Ms Puddle's Haven

Relación Peculiar Capítulo 9 (Parte 1)

Sé que me ha tomado mucho tiempo para actualizar, ¡así que gracias a todas por su paciente espera! Muchas cosas pasaron en este capítulo, y espero que les guste tanto como yo he disfrutado escribiéndolo. Por favor, háganme saber amablemente si encuentran algún error, y les agradezco anticipadamente. ¡Muchas gracias, mi querida amiga QuevivaCandy! ❤ ❤ ❤ ❤

-Ms Puddle

Capítulo 9 (Parte 1)

Aproximadamente una semana después de la gran fiesta de inauguración, Eliza y la Sra. Leagan les hicieron una visita sorpresa a los McPherson, en una tarde de domingo. La hermana de Darren había sido invitada a una fiesta, y su padre se encontraba fuera en una reunión con sus amigos. Sin embargo Darren no tenía ganas de socializar con las Legan, pero su madre le aconsejó que se quedara un rato, siendo su razonamiento, “Hijo, es de mala educación marcharse cuando tenemos visitas.”

Cuando los cuatro estaban tomando el té en el patio, la Sra. Legan de alguna manera persuadió a la Sra. McPherson a regresar al interior de la casa junto a ella, dejando a los dos jóvenes a solas. Cuando Darren trató de encontrar una excusa válida para marcharse, Eliza se moría de la impaciencia por darle a conocer la historia acerca de la chica huérfana, brindándole muchos detalles de las tareas humildes que esta tuvo que hacer, entre las cuales incluía cuidar a sus caballos, César y Cleopatra.

“Es por esto que nosotros subestimamos las artimañas de esta persona,” advirtió y continuó su relato sobre la criada.

Todos los primos de Eliza habían sido víctimas voluntarias de la chica huérfana, suplicando individualmente al misterioso patriarca de la familia que la adoptara. Y no solo eso, la huérfana había conseguido robarle al querido Anthony a Eliza, atrayéndolo a un rincón aislado del bosque durante la cacería del zorro, conduciéndolo a su muerte definitiva.

Darren desconfiaba y con todo se perturbó inmensamente, al punto que tuvo que ponerle freno a su curiosidad. Se sentía muy avergonzado ya que quería escuchar más, pero iba en contra de sus principios hablar mal de alguien a sus espaldas. Por lo tanto, decidió disculparse, poniéndose de pie, “Señorita Eliza, le ruego me disculpe. Debo marcharme.”

Pero Eliza no se dio por vencida tan pronto. Levantó la voz con una mueca en su rostro, “¿No quieres saber acerca de su escándalo con el famoso actor de Broadway, Terrence Graham?”

Darren se quedó inmóvil en su lugar, mirando fijamente a Eliza, pero Eliza suspiró y fingió tomar un sorbo de su té de manera casual. Solamente cuando sus ojos volvieron a encontrarse, ella empezó a relatarle acerca de las visitas nocturnas de Candy en el establo del Instituto San Pablo, y de cómo la huérfana y el hijo del duque habían sido atrapados en su encuentro amoroso, y castigados por el colegio debido a su comportamiento vergonzoso.

“Ella desapareció sin dejar rastro, marchándose también de Londres. Creo que estaba persiguiendo a su amante,” añadió Eliza, encogiéndose de hombros y fingiendo indiferencia, pero su rostro estaba distorsionado de manera inadvertida por el desprecio. En ese momento, Darren retrocedió, asqueado, y decidió no escuchar más sus venenosas palabras. Dijo que tenía una larga lista de cosas por hacer antes de partir a Chicago.

“¿Vas a ir a Chicago? ¿Por qué?”, Eliza exclamó, también levantándose de su silla.

Él volvió la cabeza por encima de su hombro, diciendo con franqueza, “Deseo ver a la Señorita Candice.”

Ella se rió pero cubrió su boca rápidamente. “¿No sabes que se encuentra de vuelta a dónde pertenece?”

