Disclaimer: Candy Candy y todos los personajes pertenecen a Kyoko Mizuki, las imágenes a Yumiko Igarashi y el anime a Toei Animation.
Nota: Este capítulo está ligeramente basado en la versión del manga y en una de las cartas que Albert le envía a Candy en la Historia Final de Candy Candy.
¡Muchas gracias por su interés continuo en esta historia! Sus comentarios de aliento me hacen sonreír y ciertamente me motivan a continuar escribiendo un capítulo tras otro. ¡Mi aprecio va para todas ustedes por su retroalimentación tan valiosa!
¡Muchas gracias mi amiga, SweetCandyAndley! Por favor, entienda que ella está muy ocupada.
-Ms Puddle
Capítulo 8: Amigos (Parte 1)
Después de leer la carta de Anna, Candy finalmente comprendió por qué su añoranza por Albert había sido tan fuerte. Durante su ausencia, difícilmente pudo distraerse y dejar de extrañarlo.
Albert, ¡no sabes cuánto anhelo volver a estar entre tus brazos! Ya sea que estés listo para verme o no, no puedo esperar indefinidamente. Tengo que verte ahora mismo.
Con el corazón latiéndole furiosamente, se apresuró a cruzar el corredor y se escabulló por las escaleras. Cuando salía apresuradamente del edificio de departamentos, escuchó una voz familiar que la llamaba por su nombre, “Candy, ¿cuál es la prisa?”
Su corazón se saltó un latido. Su cuerpo parecía estar congelado en el mismo lugar. ¿Albert? ¿Es Albert?
No podía creer lo que escuchaba, pero se las arregló para girarse, el joven atractivo a quien ella estaba desesperada por ver, estaba parado frente a ella, sonriéndole. Sin embargo, era demasiada la coincidencia, tanto que dudó por un momento que sus ojos estuvieran funcionando correctamente. ¿Cómo puede ser? ¡Él se aparece en este preciso momento como si supiera lo que me ha ocurrido!
Sólo para asegurarse de que no estaba soñando, se frotó los ojos. El joven dio un paso para acercarse a ella y le preguntó, con la voz cargada de preocupación, “Candy, ¿te encuentras bien?”
Su pregunta la regresó a la realidad. Estaba emocionada al descubrir que en verdad él había venido a verla. Con las lágrimas inundando sus ojos, corrió inmediatamente hacia la persona que su corazón más quería.
Él estaba fascinado con la manera en que el rostro de ella se había iluminado y sin embargo, cuando ella se acercó, le mostró la bolsa enorme y pesada que sostenía entre las manos y le decía: “Candy, ¡te compré muchos de tus bocadillos favoritos!”
Ella caminó lentamente debido a eso y su estómago gruñó en respuesta. “¡Dios mío!” exclamó, terriblemente avergonzada.
Él se rio. “¡Justo a tiempo!”
Ella se sintió aliviada. Escucharlo reír de esa manera era reconfortante y se le unió. Ya había pasado algún tiempo desde la última vez en que se habían reído juntos.
Un momento después, Albert dejó de reír y le preguntó de nuevo: “Entonces Candy, ¿cuál es la prisa?”
Ella se encogió de hombros al tiempo en que sacaba la lengua. “Ah, no. Ya no es nada.” Entonces estiró la mano para tomarlo del codo e invitarlo, “Albert, ¿no vas a pasar? ¡Déjame cocinar esta noche!”
Así, sin esperar su respuesta, emocionada se apresuró a cruzar la entrada principal del edificio. Él la siguió ágilmente, pero le dijo: “Me encantaría, pero no puedo.”
Ella se detuvo en seco y se giró de inmediato. “¿Por qué?” La decepción cubría su rostro. Debido a que ya se encontraba dos escalones arriba, sus ojos estaban a la misma altura y por un breve momento él se quedó sin palabras. Él sabía que lo que había dicho la había molestado, pero nunca esperó una reacción tan fuerte. Entonces, con una mirada cargada de tristeza, le explicó: “Se supone que debo asistir al ensayo de la boda esta noche y Daniel va a pasar por mí.”
Ella frunció el ceño en disgusto y le preguntó: “¿Ahora mismo?”
