Ms Puddle's Haven

Relación Peculiar Capítulo 3

Mi más sincero agradecimiento a QuevivaCandy por su traducción! ¡Gracias Amiga! ❤ ❤ ❤

-Ms Puddle

Relación Peculiar

 

Capítulo 3

“…Por lo tanto, ustedes serán mis testigos, que yo, Sarah Leagan, esta noche hago esta solemne declaración, negando conscientemente toda clase de rumores concernientes a que la Señorita Candice White Ardlay es una mano larga o es propensa a robar. Por el contrario, como una joven sirvienta en mi casa, era honesta, modesta, trabajadora, obediente…”

Mientras la Sra. Leagan empezaba a hablar de Candy con un tono natural, Candy estaba en shock, y también lo estaba Eliza, cuyo rostro estaba enrojecido por la ira. Candy no se esperaba eso ya que esta era después de todo la gran fiesta de inauguración de su nuevo hotel y no quería robarle la atención a nadie. Sin embargo, ahora que la Sra. Leagan le estaba hablando a la gran concurrencia, Candy indiscutiblemente se convirtió en el centro de atención.

Sin embargo, pronto, un maremoto de emociones golpeó a Candy. Por un lado, se sentía indescriptiblemente libre y aliviada que su nombre fuera finalmente limpiado después de tantos años, por nadie más sino por la misma señora que había acusado a Candy de robo y por lo tanto la castigo sin misericordia, exiliándola a una tierra lejana, México. Ya que Candy no había cometido ningún delito mientras vivía bajo su techo, nunca pudo olvidar los insultos que tuvo que afrentar después de haber sido falsamente incriminada por Eliza y Neil. Estando tan indefensa ante la evidencia de ellos, si no fuera por el rescate del Tío Abuelo William, Candy no hubiera podido escapar a su destino de ser una joven trabajadora en alguna parte lejos de su hogar.

Por otro lado, las lágrimas amenazaban con asomarse en sus ojos mientras la muerte de Anthony volvió a estrujar su corazón como si fuera un torniquete. El accidente había sido como una sombra que se cernía sobre Candy, persiguiéndola de vez en cuando en sueños, incluso en estos momentos. Si la adopción no se hubiera dado, no se habría llevado a cabo el evento de la cacería del zorro para presentarla a los parientes, por lo que Anthony todavía estaría vivo.

“…Y eso es todo. Gracias por su atención. Por favor disfruten del resto de la velada,” la Sra. Leagan finalizó su discurso.

Candy no había escuchado todas sus palabras, y no estaba segura si la Sra. Leagan se había disculpado o no. De cualquier forma, definitivamente tendría que darle las gracias a la Sra. Leagan pero no en estos momentos que se encontraba muy susceptible. Mientras tanto, sintió ganas de retirarse del salón lo más pronto posible, no porque le importara lo que los otros podrían pensar de ella, ahora conociendo su humilde origen, sino porque no estaba de humor para socializar con nadie, incluyendo a Albert. Ella no quería que él viera sus ojos llorosos.

Por lo tanto, salió por una puerta de vidrio al azar que la condujo hacia el jardín, donde visualizó una glorieta en un rincón lejano, irguiéndose en medio de lo que parecía un jardín tropical. Después de bailar por lo menos con una docena de jóvenes, los zapatos de tacón estaban matando sus pies, y sentía desesperadamente la necesidad de descansar las piernas. Sin embargo, mientras se dirigía hacia la glorieta, pasó al lado de la formidable fuente de los deseos. El sonido del agua fluyendo tenía algún efecto tranquilizador, lo que le recordó la cascada en Lakewood.