Mientras no entendía muy bien lo que ella quería decir, ignorando que la Señorita Candice ya no vivía en Chicago, educadamente se despidió de ella sin responder a su pregunta. Basándose en su conducta en la fiesta, podía decir que la Señorita Eliza tenía muchísimos celos de la Señorita Candice. Por lo tanto, se dijo a sí mismo no creer totalmente sus relatos. La hermosa joven rubia que él había conocido durante la fiesta de inauguración, le pareció sofisticada y a la vez sin malicia; de hecho, tenía una inocencia que él no había visto en nadie más de su misma edad, pero Eliza la había descrito como sí ella siempre hubiera sido una chica desenfrenada y promiscua. Sacudió la cabeza con violencia para ahuyentar el pensamiento negativo, esto no puede ser verdad… La Señorita Candice era como un ángel…

Eliza no tenía idea que le había tomado días a Darren para persuadir a su padre que le permitiera ir a Chicago. No importando cuantas razones diferentes su padre le había dado para convencerlo de porqué la Señorita Candice no era la joven adecuada para él, Darren había insistido en lo contrario.

Un día, el hombre mayor había sido llevado hasta su límite, que había exigido con tono de reproche, siendo completamente directo con su hijo, “¿Qué pasa si descubres que la muchacha ha estado durmiendo con su tutor?”

La pregunta tomó desprevenido a Darren, y por un largo tiempo nada salió de su boca aun cuando él nunca había creído ese malicioso rumor. Varios minutos después, Darren bajó la mirada y finalmente respondió, aclarándose la garganta, “Entonces renunciaría a ella.”

El Sr. McPherson había escondido su gran alivio. Al menos mi hijo aún no ha perdido el juicio. En voz alta, el hombre respondió, “Dame un día más para pensar al respecto, Darren.”

Al día siguiente, después de una seria consideración, el padre le había dado su consentimiento a Darren. El Sr. McPherson contactaría a su amigo en Chicago, el Sr. Moore, de manera que Darren pudiera residir temporalmente en su casa por un breve período de tiempo. “Hijo, recuerda que esa ciudad es famosa por tener la peor tasa de criminalidad, así que por favor mantente en contacto con nosotros por telegrama.”

Asintiendo con entusiasmo, Darren le prometió a su padre que el viaje no sería del todo personal. También exploraría nuevas oportunidades para el negocio familiar y regresaría a Miami lo más pronto posible.

Desafortunadamente, su conversación de ese día con la Señorita Eliza lo había perturbado considerablemente. Darren no pudo evitar preguntarse por qué la Señorita Candice, teniendo solamente veinte años, ya había estado involucrada con varios hombres. No obstante, su plan de partir de Miami la semana siguiente no había cambiado. Su misión era reunir evidencia de que la Señorita Candice era una joven buena, solo que estaba enamorada de su tutor. Por lo tanto, Darren iba a ir para demostrar que el apuesto tutor la mantendría a lo sumo como su amante, que era una práctica común durante muchas generaciones entre hombres adinerados. Eventualmente el Señor Ardlay se casaría con una joven de su misma clase social, para tener herederos legítimos.

Para su gran sorpresa, Neal apareció el día de su partida, incluso ofreciéndose a llevarlo a la estación de tren. Darren tenía muchas sospechas de que Eliza había convencido a su hermano para que hablara mal de la Señorita Candice, y estaba en lo correcto. Eliza le había rogado a Neal hacer exactamente eso, con la esperanza de que Darren renunciara a su propósito.

Sin embargo, contrario a lo que Darren había previsto, Neil elogió a la Señorita Candice por ser única, y que su escándalo allá en Londres con el actor de Broadway, había sido una trampa. No hace falta decirlo, Neil no reveló la verdad de que fue su propia hermana quien la había acusado con sus compañeras de estudio. Neil siguió explicando por qué la Señorita Candice tuvo que romper con el actor de Broadway muchos meses después, y confesó que él mismo, sin poder evitarlo, también se había enamorado de ella.

“Me moría de ganas por casarme con ella,” dijo Neil. Una triste risita se escapó de sus labios después de eso.

Darren estaba estupefacto. “¿En serio?” pregunto incrédulo, con la boca abierta.

Neil dejó escapar una amarga risa. “Pero el Tío Abuelo William se negó a darme su bendición.”