Él sonrió, tímidamente. “Todavía tengo unos diez minutos aproximadamente.” Sabía, por el puchero que ella tenía que se encontraba disgustada.
“Está bien, entonces,” le contestó y contuvo un suspiro antes de continuar subiendo las escaleras. Como él tenía que irse tan pronto, la alegría que había sentido al verlo de nuevo se disipó muy rápido, tal como lo hace el aire que se escapa de un globo. Para el momento en que llegaron a la puerta de su departamento, él le dijo con calma, “Leí tu carta, Candy.”
Sus palabras la pusieron nerviosa y sintiendo mariposas en el estómago, levantó el rostro para mirarlo a los ojos, cuestionándolo, “¿sí?”
Él le sostuvo la mirada por un momento antes de contestarle con ternura, “Así que quise pasar a verte primero.”
Ella asintió comprendiéndolo. Recordaba con precisión sus propias palabras al presionarlo para venir debido a que le había prometido no decepcionarla. Sin embargo, se preguntaba por qué había escogido aparecerse precisamente esta noche, cuando sólo contaba con unos minutos. Con esos pensamientos desconcertantes rondando en su cabeza, hurgó en su bolso para sacar las llaves y abrir la puerta, dejándolo pasar.
Él atravesó la entrada y recorrió el lugar con la mirada, la melancolía dibujada en el rostro mientras colocaba la pesada bolsa sobre la barra de la cocina. Sin pensarlo dos veces, sintiéndose hambrienta y curiosa, Candy revisó el contenido de la bolsa de papel para ver lo que le había traído. Se sintió considerablemente conmovida al ver que él realmente sabía cuáles eran sus bocadillos preferidos. Cuando iba a agradecerle se dio cuenta de que estaba recargado en la puerta principal, observándola desde la distancia. Se sintió un poco perpleja, preguntándose cuál sería la razón por la cual él se mantuviera a distancia, pero por el gesto de sus labios, estaba claro de que se estaba divirtiendo ligeramente.
Sintiéndose descubierta, se inventó una excusa, “Albert, sé que no es hora para bocadillos y que debería de preparar una merienda adecuada…”
Finalmente él rio divertido. Aparentemente mortificada, ella agregó, con el rostro sonrosado, “En realidad he sido una buena chica, y ¡cocino casi todas las noches!”
Escéptico, él levantó una ceja y repitió: “¿casi?”
Ante lo que ella respondió con orgullo, “¡Sí!” Entonces aprovechando el momento y de manera juguetona le pidió, “¡Y tú deberías darme una palmada en el hombro, como te lo pedí en mi carta!”
Ahora que había expresado explícitamente su deseo de recibir un poco de ánimo por su parte, él estaba más que dispuesto a cumplir su petición. De hecho, la había extrañado tanto que tuvo que ejercer todo su autocontrol para no atraerla a sus brazos en ese momento. Durante las últimas semanas, se había repetido constantemente que ella era sólo su mejor amiga y que no debería pedir más. Por eso, antes de venir a la Casa de Magnolia, él se había dispuesto a no iniciar ningún abrazo.
Ella lo escuchó repetir sonriente su petición mientras se acercaba a ella, y no podía esperar para estar nuevamente cerca de él, así que lo rodeó con los brazos por la cintura y acurrucó la cabeza contra su pecho. Todo lo que quería era sostenerlo, aunque fuera por un breve instante.
Esto lo sorprendió, pero el abrazo apretado que ella le proporcionó le recordó la noche en que ella lo había rastreado con éxito hasta el parque después de que dejara el hospital. Muy pronto, las emociones se acumularon en su interior, y lentamente la rodeó con sus brazos, dándole la palmada en el hombro que le había pedido. Entonces, le susurró, con los labios temblando ligeramente, “Una vez más, lamento mucho mi comportamiento inexcusable de aquella noche, Candy.”
Ella estaba al borde de las lágrimas, y aun así murmuró en respuesta, “Albert, ya no hay necesidad de disculparse.”