Así que se quitó los zapatos de tacón justo al lado de la fuente mientras revivía su primer encuentro con Albert después que la rescatara de casi ahogarse. En aquel entonces, él le había parecido un pirata. Sin embargo, sus cálidos ojos y su amabilidad pronto se la ganaron, y desde entonces, no solamente se había ganado su confianza sino que podía hablar mucho con él sin sentirse extraña ya que habían sido amigos por mucho tiempo. Siempre me sentí tan cómoda contándole cualquier cosa que viniera a mi mente… Todo sobre mí, Anthony, Terry e incluso sobre Susana… Pero ahora… Las cosas han cambiado… Cuanto me gustaría que él fuera solamente un viajero solitario… Cómo yo lo suponía antes… Los días en el Apartamento Magnolia siguen siendo mis días más felices hasta ahora…

Con el corazón acongojado, levantó los ojos al cielo estrellado y vio pasar una estrella fugaz. Rápidamente cerró los ojos para hacer un silencioso deseo, ayúdame a decirle adiós a Albert esta noche… El será para mí de ahora en adelante William A. Ardlay… permíteme repetir, su nombre es William A. Ardlay. Él es el Tío Abuelo William, no Albert.

Estaba contenta por haberlo rechazado esa noche al no pararse a su lado en la fotografía. Como la Señorita Pony había dicho, mientras más asistiera Candy a varios eventos sociales con el Tío Abuelo William, más se sentiría dividida entre dos mundos completamente diferentes, uno se caracterizaba por su extravagancia y riqueza y el otro por su simpleza y comunión. Él era el único heredero de una de las familias más prestigiosas del país y ella no era sino una huérfana de origen desconocido. Eso sin mencionar que él todavía era legalmente su padre a pesar de ser un joven soltero. Oh Dios, por favor dame fuerzas. Sé cuál es mi lugar, y no me quejaré. De hecho estoy feliz con mi vida y no podría pedir más.

No obstante, ante la idea de dejar a Albert para siempre, un par de brillantes ojos azules se cruzaron por su mente y calientes lágrimas se derramaron de sus tupidas pestañas hacia sus mejillas. Sabía muy bien que no estaba llorando por Anthony en estos momentos. Estaba derramando lágrimas por un amor no correspondido, lágrimas de añoranza y lágrimas de confusión. ¿Tan cruel es el destino? Que tengo que olvidarme del hombre que significa tanto para mí…

Aunque su garganta se oprimió y su estómago se contrajo, luchó con fuerza para mantenerse firme. Parpadeó para tratar de controlar las lágrimas y decidió mantener su promesa, tanto para sí misma como para la Señorita Pony y la Hermana María.

(Inicio del Flashback)

“¿Candy?”

La voz de un hombre interrumpió el hilo de sus pensamientos, sobresaltándola un poco. La enfermera dejó de hacer lo que estaba haciendo y giró la cabeza hacia la fuente de esa voz. “Si, ¿Dr. Martin?”

Él negó con la cabeza después de dar un largo suspiro. “Candy, algo está mal contigo hoy. Mira lo que le has hecho a este niño.”

El médico estaba lejos de parecer enojado y su tono era neutral; la enfermera rápidamente volvió de golpe a lo que estaba haciendo. “¡Oh cielos! ¡Lo siento, Peter!”

Esa tarde la Clínica Feliz Martin estaba más tranquila de lo normal, pero su único paciente, Peter de una aldea cercana, se había caído de un árbol el día anterior y se había lastimado el codo. No tenía fractura en el hueso pero sentía un gran dolor. A manera de lograr que el codo no se lastimara más, la enfermera supuestamente debía sujetarlo para mantenerlo en su lugar. Sin embargo, ni el padre ni el mismo niño habían esperado ver que esa cantidad de vendaje fuera necesario.

Cuando la distraída enfermera estaba a punto de volver a empezar, el médico amablemente la detuvo. “Candy, déjame hacerlo. Te sugiero que vayas a casa y tomes un poco de aire fresco.”

A ella le agradó la idea, no obstante titubeó. El médico le dio una palmadita en su delicado hombro para reconfirmarlo, y ella lo aceptó con agradecimiento, “Gracias, Dr. Martin.”

Mientras se levantaba de la silla, el medicó comentó, tomando los vendajes de su mano, “No hay problema. Supongo que no puedes sacarte de la cabeza a cierto hombre.”