Neal no profundizó en los detalles, como si el patriarca de la familia hubiera prohibido injustificadamente el matrimonio. Al principio, Darren se sintió genuinamente apenado por él, pero cuando siguió escuchando, se dio cuenta de un importante detalle que faltaba. “¿Qué hay de la Señorita Candice? ¿Ella te amaba?”

Sin decir una palabra, Neil negó con la cabeza de manera pensativa. Entonces movió el auto hacia la orilla de la calle frente a la estación de tren, y apagó el motor. Un incómodo silencio cayó sobre ellos hasta que Neil volvió a hablar, “Me gustaría poder hacer que el tiempo retrocediera. Habría podido tratarla mucho mejor cuando llegó por primera vez a mi casa como nuestra compañera de juegos… quien habría dicho que la oruga un día se convertiría en mariposa…”

Mientras su voz se apagaba por el remordimiento, Darren recordó las historias de Eliza y se dio cuenta de porqué la Señorita Candice no podía aceptar a Neal. Él debió haberla acosado en el pasado. En ese momento, Neil suspiró y añadió, “Darren, te contaré algo, yo personalmente me acerqué al director del Hospital Santa Juana. El Tío Abuelo William de hecho había perdido toda la memoria mientras estuvo viviendo con Candy. Sin embargo, creo firmemente que ella se mantuvo pura… basándome en su franca reacción cuando la confronté por estar viviendo con un paciente varón. Ella alegó que lo trataba como si fuera su hermano mayor. Todo el mundo pensó que él era solo un vagabundo… nadie nunca sospechó su verdadera identidad, ni siquiera la propia Candy.”

Neil terminó con tono melancólico, riendo para sus adentros. Darren le creyó por completo. De lo contario, Neil no habría deseado a la joven con tanta desesperación en aquel entonces. Luego Neil reveló, “Aún la admiro, y me gustaría que ella pudiera verme de manera diferente, pero yo ya seguí adelante con mi vida. De todas formas, si yo fuera tú, no perdería mi tiempo y le pediría directamente al Tío Abuelo William su permiso para cortejarla. Después de todo, él no puede ser tan egoísta como para retenerla a su lado para siempre, ¿cierto?”

Darren se sintió tremendamente alentado, y asintió de manera pensativa. Cuando Neil le deseó buena suerte, le agradeció que lo llevara a la estación. Luego se dirigió hacia la plataforma del tren sin mirar atrás. Sin saberlo Darren, de hecho Neil deseaba que tuviera éxito. Aunque Neil sabía que nunca tendría a Candy en su vida, en lo profundo de su ser tampoco deseaba que el joven jefe de la familia la tuviera. En primer lugar, Neil no podía imaginar cómo su hermana reaccionaría si Candy efectivamente se convirtiera en la señora de la casa. Si nadie se había muerto de celos antes, Eliza podría ser la primera en la historia de la humanidad. Además, Neil mismo tenía envidia del único descendiente varón del clan de los Ardlay. Él ya tiene todo lo que un hombre desearía tener… en serio… él puede tener cualquier mujer que le guste.

De hecho, hasta el día de hoy, Neil no había podido olvidar el momento más intimidante de su vida, cuando el Tío Abuelo William había anulado su compromiso con Candy frente a los invitados. Desde entonces, Neil había tenido sospechas acerca de la verdadera naturaleza de la relación peculiar de Candy con su tutor legal. Por lo tanto, había estado observándolos con detenimiento durante la fiesta de inauguración y percibió que el patriarca de la familia había desarrollado sentimientos hacia su joven pupila, y parecía que Candy tampoco era inmune sus encantos. No obstante, la adopción debió haber sido un obstáculo tangible, y esa era la razón de porqué nada había pasado todavía entre ellos.

=o=o=o=

Debido a las duras condiciones del invierno, Darren cayó enfermo con una alta temperatura corporal al día siguiente que llegó a Chicago. El doctor de cabecera de la familia Moore dijo que no era nada grave; solo que Darren no estaba acostumbrado al clima frío fuera de Florida. Darren logró informarle a su familia y les pidió que no se preocuparan por él. Él mismo se pondría en cuarentena, quedándose dentro del cuarto de huéspedes de la casa de los Moore, hasta que se hubiera recuperado.

