo, pero Albert se sonrojó y respondió, sosteniendo inconscientemente el abrigo con más fuerza. “Candy, ¿podemos cambiarlos aquí durante los próximos días?”

Albert sonaba como si le estuviera rogando. Mientras que el Dr. Martin echó la cabeza hacia atrás y soltó una Sonora carcajada. A Candy le pareció divertido ver a su amigo tan tímido, casi como si fuera un adolescente. Sin embargó, fingió sentirse ofendida, “¿No confías en mi experiencia y quieres que el doctor supervise mi trabajo aquí?”

El doctor agregó, en tono de broma, “No le he pedido que te ayude a bañarte y a vestirte, ¿o sí?

Cuando Albert lo escuchó, el horror cruzó por su mirada, pero el médico continuó, “Tómalo con calma, jovencito. Yo personalmente te ayudaré si fuera necesario. Por ahora, confía en tu enfermera. Ella es muy hábil con las manos. Antes de que se vayan, te daré una receta para que puedas tomarte unos días de reposo para que te recuperes.”

Albert no escuchó el resto del consejo del médico debido a que su mente estaba en un torbellino, por supuesto que confío en ella… es sólo que no sé cuánto pueda resistir… su toque…

Entonces Candy y Albert tomaron caminos separados. Él se fue a casa para cambiarse, y después se dirigió al restaurante para solicitar una licencia por enfermedad a corto plazo. El chef principal amablemente le dejó tomarse una semana de descanso, y su compañero del equipo de cocina le dijo que cuando alguien del circo había ido a informarles acerca del ataque del león, se habían conmocionado y lo habían encontrado casi increíble.

Albert compró la cena en su camino a casa, ya que no tenía ganas de cocinar esa noche. Ya había oscurecido cuando llegó a casa y se sorprendió al ver a Candy arrodillada junto a la ventana, llorando miserablemente. Al principio pensó que Candy lloraba por el ataque del león, pero una vez que Pouppe corrió a su lado, y ella se percató de que él estaba en casa se detuvo de inmediato. Luego, tristemente se dio cuenta de que ella estaba ocultándole sus miserias.

Él se le acercó y le preguntó comprensivamente, “Candy, estabas llorando… ¿algo sobre Terry, de nuevo?”

Entonces, ella confesó, “Sí… Albert. En la tienda, leí un artículo acerca de Terry en una revista… según el artículo, él renunció a Broadway y ahora está desaparecido.”

Ella hizo una pausa, limpiando sus lágrimas. “Dejé Nueva York deseándoles felicidad a Terry y a Susana… pero parece que él aún está sufriendo, y él no puede olvidar… debe estar culpándose…” ella explicó, tartamudeando.

Albert la envolvió gentilmente con su brazo por encima de su hombro y la guio hacia el sofá para sentarse juntos. Conmovida por su amistad y apoyo, sus ojos volvieron a inundarse con lágrimas frescas.

“Eres tan bueno conmigo, Albert…” lloró, resoplando y recargándose en él.

Él la consoló, “Me da gusto que seas honesta conmigo, Candy. Sabes que no tienes necesidad de esconderme nada.”

Llorando le respondió, “No quiero que te preocupes por mi…”

Se llevó un dedo a los labios y le susurró, “Shhh…”

Ella se relajó con su bondad y voluntariamente recostó la cabeza sobre su hombro; él le susurró palabras reconfortantes, palmeándola en la espalda tiernamente de vez en cuando. Poco después, sus lágrimas cesaron, y cuando consideró que se había calmado completamente, le preguntó si tenía hambre. Sólo entonces ella se dio cuenta de que ya era la hora de la cena.

Así que fueron hacia la mesa del comedor, y como todo un caballero, él tiró de la silla para que se sentara. Después de eso, él preparó los platos y los cubiertos.

“Gracias, Albert. Como puedes ver, ni siquiera puedo cuidar de mi misma,” le dijo Candy con tristeza. “Después de leer ese artículo, no podía pensar en nada más.”

“No te preocupes por eso. Ahora, sé una buena chica y come.” Le ordenó juguetonamente mientras le pasaba una bolsa que contenía el plato principal.

Ambos permanecieron en silencio durante el transcurso dela cena; después de todo ambos estaban exhaustos. Cuando terminaron de limpiar los platos, se volvieron a sentar juntos en el sofá. Poco tiempo después, Albert rompió el afable silencio y le preguntó por qué había sido despedida. Había querido saberlo pero no había tenido la oportunidad de hablar con ella.