Instantáneamente, su quijada se abrió, y fue hasta que el médico echó la cabeza hacia atrás y se rió a carcajadas, que ella recobró la compostura y cerró la boca. Sintiendo como el color y el calor llegaban a sus mejillas, pronunció, “Lo veo mañana, Dr. Martin.”

Literalmente después de eso corrió hacia la entrada de la clínica. Incluso cuando cerró la puerta detrás de ella, podía seguir oyendo sus carcajadas, pero ya estaba acostumbrada a eso. No era la primera vez que el médico la molestaba por extrañar a Albert, especialmente después de su reciente viaje a Lakewood, donde asistió a la fiesta de compromiso de Archie y Annie.

El Dr. Martin negó con la cabeza, riéndose. Recordaba vívidamente su última conversación con Albert antes de marcharse de Chicago. El joven le había llevado una botella de un buen whisky, y después de recordar juntos los tiempos pasados, Albert tenía que irse. Mientras le daba al médico un abrazo de oso, le había dicho, “Gracias por aceptar mi humilde regalo. Espero que la nueva clínica le guste, Dr. Martin.”

“Seguramente me gustará. Cualquier cosa es mejor que esto,” el médico se burló de sí mismo. Antes que se marchara, el médico había añadido, “Cuidaré a Candy por ti, Albert. No te preocupes.”

Albert sonrió, visiblemente conmovido por sus palabras. “Gracias. Se lo agradeceré.”

El médico supo por mucho tiempo sobre la recuperación del joven. A pesar de desconocer la identidad de Albert, el médico podía percibir que el joven había estado teniendo una lucha interna desde entonces. Con certeza había estado renuente a dejar a su encantadora compañera de habitación. Habían vivido juntos por más de dos años y él no podía imaginar más su vida sin ella. “No importa lo cansado que me sienta después de un largo día, su sonrisa le trae a mi corazón luz y calor,” Albert había dicho, enterrando el rostro entre sus manos.

Sin embargo, un día, Candy había llegado a la clínica y había llorado abiertamente después que Albert había desaparecido sin decirle porqué, excepto que le había causado problemas. Desde entonces, Candy había estado buscando frenéticamente a Albert aunque no tenía ni idea en donde podría estar, tanto que había intentado hacer un dibujo de él. Ella había insistido, “Albert todavía no se ha recuperado, y tampoco se encuentra en perfectas condiciones físicas.”

Más tarde, el médico había advertido que su enfermera por varias noches no había estado durmiendo bien, así que trató de hacerla entrar en razón, “Candy, vuelve a pensar. Albert ya es un adulto y puede cuidarse perfectamente bien a sí mismo. ¿Quién sabe? ¿Quizás ya se recuperó a estas alturas? ¿Por qué estás tan angustiada por él?”

No obstante, Candy se había empeñado en buscar a Albert, preguntándose cómo o dónde había estado durante esos meses. Ya que su dibujo había sido de mala calidad, el médico le había dibujado un retrato de Albert, el cual había llevado a un lugar remoto llamado Rockstown. “Albert me envió este paquete desde Rockstown, Dr. Martin, y creo que es una pista de él. Ya que todavía puede seguir ahí, tengo que ir de lo contrario no podré volver a dormir.”

El médico no podía creer lo que acaba de escuchar. “Ni siquiera he oído hablar de ese lugar, Candy. ¿Quieres que te acompañe?” lo que ella había rechazado cortésmente, “La clínica lo necesita, Dr. Martin.”

Después del viaje, la joven enfermera había estado más cabizbaja que antes. Creyendo que algo debió haber sucedido, el médico había estado preocupado, pero ella solamente dijo, “No, Albert no estaba ahí. Lo verifiqué con casi todos en el pueblo pero no sé por qué nadie podía reconocerlo.”

“Candy, ¿Qué quieres hacer exactamente si un día lo encuentras? ¿Acaso no sabes que él no tiene la obligación de regresar contigo? ¿Qué si prefiere estar solo? ¿Qué si es independiente y ya no necesita más que lo cuiden?”