Pero justo después de haberlo dicho, él la alejó gentilmente, lo que la preocupó. Ella se percató de la indudable sonrisa conmovedora en su rostro, aunque estaba teñida de tristeza. Suavemente le dijo, “Candy, déjame verte bien.” Él pensó, sin duda se ve un poco demacrada, tal como me lo comentó el Dr. Martin. Es mi culpa… si tan sólo no hubiera perdido el control aquella noche…
Mientras Albert parecía pensativo, Candy también estaba observando su rostro. Parecía cansado, probablemente debido a que trabajaba muchas horas y a los preparativos de la boda, pero estaba muy guapo. Ahora que ya no estaba confundida con sus sentimientos, intentaba armarse de valor para confiar en él, vamos Candy, sólo habla.
Entonces, inhaló profundamente y lo miró con sus ojos brillantes directamente a los ojos de un azul impactante, mientras que los suyos se tornaban serios, “Albert…”
“Si, ¿Candy?” su voz lo había devuelto al presente. Hubo una pausa mientras sus miradas se encontraron y se mantuvieron durante un instante, pero repentinamente, ella sintió que algo se movió entre sus pies. Al mirar hacia abajo vio a Pouppe que gemía atrayendo su atención.
“Hola Pouppe”, le sonrió al instante y se agachó. “Lo siento, no te había visto.”
Mientras Candy levantaba a la mofeta en sus manos, Albert apuntó hacia la taza que yacía en el suelo con el té derramado. “Veo que de verdad tenías prisa, Candy,” le decía con un guiño.
Antes de que ella pudiera explicarse, parecía que él iba a levantar la taza, por lo que ella se apresuró a detenerlo. “No te preocupes, Albert. Sé que tienes que irte pronto. Deja que yo lo limpie más tarde.”
Lamentablemente, por la misma razón, ella perdió el valor de confesarle sus sentimientos en ese momento.
“Está bien entonces,” él estuvo de acuerdo. “Así que, ¿tenías algo qué decirme?”
Ella sonrió mientras negaba con la cabeza. “Nada,” contestó, intentando mantener un tono de voz casual.
Sin saber cuál era el hilo de sus pensamientos, él se aclaró la garganta, frunciendo seriamente el ceño. “Con relación a tu carta, quería pasar antes para hablar contigo de frente, pero he estado muy ocupado en el trabajo. Además, la boda de Daniel ya se acerca.”
Ella asintió comprensivamente, y él le preguntó con seriedad, “¿Puedo regresar un día de la próxima semana? Aún no sé con exactitud qué día… estoy en el proceso de negociar mis horas de trabajo con el chef principal, pero definitivamente me quedaré más tiempo la próxima vez que venga.”
La buena noticia la animó indudablemente, y se dijo a sí misma que hablaría cuando él regresara la próxima semana, así que asintió sin tardanza. “¡Por supuesto! Sabes que siempre eres bienvenido.”
Albert la observó, evidentemente aliviado. Entonces sacó una carta de su bolsillo y le dijo, “Antes de irme, quiero darte esto.”
Ella levantó una ceja, bromeando, “¿Una entrega personal?”
Él le contestó con el rostro solemne, “Sí, esta es mi repuesta a tu carta. No quiero que sigas esperando, así que decidí escribirte. Quise venir personalmente esta noche porque quería asegurarme de que la recibieras antes de que volviéramos a vernos.”
“Entonces, ¿esto debe ser importante?” murmuró, visiblemente intrigada. Apenas pudo reprimir su curiosidad, pero pensó que sería una descortesía leerla delante de él, por lo que la colocó en su bolsillo. “Muy bien, la leeré más tarde. Daniel debe estar esperándote ya.”
Albert reconoció que era posible, y asintió firmemente. “Ah, una cosa más. ¿Podrías hacerme un favor, Candy?”
Ella le contestó bromeando, “depende…”
“No puedo llevar a Pouppe a la boda,” comenzó, riendo para sí mismo, y ella saltó con incredulidad, “¿qué hay de malo con Pouppe?” Entonces abrazó a Pouppe y la acercó a su corazón como si protegiera a la pequeña criatura de cualquier daño.
Él explicó, encogiéndose de hombros, “Pouppe es una mofeta, y desafortunadamente, no a muchas personas les agradaría tener a una mofeta en una boda-”
Ella lo interrumpió, con una sonrisa tranquilizadora en el rostro, “¡Lo sé! ¿Quieres que cuide de Pouppe en tu lugar?”