Mientras su compañero esperaba pacientemente a que ella confiara en él, ella dudó, fijando su mirada en su regazo. “Mmh… yo… no sé…”

Obviamente, él no parecía estar convencido, “Vamos, Candy…”

Durante un buen rato, ninguno dijo nada. Cuando él tomo sus manos entre las suyas, ella le lanzó unas cuantas miradas fugaces. Después de recibir unas cuantas sonrisas alentadoras, suspiró profundamente y comenzó, evitando su mirada, “Es por Neil Leagan… él se enteró acerca de nosotros.”

Aun sin voltear a verlo, ella supo que ese nombre lo tomó por sorpresa, pero continuó agregando más detalles, “Unos días antes de mi cumpleaños, vino al hospital para invitarme a salir.”

“¿En serio?” Su semblante mostraba una mezcla de asombro y disgusto.

Ella asintió y continuó, sonando exasperada, “Lo rechacé de inmediato, por supuesto. Tú sabes que siempre me ha intimidado, así que no tengo idea de por qué está interesado en mí así de repente. Ese día, me amenazó con revelar el hecho de que estoy viviendo con un antiguo paciente del hospital…”

Conforme su voz se fue haciendo gradualmente menos audible, la ira comenzó a crecer dentro de él. Antes de que pudiera responder, ella continuó con su relato. “Entonces le dije que tú eres mi hermano mayor, y que somos inocentes, pero él se reusó a escucharme… así como el Dr. Leonard ayer.”

Ante la mención del nombre del médico, Albert se sintió terriblemente perturbado. Por desgracia, no podía negar el hecho de que él mismo era el motivo por el cual el Dr. Leonard había decidido despedir a Candy, por lo que se disculpó rápidamente, “Candy, siento mucho haberte puesto en esta situación.”

Ella negó con la cabeza apresuradamente. “¡No, no, Albert! ¡Por favor, no digas eso!”

Esto fue exactamente por lo que ella no podía decirle la verdad anteriormente, y ella entendió la razón por la que él se sintió mal, así que apretó sus manos y lo miró directamente a sus resplandecientes ojos azules, asegurándole, “Nunca me arrepentiré de haber decidido vivir contigo. Siempre me has agradado, y quiero cuidar de ti. ¡Ni siquiera ahora eso ha cambiado!”

Su amigo se quedó sin palabras momentáneamente. Aun recobrándose de las malas noticias, él sólo podía mirarla con una expresión en blanco. En ese punto, ella culpó de todo a Neil. “Sé que él quiere que le ruegue para que me den el trabajo. No voy a ceder ante sus malvados planes. Por eso me pasé esta mañana de un hospital a otro.”

Candy había hablado con un dejo de desafío en la voz, y Albert recordó cómo se veía tan desanimada en el parque esa mañana. Por lo que le preguntó preocupado, “No me digas, ¿te han puesto en la lista negra también?”

Ella asintió con un dejo de vergüenza, respondiendo, “Sí… todos los hospitales me rechazaron. Y ese Neil… él debe haber hecho ese acuerdo.”

Hirviendo de rabia, Albert sintió la necesidad de golpear a Neil en la cara por haber hecho todo eso para que Candy aceptara. Aun así, no importaba como viera ese desastre, Albert tenía que admitir que después de todo él era la causa primordial por la que Candy había perdido su valioso empleo y su reputación, y él no pudo soportar el sentimiento de culpa por más tiempo, así que se puso de pie y se alejó.

Candy sobresaltada, preguntó en voz alta, “¿qué pasa, Albert?”

Hubo un largo y profundo silencio. Sin que ella lo supiera, un debate intenso se llevaba a cabo en el interior de Albert. Ella se le acercó, y la manera en que fruncía el ceño la preocupó, así que ella le murmuró, “Albert, escúchame. El Dr. Martin- ”

Repentinamente dejó de hablar cuando sus ojos azules se posaron sobre los suyos de color esmeralda, con una expresión perturbada. Deseando poder leer sus pensamientos, lo tomó del brazo, “¿Albert?”

Él habló después de eso, “Candy, no debería molestarte más.”

Una mirada inquisitiva atravesó su rostro. “¿Qué?”

Después de un profundo suspiro, él intentó explicarse. “No he sido más que una carga para ti… ahora que puedo cuidar de mí mismo, es tiempo de mudarme.”