Quedándose sin palabras, solo se quedó mirando fijamente al médico, desconcertada. Sin embargo, las sospechas del médico habían sido confirmadas. La enfermera había empezado a desarrollar un sentimiento especial por su supuesto hermano. Quizás todavía no era consciente de la profundidad de sus sentimientos pero había estado anhelando volver a verlo, no había duda.

=o=o=o

Cuando Candy caminaba lentamente de regreso a casa, un ave revoloteó en su campo de visión como si estuviera tentando a la enfermera para que la siguiera hacia el enorme olmo que estaba por los alrededores de la clínica. “Hoy no, pajarito,” dijo alegremente, “Iré a la Colina de Pony en lugar del árbol.”

Albert había escogido este lugar para la clínica debido a ese olmo en particular. Le había dicho a Candy, “Así podrás disfrutar de su sombra durante tus descansos.”

Como siempre, Albert había tenido cuidado de Candy, a pesar de vivir ahora lejos de ella. De hecho, desde que había regresado al Hogar de Pony, de vez en cuando, él se había aparecido inesperadamente, algunas veces vestido con su atuendo de trabajo y otras veces vestido casualmente.

Por ejemplo, no mucho después que ella se marchó de Chicago, había sido invitada a asistir al servicio conmemorativo de Stear que se llevaría a cabo en Lakewood. Más tarde, a principios de diciembre, Albert le había contado a Candy su deseo de construirle una nueva clínica al Dr. Martin pero que el médico cordialmente lo había rechazado. Sin embargo, debido a la convincente carta de Candy, el Dr. Martin había aceptado la generosa oferta pero optó por trasladarse a algún lugar cercano al Hogar de Pony. No hace falta decir, que tanto Albert como Candy se conmovieron al escuchar eso, y Albert le había escrito posteriormente a Candy, pidiéndole que le diera algunas sugerencias de lugares adecuados para construir la nueva clínica. Entones ella había sacado el tema con sus madres de crianza, quienes en cambio habían consultado con sus amigos en el vecindario.

Entonces un agradable día de primavera, Albert se había aparecido en el Hogar de Pony y le había pedido que le mostrara los alrededores. Después de ir de un lado a otro, finalmente habían tomado una decisión.

No hace falta decir, que los huérfanos del Hogar de Pony podían reconocer al visitante por lo menos con dos diferentes nombres. Debían otorgarle respeto y dirigirse a él como Sir William Ardlay o Sir William, aunque Candy lo llamara Albert en privado.

En el presente, Candy había llegado a su lugar favorito, la cima de la Colina de Pony. Se dejó caer sobre la hierba y la pequeña campanilla del broche alrededor de su cuello sonó. Al escuchar eso, su rostro se iluminó en una dulce sonrisa, y ella envolvió el broche con su mano y dejó escapar un suspiro, mirando el cielo a través de las ramas y las hojas. Era otro agradable día a principios de otoño. El sol estaba brillando y la brisa era tan suave que decidió tomar una siesta.

Soñó con destellos de la fiesta de compromiso a la que había asistido en Lakewood el verano pasado. Todo mundo se miraba tan encantador y Annie lucía absolutamente deslumbrante, como una princesa. Candy lo pasó de maravilla e incluso había bailado por primera vez con Albert. Después de eso, se fueron a escondidas hacia el bosque, trepando juntos un árbol. Arriba del árbol, Candy le contó a Albert sobre su vida en el Hogar de Pony y en la Clínica Feliz Martin, y Albert también le platicó sobre su agitada vida como empresario y sus recientes viajes de negocios. Pero como siempre, no pudo permanecer mucho tiempo con ella. Sin él en la fiesta, Candy no se pudo sentir más solitaria. Sin embargo, en lo profundo de su ser, sabía que estaba mal seguir albergando sentimientos por su tutor, pero no podía evitarlo.

Candy abrió los ojos de golpe. Bostezó, frotándose los ojos perezosamente. El Dr. Martin tenía razón… Probablemente debería dejar de pensar en él… O no me podré concentrar en mis tareas diarias.