Gracias a eso, tuvo muchísimo tiempo para reflexionar, y se preguntó a sí mismo día tras día con sinceridad, porqué se había sentido atraído por la Señorita Candice para empezar. Su belleza debió haber sido su mayor razón, pero no podía negar que apenas la conocía. Tanto Eliza como Neil le habían brindado dos considerables y diferentes retratos de su vida, y él estaba más confundido que nunca de quien le había dicho la verdad. Quizá su padre había estado en lo correcto, que él nunca antes había sido así de testarudo. Una razón podía ser que él subconscientemente había cerrado su corazón desde la abrupta muerte de Bessie. Entonces, cuando la Señorita Candice lo hizo darse cuenta de que él ya no estaba con nadie, que podía ser capaz de volver a amar, había sido irracional, asumiendo que ella era la indicada para él.

Como resultado, su obstinada persistencia lo había cegado, haciéndolo obstinado y reacio a prestarle atención al consejo de su padre o dar un paso atrás para aclarar sus verdaderos sentimientos por esa hermosa joven rubia. En retrospectiva, mientras más pensaba en la versión de la historia de Neil, más se preguntaba si había juzgado mal al padre legal de ella. Tal vez el paciente se había enamorado de la enfermera desconociendo también su identidad. En otras palabras, el amor del hombre por la joven debió haber sido puro y verdadero. Si ese era el caso, Darren no quería interponerse en el camino de ellos. Por tanto, Darren todavía recordaba vívidamente el amoroso abrazo entre ellos tiempo atrás en el jardín del lujoso resort.

Sin embargo, su orgullo no le permitía irse en ese instante de Chicago sin concretar su objetivo. Si fuera posible, también le gustaría escuchar la versión de la historia de Sir William Ardlay. Así que, temprano por la mañana de un día soleado alrededor de diez días después, se vistió con su mejor traje antes de dirigirse hacia la mansión principal de los Ardlay. Lamentablemente, el mayordomo le informó que Sir William regularmente no atendía visitas en casa a excepción de sus amigos. Además, se encontraba fuera de la ciudad y no regresaría de su viaje hasta dentro de dos semanas. La matriarca de la familia, Madam Elroy, tampoco estaba en condiciones para reunirse con cualquier visita.

Eso era lo último que el joven esperaba escuchar. Ante la expresión de decepción del joven, el mayordomo añadió, “Sr. McPherson, si desea ver a Sir Ardlay, necesitará concertar una cita en su oficina.”

A pesar de sentirse cabizbajo, Darren copió la dirección de la oficina en su libreta. Luego, de manera casual preguntó por la Señorita Candice, pero la verdad lo tomó por sorpresa. Según el mayordomo, la Señorita Candice nunca había vivido ahí como un miembro de la familia.

Retirándose de la gran mansión, el joven se dejó caer en el asiento trasero del carruaje, sintiéndose derrotado y desalentado. No podía dejar de preguntarse si Neil intencionalmente había ocultado el hecho de que la Señorita Candice ya había regresado al orfanato hace aproximadamente dos años. No que esto en realidad importara, pero mientras el pensamiento negativo de que su misión había sido una completa pérdida de tiempo se deslizaba por su mente, sintió como si alguien le acabara de abofetear la cara. En ese momento, el carruaje se acercaba a la casa de los Moore, y Darren repentinamente cambió de parecer.

Tal como le había prometido a su padre con anterioridad, exploraría nuevas oportunidades de negocio durante su viaje. Por lo tanto, tenía planeado reunirse hoy con sus viejos amigos para almorzar, en un restaurante cerca de la Universidad de Chicago. Por el momento, todavía contaba con un par de horas antes del mediodía, así que también podía ir a la universidad y perder el tiempo deambulando alrededor de su campus. Cuando se conducía por los principales patios, escuchó provenir la voz de una joven a la vuelta de la esquina del edificio, “¡Deja de seguirme a todas partes!”

Ella sonaba molesta y aterrada. “Te dije muchas veces… ¡Tengo… novio!”

Un hombre se rió burlonamente, “Ya sé… ¡pero está muerto hace muuuuucho tiempo, cariño!”