Ella sintió como si algo duro la hubiera golpeado, y su cabeza empezó a girar en círculos. Sin esperar una respuesta de su parte, él se dirigió directo a la recámara. Pensando que iba a dejarla en ese momento, ella corrió hacia él y le suplicó, “¡Espera! ¡No te vayas!”

Conforme tomó el borde inferior de su chaqueta, él permaneció congelado en su lugar y volteó a mirarla por encima del hombro. El gesto familiar les recordó a ambos la noche en el Parque Natural de Chicago unos meses atrás. En aquel entonces, Albert le había dicho a Candy que no se preocupara por él antes de dejarla.

Con un brillo de humedad en sus ojos azules, susurró, “Candy…”

Tenía los ojos llenos de lágrimas, y exclamó emocionalmente, “¡Nunca has sido una carga para mí, y me has prometido quedarte hasta que te recuperes!”

Su voz se quebró mientras luchaba por contener el llanto. Él se giró y colocó suavemente las manos sobre sus hombros diciendo, “Candy, no te estoy dejando esta noche. Pero deberías saber que lo haré en breve.”

Albert tuvo que esforzarse para controlar el temblor en su voz, pero fracasó. Aún, ella no pudo escucharlo y permaneció negando vigorosamente con la cabeza. Ella creyó que se había preparado para este momento, que su compañero la dejaría por cualquier motivo. Sin embargo, en este preciso momento, ella se encontraba en estado de negación.

“Escucha.” Le dijo, pero se detuvo tan pronto como ella levantó la cabeza para mirarlo directamente a los ojos. Sus ojos que normalmente resplandecían, ahora sólo mostraban tristeza, y ella gimió, “Prefiero perder mi trabajo a perderte a ti…”

Lo que ella había dicho lo golpeó como nunca antes. Por el bien de ella, él debería mudarse aunque él daría cualquier cosa por permanecer a su lado por el resto de su vida. Candy, ¿no puedes ver que no tengo otra opción? ¿Crees que realmente quiero dejarte?

Sin embargo, trató de hacerla entrar en razón, “Candy, no sólo has perdido… un trabajo… sino que también tu reputación… por mi culpa. La gente comenzará a circular todo tipo de chisme sucio acerca de ti.”

Ella negó tercamente con la cabeza. “Pero nuestros vecinos no lo saben todavía. Ellos aún piensan que eres mi hermano mayor.”

Él quería decirle que los vecinos se enterarían tarde o temprano, pero prefirió quedarse callado. No tenía caso discutir con ella mientras él mismo estaba sufriendo. Como deseaba decirle en ese momento que quería casarse con ella.

Por otro lado, ella supuso que su silencio implicaba que se mantenía en la misma postura, así que se obligó a alejarse de él y se dejó caer en el sofá, inclinándose hacia adelante con la cabeza entre las manos. Él sintió como se le partía el corazón al verla tan abatida, y se arrepintió de haber discutido el tema esa noche. Ambos habían tenido un día muy largo, primero el ataque del león y después las noticias de Terry. Ella debía estar angustiada.

Mientras la observaba en silencio con las emociones sueltas en su rostro, sopesó sus opciones. Tenía miedo si permanecía junto a ella, podría cambiar de opinión, y aun así, estaba renuente a dejarla sola en ese momento. Permaneció en donde estaba y dijo, “Candy, pensaba decírtelo… ayer, mi memoria regresó-”

Ella levantó la cabeza y sus ojos se abrieron cuando lo cuestionó dubitativamente, “¿Quieres decir que ya te has recuperado?”

Él se aclaró la garganta. “No, no completamente, pero lo haré… tarde o temprano.”

Entonces le reveló lo que le había ocurrido en el trabajo el día anterior. Después de escucharlo hablar acerca de su sueño y lo que el Dr. Martin le había dicho esa mañana, ella estaba terriblemente desconcertada. Él jamás esperó una reacción tan fuerte por parte de ella. ¿Acaso no había sacado ella misma el tema de que este había sido el acuerdo entre ellos?

No pudo evitar sentarse a su lado, abrazándola para brindarle su apoyo. “Déjame decírtelo de nuevo. No me mudaré esta noche. Pero lo más importante, me mantendré en contacto contigo… de manera regular.”