Lentamente se dio la vuelta, quedando recostada sobre su vientre. Cuando la campanilla del broche sonó, una sonrisa se materializó en su rostro. Ahí era donde había conocido a su Príncipe de la Colina cuando apenas tenía seis años de edad, y ahora ya tenía veinte. Hablando de eso, era extraño que desde entonces su príncipe no haya vuelto a aparecer.

Entonces se desabrochó la cadena y examinó el broche bajo el sol de la tarde. Le había mostrado muchas veces a Albert su atesorado broche en el Apartamento Magnolia, y cada vez que ella había mencionado su breve encuentro con el Príncipe de la Colina, Albert siempre había sonreído y la había escuchado en silencio.

Pronto, su mente volvió a vagar de nuevo hacia su sueño. Desde que había descubierto la verdadera identidad de Albert, poco a poco había sido consciente que algo había cambiado entre ellos. Durante su ausencia, inexplicablemente había languidecido por él. Luego, sabiendo que él era en realidad su tutor, había rechazado vivir un estilo de vida lujoso en Chicago. Prefirió llevar una vida rural regresando al Hogar de Pony.

A pesar que sus madres de crianza tenían muchas preguntas en sus cabezas, le dieron la bienvenida para que se quedara todo lo que quisiera sin preguntarle nada. Aunque se estaban haciendo ancianas y propensas a enfermarse, siguieron con su llamado e insistieron hacerse cargo de los huérfanos ellas mismas. Por lo tanto, Candy había razonado, “Quiero regresar para ayudarles, Señorita Pony y Hermana María. No creo que vuelva a marcharme nunca más.”

Sus dos madres de crianza habían ocultado su preocupación. En el pasado, Candy había vuelto después del accidente de Anthony y después de la abrupta partida de Terry. Sin embargo, ¿Qué había pasado en esta ocasión?

Sin saberlo ellas, Candy había estado inmensamente perpleja y conmocionada, y había querido poner en orden sus sentimientos por Albert, lo que había sido irrefutablemente duro. Al regresar al orfanato, podía vivir lo suficientemente lejos de Chicago. También, había pensado mantener sus manos y mente ocupadas con los quehaceres, y los mandados podrían ayudarla a guardar su corazón, pero fue inútil. A pesar de la distancia, él había permanecido como una parte de su vida, y teniendo dificultades al creer que Albert y el Tío Abuelo William eran la misma persona, no podía reajustar sus pensamientos sobre Albert. Incluso mientras le estaba escribiendo una carta a Terry, una carta que no tenía intenciones de enviar, inadvertidamente había hablado sobre Albert.

En estos momentos, casi dos años habían transcurrido desde que había regresado al Hogar de Pony. Junto a la Señorita Pony, Candy había asistido a la fiesta de compromiso en Lakewood. La Señorita Pony evidentemente había visto a través de Candy como si fuera una ventana. Aunque Candy había hecho el mejor esfuerzo para negar sus sentimientos, en absoluto pudo convencer a la Señorita Pony. De hecho, justamente la noche anterior, la Señorita Pony le había dicho, “La Hermana María y yo estamos muy preocupadas por ti, Candy. ¿Quizás quieras considerar volver a trabajar en la escuela de enfermería de Mary Jane o en otro hospital?”

Habían dado a sobre entender más de una vez que Candy debería marcharse del pequeño poblado para conocer a otros jóvenes en una ciudad cercana. Fue por eso que previamente Candy no pudo concentrarse en su trabajo, en especial porque la clínica había estado tranquila hoy.

Repentinamente, la voz de un hombre la cual ella siempre había adorado la trajo de vuelta a los alrededores, “Señorita Pony, como usted puede ver claramente desde aquí, este sería el sitio ideal para el nuevo edificio ya que…”

Entonces llegó la voz de la Señorita Pony, interrumpiéndolo educadamente, “Sir William, por favor comprenda que no queremos aprovecharnos de su generosidad.”

Candy pensó que debía estar soñando. Así que bruscamente se frotó el rostro, preguntándose, ¿Albert está aquí?