Él asintió con una sonrisa. Sin dudarlo, ella le prometió, “Por supuesto que puedo cuidarla. Extraño mucho a Pouppe, y me alegra tenerla conmigo para que me haga compañía.”
“Gracias Candy.” Le dijo Albert sinceramente. “Pero ya tengo que irme.”
Ella estuvo de acuerdo, y él se dirigió a la puerta principal, pero ella inesperadamente lo tomó del brazo para detenerlo. “¿Vendrías después del ensayo?”
Su petición lo tomó desprevenido, y murmuró en voz baja, “Pero es el ensayo de la cena…”
Entonces la miró. “No sé a qué hora podré salir.”
Ella le sonrió animándolo, “No te preocupes. Te esperaré.”
Obviamente confundido, le preguntó, “¿podría saber por qué?”
Candy le contestó con su sonrisa más dulce, “Porque nunca te he visto vestido de etiqueta, por eso.”
Hubo un pequeño y sorpresivo silencio. Sus motivos lo sorprendieron, y sólo pudo contemplarla sin palabras. Un momento después, se recompuso y una pequeña risa brotó de su garganta. “Está bien. En caso de que te canses de esperarme, puedes acostarte antes. Me aseguraré de llevar tu llave conmigo.”
Su rostro se iluminó. “Entonces, ¿te veré pronto?”
Notando que estaba visiblemente complacida, algo en su interior fluyó con emoción también, por lo que asintió sonriendo. Mientras abría la puerta, sorpresivamente ella lo siguió y le dijo, “Bajaré contigo, Albert. Quiero felicitar a Daniel personalmente.”
Ante la visión de Daniel y una joven rubia esperando en la entrada del edificio de departamentos, Candy inhaló bruscamente. Se preguntaba, ¿será Grace o Charlotte?
Sin saberlo, Albert contestó a su pregunta mental inquiriendo, “Daniel, ¿dónde está Grace?”
Después de decirle, “Grace ya se fue a la capilla con sus padres”, Daniel le sonrió a Candy, saludándola, “Hola señorita Candy, ¡es bueno volver a verla!”
Candy le contestó inmediatamente, “¡Felicitaciones Daniel!” El novio se veía incluso mejor que la primera vez que lo conoció en el restaurante.
Daniel replicó, “¡Gracias! Usted se ve siempre muy linda, señorita Candy.” Entonces se giró hacia la rubia que estaba a su lado y las presentó. “Charlotte, ella es la mejor amiga de Albert, Candy.”
Candy estaba aturdida y su pecho se contrajo ante la idea de que esta joven rubia fuera la Dama de Honor. Le recordó todo acerca de Susanna, siendo espectacularmente hermosa, femenina y con gracia. Charlotte portaba una elegante mascada en azul claro cubriendo ligeramente su cabeza para mantener su largo cabello rubio y rizado lejos de su rostro angelical, acentuando sus mejillas rosadas y resaltando sus ojos de color azul zafiro, enmarcados en un tono perlado de piel.
En ese momento, Charlotte extendió su mano hacia Candy y le dijo, con una elegante sonrisa curvando sus labios rojos, “Candy, es un placer para mi conocerte.”
Candy se forzó a responder, apenas esbozando una sonrisa amistosa, “El placer es todo mío, Charlotte.”
Charlotte se sorprendió ligeramente, ¡qué sonrisa tan encantadora! En voz alta, le preguntó cordialmente, “Candy, ¿te ha dicho Albert que yo también estudié en la Escuela de Enfermería de Mary Jane?”
Candy negó con la cabeza, todavía sonriendo, pero al mismo tiempo, notó la familiaridad en su tono de voz cuando se refería a Albert. Candy no pudo evitar mirarlo de lado; él estaba hablando con Daniel en ese momento.
Entonces la dama con rostro de muñeca continuó, “He escuchado mucho de ti, Candy, aunque nunca esperé que fueras tan joven.”
Candy se percató de que Charlotte era apenas un par de años mayor que ella. Entonces bromeó de sí misma, “Estoy segura de que aun hablan de lo distraída que era y de los errores que cometía.”