Instantáneamente, una sonrisa de alivio asomó a sus labios. Además, la sonrisa sincera en el rostro de él era más que reconfortante, por lo que se apresuró a limpiar sus lágrimas con el dorso de su mano. “Tonta de mí… cuando dijiste que te mudarías, pensé que te referías a que retomarías tus viajes… y no sé… ¡no estaba segura de si volvería a verte!”

“¡No me sorprende!” exclamó él. Ahora, su actitud dramática tenía sentido, por lo que apretó su abrazo, burlándose de él mismo para aliviar la tensión en el aire, “¿De dónde crees que conseguiría el dinero para viajar, Candy?”

Con su pregunta, su sonrisa creció, mostrando la blancura aperlada de sus dientes, Entonces, inesperadamente, él se puso serio y con una mirada inquebrantable le dijo, “No voy a decepcionar a mi pequeña hermana.”

Profundamente conmovida por sus palabras, ella recargó la cabeza en su hombro y colocó los brazos alrededor de él. Entonces respiró en su cuello, “Albert, realmente no me importa lo que la gente diga de nosotros… pero si realmente insistes en mudarte, sé que debo dejarte ir.”

Sintiendo su cálido aliento contra su cuello, su resolución se había debilitado significativamente. Tal vez debería de separarse de ella en ese momento o se arrepentiría de su decisión, pero se sentía tan bien al estar abrazándola. Entonces la voz de Candy interrumpió sus pensamientos. “¿Te lastimé?”

Al preguntar, se había enderezado inmediatamente y agregó, “Casi me olvido… tus heridas aún están frescas… Lo siento Albert.” Fue el olor a sangre seca lo que la había hecho recordar el incidente de la mañana.

“No te preocupes,” le contestó con su habitual ternura, y una sonrisa tensa en los labios. “El dolor es tolerable.”

Entonces él abrió sus brazos invitándola, y ella captó la indirecta por lo que con mucho gusto volvió a abrazarlo. Cariñosamente la envolvió con los brazos por la cintura y pensó para sí, sólo déjame abrazarte por última vez… cuando me mude, aprenderé a actuar una vez más como tu hermano mayor.

Mientras ella se refugiaba en su calidez, el recuerdo del ataque del león revivió, y lo abrazó más fuerte como si fuera a desaparecer en cualquier momento. Entonces le expresó su gratitud, “Me has salvado del peligro una vez más hoy, y sin ti, el león pudo haberme matado.”

“Candy…” Albert no sabía qué más decir. Tembló ante el pensamiento de ese momento crítico cuando el león se había abalanzado sobre ella. No se atrevía a imaginar lo que pudo haber ocurrido si él no hubiera sido capaz de protegerla ese día.

Ajena a sus pensamientos, ella murmuró con un tono de remordimiento, “De nuevo, he demostrado lo torpe que soy. Por mi culpa… resultaste seriamente herido.”

Renuentemente la alejó de sí mismo. Su mirada era una mezcla de ceño fruncido y sonrisa cuando la instó, “Prométeme que no volverás a culparte, ¿de acuerdo?”

No obstante, ella bajó la mirada, murmurando para sí misma, “Si hubiera podido escapar con la suficiente rapidez…” Estaba aterrada… sin duda alguna esa bestia era impredecible… capaz de hacer cualquier cosa…

“Créeme, Candy, aunque hubieses podido escapar o no, el león podría haberte atacado de igual manera.”

El sentimiento de ansiedad y el terror regresaron, y ella lo miró buscando en sus ojos. “¿Eso es verdad?”

Él confirmó asintiendo. Entonces un pensamiento sombrío lo golpeó, si hoy no hubiera reaccionado lo suficientemente rápido, las garras del león pudieron haberle rebanado el rostro o la garganta… estuvo muy cerca… ¿y si realmente la hubiera perdido hoy?

Notando el miedo en sus ojos esmeralda, acunó su rostro con la mano, como si esta tuviera voluntad propia. Su piel se sentía tan suave y tersa bajo su palma, que sintió que su corazón rebozaba de anhelo y amor. Como deseaba poder acariciar su mejilla o recorrer la línea de su quijada con los dedos. Ella encontró consuelo en su contacto, y su rostro dibujó una ligera sonrisa. Al verla sonreír, él retiró su mano de su rostro, aunque renuentemente.

No le tomó mucho tiempo darse cuenta de que su compañero de piso estaba diferente esa noche. Estaba segura de que su contacto le había provocado un nerviosismo momentáneo, pero había algo más en él que un mero consuelo, y ella se había sentido aturdida. Entonces, repentinamente la tiró de ella hacia sus brazos y acarició su hombro con la barbilla. La estrechó tan fuerte que de manera inconsciente inhaló bruscamente.