La palabra “muerto” golpeó a Darren como si fuera un ladrillo, y en ese instante, lo abrumó la compasión. Determinado a ayudar a la joven desconocida, se precipitó hacia la fuente de los sonidos, y vio a una chica que torpemente estaba corriendo hacia él. En cuestión de segundos, ella se tropezó y salió volando hacia adelante, con las manos extendidas. No solo su gran bolso se le cayó del hombro, sino sus lentes salieron volando de su rostro y aterrizaron en el suelo. Justo cuando ella estaba a punto de caerse sobre su cara, los brazos de alguien atraparon sus brazos justo a tiempo.

“¿Te encuentras bien?” preguntó Darren. En el momento en que sus miradas se encontraron, cuando él miró hacia abajo y ella miró hacia arriba, él soltó un fuerte jadeo cuando la mortificada mirada de sus ojos lo hipnotizó; estaba clavado en su lugar, mirándola fijamente en estupor.

Por otro lado, el rostro y cuello de ella se tiñeron de rojo. A pesar de su limitada visión, estaban tan cerca que ella podía ver que él tenía un par de ojos preciosos, pero inmediatamente le agradeció y se separó de él, levantándose y parándose recta, colgándose el bolso al hombro y sacudiéndose la suciedad de su ropa.

Para entonces, Darren había recuperado la compostura. Se agachó y recogió los lentes para la joven. Ella le volvió a agradecer con sinceridad y tomó los lentes de su mano, pero estaban quebrados y no tenían reparación.

“Oh cielos, ¡voy a llegar tarde a clase!” gritó, obviamente exasperada.

Sin vacilar, él se ofreció a caminar con ella hasta que llegara a su destino, pero ella se quedó atónita. Su penetrante mirada la hizo sentirse extremadamente tímida e incómoda, y se sonrojó profusamente en un santiamén. Por mucho que quería rechazar su ofrecimiento, sabía que no podía llegar muy lejos sin sus lentes.

Sin embargo, mientras titubeaba, no sabía que su timidez hizo que él quisiera protegerla aún más. No, Darren aún no se había olvidado del todo de la Señorita Candice, pero al mismo tiempo no podía explicarse muy bien porqué encontraba a esta joven interesante. Sí, era una mujer bonita, pero esta vez no fue su aspecto lo que llamó su atención. ¿Tal vez Bessie era una chica tímida igual que ella? De hecho, su tímido semblante y la manera indecisa en que sus manos se unieron le recordaron a Bessie, tanto que el sintió un calor en los ojos al ponerse húmedos.

Por lo tanto, para aliviar la tensión, se presentó, diciéndole que había venido desde Miami para visitar a unos viejos amigos que trabajaban cerca del campus de la universidad. Cuando dejó de hablar, la joven finalmente accedió a dejar que la llevara de vuelta a su residencia para que pudiera traer su par de lentes de repuesto. Lo que lo sorprendió fue que se sintiera auténticamente eufórico desde que Bessie había muerto.

Basándose en las indicaciones de la joven, se escabulleron por un sendero hacia la residencia. Ninguno de ellos habló una palabra, pero Darren sentía que ella temblaba mientras la sostenía por el codo y la guio todo el camino hasta la entrada del edificio de la residencia. Entonces ella se obligó a mirarlo a los ojos y le agradeció su amabilidad. “Puedo arreglármelas desde aquí, Sr. McPherson,” dijo, tratando de hacer su mejor esfuerzo para que su tono fuera firme. “Gracias.”

Asintiéndole, él le preguntó, repentinamente atrevido, “¿Puedo saber su nombre?”

Ella evitó su ferviente mirada y respondió casi en tono inaudible, “Patricia O’Brien.”

Él observó un adorable rubor extendiéndose por todo su rostro, y lo siguiente que supo, fue que se escuchó solicitarle, “Señorita Patricia, ¿me daría el honor de poder acompañarla hasta su clase?”

Dándose cuenta de la expresión de asombro que ella puso, se justificó con una media sonrisa, encogiéndose de hombres, “Solo en caso de que el acosador regrese… ya sabe.”

(Continuará…)

Relación Peculiar

Exit mobile version