Hubo una expresión de asombro en el rostro angelical de Charlotte, quien inmediatamente la corrigió, “¡Oh, no! Ellos hablan muy bien de ti, incluyendo a la directora en persona.”
La repentina interrupción de Daniel sorprendió a las jóvenes. Él exclamó, golpeándose la frente, “¡Lo lamento muchísimo, Señorita Candy! ¡Acabo de darme cuenta de que debí haberla invitado a nuestra boda!”
Pero Candy sonrió y negó con la cabeza, mostrando a Pouppe que permanecía en sus manos, “Daniel, lo lamento. No creo que pueda asistir ya que debo cuidar de ella.”
Él rio. “Es cierto. ¡Probablemente sea la mejor persona para cuidar de la mascota favorita de Albert!”
Entonces se giró hacia Charlotte y murmuró, “Será mejor que nos vayamos, o tu hermana se va a enojar conmigo.”
Asintiendo, Charlotte miró a Candy y le dijo con una voz dulce, “Buenas noches, Candy.”
“Adiós, Charlotte. Por favor saluda a nuestra directora de mi parte.”
Charlotte le sonrió en respuesta. Candy debía admitir que todas sus acciones eran gráciles, a diferencia de ella.
Entonces Candy permaneció en su lugar, observando a Daniel dirigir a Charlotte hacia el auto, que no era el mismo auto viejo que le había prestado a Albert el mes pasado para su cumpleaños.
Sin embargo, Albert se había quedado atrás ya que había percibido su nerviosismo, por lo que le preguntó si deseaba asistir a la boda. “Podría pedirle a alguien más que cuide de Pouppe, ¿sabes?”
Pero ella le sonrió, negando con la cabeza. Como se mantuvo firme en su respuesta, él no intentó persuadirla más, sabiendo que sus amigos lo estaban esperando en el auto. Sin que él lo supiera, ella no estaba segura de poder soportar ver a la hermosa Charlotte cerca de Albert la mayor parte del tiempo, y ya que ambos estaban en la misma celebración nupcial, eso era inevitable.
Aunque Albert tenía una corazonada de que algo no andaba bien con Candy, lo dejó pasar, pero simplemente “entonces te veré después de la recepción.”
Su sonrisa se extendió al asegurarle, “Sí, ¡te veo después! No te preocupes por mí ni por Pouppe. También leeré tu carta.”
“¡Cuídate!” le dijo al despedirse, las esquinas de sus labios curvándose en una sonrisa. Entonces tomó su mano entre las suyas y le dio un ligero apretón antes de apresurarse en dirección del auto.
Tan pronto como Candy entró en su departamento, se recargó en la puerta cerrada y se obligó a calmarse. Ahora que Albert se había ido, el departamento estaba insoportablemente silencioso de nuevo. No sólo eso, su apetito también había desaparecido. Esta noche le habían ocurrido demasiadas cosas después de llegar del trabajo, y se sentía tan exhausta que sólo deseaba acurrucarse en la cama cubriéndose con las mantas hasta la cabeza y dormir.
Conforme el cansancio se apoderaba de ella, se dirigió pesadamente a la habitación y se dejó caer en la cama inferior de la litera. Sin embargo, cuando cerró los ojos, el rostro de Albert cruzó por su mente, y en cuestión de segundos, la imagen de Charlotte invadió su mente también. Charlotte es tan impresionantemente hermosa… incluso más hermosa que Anna… y ella podrá bailar con Albert…
El hecho de Albert estuviera viendo frecuentemente a Charlotte le dolió a Candy, y el beso que Anna le robó a Albert parecía trivial en ese momento. Entonces sintió un dolor penetrante en el pecho, y su respiración se dificultó. La sola presencia de Charlotte la había intimidado, y el rostro sonriente de Susanna mientras le mentía acerca de Terry en el hotel de Chicago resurgió en su mente. En aquel entonces, al ver la belleza exquisita de Susanna, Candy también se sintió inferior.
¿Se repetirá la misma historia? ¿Perderé a Albert frente a Charlotte?