Nunca habían estado tan cercanos. Su calor corporal se mezclaba y ambos podían sentir los latidos de sus corazones. Actualmente, él se debatía en el dilema de descubrir sus sentimientos ante ella en ese momento o esperar. El incidente con el león le había hecho ver que pudo haberla perdido sin haber tenido la oportunidad de confesarle sus sentimientos. Además, después de esta noche, probablemente no vuelva a estar así de cerca de ella de nuevo…

De hecho, desde el momento en que había regresado a casa en la tarde todas sus luchas internas habían golpeado la presa de sus emociones, y como resultado, la presa se había desquebrajado a un ritmo alarmante. Sin mencionar que la dulce esencia de ella era embriagadora, y que ante la sensación de sus suaves curvas apretadas contra su cuerpo, estaba perdiendo rápidamente su habilidad de mantener sus deseos al margen. Entonces se escuchó a sí mismo decir en voz alta, “Candy, no podría soportar verte herida…”

Se había expresado con emoción, y no podía creer lo que había escuchado. Ahora que sus sentimientos habían escapado de la presa ya no quería suprimir sus emociones. Por lo tanto, deliberadamente hizo a un lado los pensamientos de Terry, y aspiró su fragancia y recorrió con los dedos sus sedosos rizos.

Ella nunca lo había visto tan afectado por los sentimientos, y sus palabras tan sentidas agitaron su alma. En repuesta su respiración se aceleró y los latidos de su corazón se apresuraron, pero su mente confusa no tuvo problemas para procesar sus siguientes palabras, “Si vuelvo a verte en peligro, no dudaré en protegerte, aun si me cuesta la vida.”

Nadie la había querido tanto, y su valiente acción de ese día le había demostrado que lo decía en serio. Estaba tan impactada que las lágrimas se acumularon en sus ojos de nuevo. Luchó por contenerlas debido a que ya había llorado demasiado, pero una pregunta la acechaba, Albert, ¿por qué eres tan bueno conmigo?

Inesperadamente y para su decepción, finalmente la liberó y permaneció sentado ahí, mirándola con nostalgia pura en sus ojos. Al fin, algo encajó en la profundidad de su corazón. Ya no era una niña, y se imaginó la respuesta a su propia pregunta. La realización la hizo girar la cabeza y sus lágrimas escaparon inadvertidamente. En ese momento sintió sus largos dedos recorriendo su rostro, limpiando sus lágrimas, y su corazón dejó de latir por un instante, mientras recordaba la misma ternura de la noche anterior después de que la había acostado en la cama, creyendo que estaba dormida.

Nunca pensó que él pudiera llegar a sentir algo por ella, e incluso no podía estar más confundida en ese momento, incapaz de discernir sus propios sentimientos hacia él. Sólo sabía que su corazón golpeaba a un ritmo furioso contra su caja torácica.

A continuación, le confesó con su voz profunda y aterciopelada, “Me importas más que nada en este mundo, Candy.”

Al escucharlo, una oleada de emoción la inundó; estaba conmovida, más que conmovida en realidad, y le mantuvo la mirada, observando cómo se inclinaba. No se había percatado de lo cerca que estaban hasta ahora; prácticamente podía sentir su aliento en el rostro, y después de que la besó gentilmente en la frente, cerró los ojos sin saber. Entonces, las emociones se hicieron cargo de él. Echó la restricción por la ventana y bajó la cabeza. Su boca envolvió la de ella en el beso más dulce que ella jamás había experimentado hasta ese momento en su vida. Cada fibra de su ser despertó ante la sensación de los cálidos labios de él contra los suyos, y ella estaba más que abrumada. Al mismo tiempo, no podía negar la sensación que su gentil beso había invocado en ella.

Por otra parte, tan pronto como probó los restos de las lágrimas en su piel, su conciencia resurgió, causando que se detuviera abruptamente. Un pensamiento acusador le llegó, ¿qué le estás haciendo, Albert? Sabes que ella aún ama a Terry…

Albert inmediatamente se apartó de Candy. Mientras tanto, ella se veía encantadoramente hermosa con los ojos cerrados; sus labios ligeramente separados, y un ligero brillo rosado en las mejillas. Sin embargo no pudo evitar el triste pensamiento, ¿por qué habría permitido que la besaras? ¡Siempre te ha tratado como a un hermano mayor! Probablemente no quería herir tus sentimientos, así que no opuso resistencia… O incluso peor, ¡fue su manera de mostrarte su agradecimiento por haberle salvado la vida hoy!