Aunque la había escuchado, él le imploró, “Por favor escúcheme, Señorita Pony…”

Antes que él pudiera terminar su declaración, él escuchó, “¿Albert? ¡¿Qué te trae hoy por aquí?!”

Mientras ella corría a toda velocidad hacia él, él se echó a reír y abrió los brazos para recibirla. Después de un breve abrazo, pronunció con una voz extremadamente entusiasmada, “Candy, lo creas o no, ¡El Sr. Cartwright ha acordado vender la tierra a un precio favorable!”

“¿Qué? ¿Qué tierra?” no estaba segura de haber escuchado bien.

Entonces la Hermana María se apareció. Con lágrimas desbordando sus ojos, le dijo a Candy, “El abogado de Sir William completará la compra de la tierra con el Sr. Cartwright.”

Albert pasó el resto de la tarde convenciendo a las dos mujeres mayores. Antes les había ofrecido construirles un nuevo orfanato, pero la Señorita Pony lo había rechazado firmemente desde la Colina de Pony hasta ahora. Después de algunas negociaciones de ida y vuelta, las mujeres mayores estuvieron de acuerdo con la propuesta de reconstrucción. La Hermana María dijo, “Nunca podremos pagarle de vuelta su bondad, Sir William. Difícilmente puedo creer que podremos criar a los chicos con facilidad sin volvernos a preocupar por la renta nunca más.”

El generoso hombre incluso les dejó una considerable cantidad de dinero en efectivo en caso lo necesitaran para alguna ayuda inmediata. “No duden en enviarle telegramas directamente a George,” dijo seriamente.

Adicionalmente, un experto ingeniero con experiencia en construcción ya había sido contratado para hacerse cargo del proyecto, y el ingeniero le enviaría avances regulares a George. El ingeniero y su equipo primero harían algunos diseños y planificación y la verdadera construcción probablemente comenzaría en marzo del próximo año.

“Por último pero no menos importante, actualmente la tierra se encuentra a mi nombre,” Albert mencionó. “Pero cuando Candy cumpla veintiuno en mayo, trasferiré el título de propiedad a su nombre.”

Habiendo escuchado eso y mirándolo boquiabierta con incredulidad, los ojos de Candy duplicaron su tamaño. Sin embargo, no importó lo que ella dijera después de eso, él se negó a cambiar de parecer. Después que todo había quedado establecido, la Hermana María dijo, enjugándose con su pañuelo las lágrimas de gratitud, “¡Qué Dios lo bendiga por su generosidad!”

De la misma manera, la Señorita Pony dijo después de volverse a poner los lentes manchados de lágrimas, “Si, Sir William, ¡Qué Dios le conceda todos los deseos de su corazón!”

Después de darles su sincero agradecimiento, Albert les pidió permiso, “¿Podría hablar a solas con Candy antes que me dirija de vuelta a Chicago?”

Arriba en la Colina de Pony, vieron juntos la gloriosa puesta de sol. Mientras Candy le agradecía una y otra vez a Albert en nombre de los huérfanos de manera respetuosa, él puso una expresión de aflicción y suavemente le dijo, “Candy, por favor deja de tratarme como si fuera una persona mayor. ¿No puedes ver que hago todo esto… para devolverte la amabilidad que tuviste hacia mí?”

Eso tomó a Candy desprevenida, y él sonrió, mirándola con ternura. “¿Entonces considerarías esto mi anticipado regalo de Navidad, Candy?”

Pero faltaban tres meses para Navidad, y esta sería su segunda Navidad en el Hogar de Pony desde que había regresado. Sin embargo, con las lágrimas nublándole la visión, se calmó y murmuró, “Sabes que no tienes que hacerlo… Albert.”

Sin decir una palabra, la contempló con afecto por un momento y luego le dio un beso de despedida en la frente. “Tengo que irme, Candy.”

Ella ya lo extrañaba, pero en silencio lo acompañó hasta el auto. Fue ahí donde le lanzó la pregunta, “Candy, ¿Podrías hacerme un favor?”

“¿De qué se trata?”

“¿Podrías ser mi pareja para una fiesta que tendrá lugar en enero?”