Entonces negó con la cabeza con terquedad, como si quisiera alejar este pensamiento terrible y desagradable. Ahora se arrepentía de no haber aceptado la invitación de Daniel. Si lo hubiera hecho, también habría tenido la oportunidad de bailar con Albert. Aunque, al mismo tiempo, Candy se alegraba de haber declinado la invitación. Si Charlotte se veía atractiva vestida casualmente, no podía imaginar lo espléndida que se vería con su vestido de Dama de Honor, con el maquillaje y el peinado adecuados. Por lo tanto, era probable que fuera mejor si se mantenía alejada.
Momentos después, recordó de improviso la carta de Albert. Él se había esforzado en comprarle bocadillos y en pasar a verla en casa a pesar de estar muy ocupado como el padrino de Daniel. Sin embargo, había algo definitivamente diferente en Albert, y no podía entender qué era exactamente.
Aun así, se preguntaba qué era tan importante acerca de la carta que tuvo que llevarla personalmente antes de volver a verla. Por algunas razones, tenía miedo de su contenido desconocido, pero mientras más pospusiera el momento de leerla, más nerviosa se ponía. Con los pensamientos melancólicos, renuentemente se incorporó en la cama e inhaló para calmarse.
Rompiendo el sobre con las manos ligeramente temblorosas, comenzó a leer,
‘Querida Candy,
Antes que nada, creo que te debo una explicación.
Desde que comenzamos a vivir juntos, siempre supe que estabas completamente enamorada de Terry, así que es mi culpa haberme permitido enamorarme de ti y dejar que mis sentimientos crecieran. Al principio, no esperaba que correspondieras a mi amor, y siempre estuve dispuesto a amarte en silencio. Pero conforme los meses pasaron, comencé a permitirme albergar falsas esperanzas, y finalmente perdí el control y violé tu confianza.
Creo que sabes que estaba muy enojado conmigo mismo aquella noche, y en verdad lamento mucho haberte preocupado. Candy, por favor perdóname.
Realmente no tenía idea de a dónde me dirigía. Simplemente seguí corriendo sin rumbo y por alguna razón terminé en el parque donde el león nos atacó ese día. Gracias a Dios, el Dr. Martin me encontró por casualidad, y de ahí conoces el resto de la historia.
Después de hablar con él, ya me sentí mucho mejor, pero honestamente no podía regresar como si nada hubiera pasado entre nosotros. Necesitaba tiempo para perdonarme y aclarar mis pensamientos al estar solo, pero también quería estar en contacto contigo. Estaba preocupado de que no respondieras a mi primera carta… pero Candy, tus cartas significan mucho para mí.
Sé que estabas molesta con mi última carta, pero quiero que sepas que era en verdad una carta de despedida. Creo que estoy listo para empezar de nuevo ahora que le he dicho adiós al pasado. Por eso, si quieres, enmendemos nuestra amistad para que podamos ser amigos de nuevo, cuidando y apoyándonos mutuamente aunque ya no estemos bajo el mismo techo. O si lo prefieres, puedo seguir fungiendo como tu hermano mayor porque sé que siempre has deseado uno en tu vida.
Acerca del dinero, es sólo una pequeña muestra de mi agradecimiento, porque estoy profundamente conmovido por tu misericordia. Has estado cuidando de mí desde el primer día en que nos encontramos en el hospital, y tu aliento y apoyo me han levantado el ánimo.
Además, sólo quiero apoyarte económicamente. El Dr. Martin todavía tiene el dinero, y está a tu disposición cuando lo necesites.
Sinceramente tuyo,
Albert’
Su carta la rompió por dentro, lagrimas incontrolables escaparon de sus ojos y mojaron considerablemente los papeles. Albert había dicho que quería empezar de nuevo, y estaba claro que sólo deseaba ser su amigo o continuar siendo su hermano mayor. Una ola de anhelo increíble la inundó y tristemente murmuró, Albert, ¿ya es demasiado tarde para decirte lo que siento? ¿Has dejado de amarme?
Apenas podía creer que esto estuviera sucediendo. Colapsó nuevamente en la cama, enterrando el rostro en su almohada y empezó a lamentarse. Pouppe se le acercó como si la mofeta quisiera confortarla. Desafortunadamente, el sostener a Pouppe en sus manos le brindó poco consuelo, porque la miseria y la desesperación habían invadido su alma.
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