Se encontró temblando de culpa y vergüenza, atormentado más allá de las palabras. Su mente fue bombardeada por la idea, ha estado muy vulnerable esta noche. ¡Te estás aprovechando de ella!

Ella abrió los párpados por lo repentino de su retirada, y se quedó sin aliento cuando vio una sola lágrima correr por su mejilla. Si hubiera sabido lo que iba a pasar, habría impedido que se alejara de su lado. Pero en el asombro, no tenía la más vaga idea.

Él aprovechó la oportunidad para levantarse en toda su estatura. “Lo siento mucho, Candy. ¡No debí hacerte esto!”

Sin perder un segundo más se dirigió a la puerta principal.

Ella gritó apresuradamente, poniéndose de pie, “¿A dónde vas?”

Con la mano ya en la manija de la puerta, volteó a mirar hacia el techo y explicó con la voz cansada, “No tengo excusa alguna. Sé que tu corazón le pertenece a Terry, por eso lo que hice estuvo absolutamente mal.”

Había dicho las últimas palabras con frustración. Sintiéndose avergonzado, abrió la puerta y literalmente salió corriendo.

Apenas pudo registrar lo que estaba pasando. Después de un momento de asombro, gritó su nombre con todas sus fuerzas, “¡Albert-!”

Determinada a seguirlo, se escabulló por la puerta, pero cuando llegó a la escalera, él ya no se encontraba a la vista. Él la amaba, pero había elegido dejarla. Una oleada de desolación la golpeó en el estómago, y tuvo que tragarse el doloroso nudo que tenía en la garganta al recordar sus palabras de angustia. Debo encontrarlo… ¡tenemos que hablar!

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Esta es mi confesión de las cosas que he guardado en mi interior

Secretos que he intentado ocultarte, nunca lo sospechaste.

Han estado cuidadosamente contenidos, respetuosamente he restringido la verdad…

Pero ahora ya no puedo ocultarlos más, no puedo negarlo más.

Estoy enamorado de ti y no me importa quien se entere y se nota…

Que te he querido durante tanto tiempo, y ahora que toda mi fuerza se ha ido

No puedo mantener estos sentimientos encerrados dentro de mi alma…

Así que esta es mi confesión, mi corazón sin disfraz

Desnudo y abierto para ti, he abandonado la protección

Que en silencio había ocultado todo lo que ahora te revelo.

Porque ahora ya no puedo ocultarlos más, no puedo negarlo más.

Estoy enamorado de ti y no me importa quien se entere y se nota…

Que te he querido durante tanto tiempo, y ahora que toda mi fuerza se ha ido

No puedo mantener estos sentimientos encerrados dentro de mi alma…

Cualquiera que sea tu reacción sin miedo y sin reserva te diré honestamente

Que te he querido durante tanto tiempo, y ahora que toda mi fuerza se ha ido

No puedo mantener estos sentimientos encerrados dentro de mi alma…

Así que esta es mi confesión… [2]

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El Amor Nunca Falla

Notas del autor:

Sé que este capítulo es muy diferente a la historia original, donde Albert decide mantener en secreto su recuperación y continuar con Candy por un periodo de tiempo prolongado, hasta que fue expulsado por la casera. Como Candy dijo, sus vecinos aún desconocían su verdadera relación, y él claramente no deseaba dejarla.

Siempre pensé que la manera en que Albert protegió a Candy del león fue una prueba contundente de que la amaba profundamente, tal como Susana salvó a Terry del brutal accidente.

Manténgase en contacto para el siguiente capítulo para ver lo que ocurre a continuación. Cualquier comentario es bienvenido.

Notas al pie de página:

[1] De acuerdo a Wikipedia, ni los antibióticos (como la penicilina) ni la vacuna contra el tétanos estaba disponible en este tiempo. Si poseen alguna fuente que pruebe lo contrario, por favor háganmelo saber. Gracias.

[2] Tal vez deseen ver un video en YouTube llamado “Albert’s confession to Candy” (“La confesión de Albert a Candy”), dirigido por una de las escritoras de Candy Candy fanfiction, MrsCage. La canción que ella utilizó es “My Confession” (“Mi Confesión”) de Danny Vera como se muestra arriba.

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