“¿Pareja?”, repitió con duda.

Él asintió, con una genuina sonrisa adornando sus labios. Mientras ella meditaba sobre el significado de las palabras detrás de su solicitud, él rogó, “¿Por favor?”

Notando la ansiosa súplica en sus sorprendentes ojos azules, ella se suavizó enseguida y no pudo resistírsele aunque no sabía de qué se trataba la fiesta. Se escuchó a sí misma decirle “si”, y su positiva respuesta lo deleitó.

“¡Estupendo!” pronunció él en voz alta, sonriendo de oreja a oreja antes de abrir la puerta del conductor de su auto.

Solamente cuando una persona de Chicago vino a tomarle las medidas para hacerle un vestido a la medida fue que ella se dio cuenta que se trataba de la gran fiesta de inauguración de un hotel en Miami, Florida. Era el complejo turístico más lujoso propiedad de los Leagan.

George enviaría una chaperona que acompañaría a Candy todo el trayecto a Miami, y ahí ella se encontraría con Albert. Él y George debían asistir a algunas recepciones empresariales alrededor de esa fecha, y luego irían directamente a Miami un par de días antes de la fiesta.

Sin embargo, la Señorita Pony y la Hermana María habían tenido una franca conversación con Candy antes del largo viaje. Ellas eran conscientes en el fondo de sus corazones que Sir William era un buen hombre. Era obvio para todo el mundo que a él le importaba mucho Candy y su bienestar, siempre estaba listo para ir la milla extra por ella, pero él eventualmente se casaría con alguien de su misma clase social o con orígenes similares.

“Además,” añadió la Hermana María. “Aunque Sir William parezca estar ocupado con el trabajo, ¿Qué tanto sabes sobre su vida diaria en Chicago, Candy? ¿Qué si está saliendo con alguien en estos momentos?”

Ellas también señalaron que cuando Albert había tocado fondo, Candy y el Dr. Martin le habían ayudado tremendamente. Por lo tanto, así como había construido una nueva clínica para el Dr. Martin, también había pagado por la tierra y la reconstrucción del Hogar de Pony por el bien de Candy. La cantidad de dinero que había gastado en ellos para él posiblemente era algo insignificante.

“Candy, no juegues con fuego… que podrías salir lastimada,” dijo la Señorita Pony con un ceño reflexivo detrás de sus lentes.

Con melancolía le dijeron a Candy que querían lo mejor para su amada hija; sus corazones les dolían al saber que había atravesado muchas dificultades y decepciones en la vida, pero el hecho que Candy hubiera estado sufriendo cerca de dos años por un amor no correspondido las había hecho darse cuenta que simplemente mantener la distancia de Sir William no era suficiente. Candy tenía que alejarse de su influencia lo más que pudiera.

Mientras tanto, Candy solamente pudo asentir con la cabeza en aceptación. Posiblemente no podría precisar el momento exacto en que su corazón había sido irrevocablemente atrapado por Albert, y pensó con sorpresa, ¿Han pasado más de dos años desde que decidí marcharme de Chicago?

“Ya es tiempo que sigas adelante, querida,” Concluyó la Señorita Pony, exhalando un suspiro de resignación después de eso. Por un lado, la Señorita Pony en verdad respetaba a Sir William como persona y dudaba si otro hombre podría preocuparse por Candy tanto como él lo hacía pero por otro lado, Candy debía enfrentar la realidad.

La joven titubeó por un breve momento antes de armarse de valor y admitir cuan tonta había sido al permitirse enamorarse de su padre adoptivo. La significativa brecha social era una cosa pero su relación legal permanecía siendo el dilema entre ellos. Por lo tanto, les prometió a sus madres de crianza que esta sería la última vez que se presentaría como la Señorita Ardlay, y después de eso, renunciaría al apellido “Ardlay”. Ya era lo suficientemente mayor y ya no necesitaba de un tutor.

Sin embargo, cuando Albert en persona la recogió en la estación de tren en Miami, su resolución empezó a debilitarse.

(Continuará)

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