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-Ms Puddle
Capítulo 9 (Parte 3)
(Inicio del flashback)
Algunos días después de que Sir William regresara de Boston, su secretaria le informó que alguien de nombre Darren McPherson de Miami, Florida, había reservado la última cita para verle después esa tarde. El jefe ocultó su sorpresa e internamente se preparó en caso de que el joven pudiera darle problemas.
Después de estrecharse las manos, Darren empezó, “Sir Ardlay-”
Albert agitó las manos. “Por favor no seas tan formal, ¿a no ser que quieras que me dirija a ti como Sr. McPherson?”
Darren se le quedó mirando fijamente, desconcertado. Patty tenía razón. El joven millonario en verdad era un hombre práctico, quien una vez había trabajado en el Zoológico Blue River en Londres y se quedó en África durante varios meses. Por lo tanto, a pesar de resistirse, Darren finalmente cedió, “Está bien, ¿debo llamarte William o Albert?”
Darren no estaba bromeando, así que cuando Albert echó hacia atrás la cabeza y se rió a carcajadas, el joven dejó caer la mandíbula en respuesta. Entonces el hombre de mayor estatura se serenó y exclamó, “Como tú quieras. La mayoría de mis amigos cercanos me llaman Albert.”
Cuando Darren apenas asintió, sonriendo, inseguro de cómo dirigirse al rubio, Albert preguntó, “Entonces, dime, Darren, ¿por qué estás aquí?”
La suposición de Albert de que Darren había ido por Candy era incorrecta. Lo que Albert nunca había esperado era que Darren fuera directo sobre lo que había observado en la fiesta de inauguración, incluyendo el amoroso abrazo en las penumbras del jardín. Darren no escondió sus razonables sospechas y le habló acerca de los rumores que habían estado circulando. Sin embargo, recientemente se había vuelto amigo de Patty y se había enterado de muchas cosas de Candy y de su amigo viajero de años. Para concluir, Darren dijo, “Me siento mal por haberte juzgado tan rápida e injustamente… asumiendo que solo eras uno de los típicos sujetos ricos de la alta sociedad.”
Ya que Darren había sido sincero y cordial, Albert mantuvo su semblante tranquilo. Lo había estado escuchando sin comentar o defenderse, así que cuando terminó de hablar, le hizo saber su solicitud sin más retraso, “Entonces, ¿me harías el honor de poder escuchar también tú historia, Sr. Presidente?”
El presidente se hundió en su silla de respaldo alto y de cuero negro para reflexionar, poniendo la mirada en el techo y recabando sus pensamientos más o menos por un minuto. Luego, inclinándose hacia el frente del gran escritorio de caoba, con las manos unidas, empezó a relatar sus días cuando era un paciente amnésico. “Atravesé un infierno en aquellos días. Era un completo desconocido para mí mismo, sin saber a dónde ir o si alguna vez me recuperaría… como si mi vida no fuera lo suficientemente miserable, todos en el hospital me trataban con desprecio, como si fuera alguna especie de criminal. Me di cuenta de que a nadie le preocupaba si yo existía o no, como si no pudieran esperar más para deshacerse de mí… excepto Candy la amable enfermera. Ella me ofreció su amistad, dándome un refugio donde yo podía descansar y brindándome la esperanza de que yo eventualmente recordaría quien era. Como un salvavidas para una persona que se está ahogando… su compasión y apoyo me salvaron de la desesperanza… Eso significa mucho… para mí…” titubeó, incapaz de continuar por el temblor en su voz.
Entonces se levantó de su silla y se dio la vuelta para quedar frente a la ventana, observando el resplandeciente atardecer en el centro de Chicago. “Siendo huérfana, ella deseaba tener un hermano mayor, y eso era lo menos que yo podía hacer. Quiero decir… ¿qué otra cosa más podía ofrecerle que no fuera estar ahí para ella? Le debo mi vida, y nunca podré pagarle su bondad… ¿Cómo puede la gente difamarme como un hombre perverso que fue lo suficientemente atroz para desflorar a una inocente menor?”
Albert sin duda alguna estaba indignado por el ataque sin fundamento hacia su persona. Darren le creyó pero no sabía que decir, y Albert añadió luego de soltar un suspiro, “Si te pusieras en mi lugar, comprenderías por qué preferiría seguir siendo un hombre sin un centavo que lavaba platos para vivir, que recordar que en realidad soy el adinerado y generoso benefactor que había firmado los papeles de adopción.”
Entonces Albert se dio la vuelta y empezó a contarle porqué había adoptado a Candy cuando ella era más joven. Darren reconoció que las intenciones de Sir Ardlay en aquel entonces habían sido honorables, concediendo las solicitudes individuales de sus queridos sobrinos. Cuando Darren señaló las palabras de Eliza acerca de sus primos, Albert volvió a suspirar, negando con la cabeza. “Ninguno de mis sobrinos sabía que yo era menos de diez años mayor que ellos… ¿Quién habría pensado que la joven a la que ellos adoraban más tarde vendría a mi rescate cuando yo había tocado fondo?”
Lo siguiente que Darren supo, fue que la media hora de su cita había terminado, así que se aclaró el nudo en la garganta, diciendo, “Sé que se me acabó el tiempo, pero antes de que me vaya, tengo que hacerte una pregunta, y espero que me digas la verdad.”
Asintiendo, el carismático presidente en su traje de tres piezas hecho a la medida lo miró a los ojos. Entonces Darren inhaló profundamente antes de preguntar a quemarropa, “¿Quién es la Señorita Candice para ti, ahora?”
Pero Albert aparentemente esquivó su pregunta, “Me gustaría mostrarte mi taller. ¿Estás libre esta noche?”
Se le pidió a Darren que se reuniera con él en la entrada principal de la mansión de los Ardlay alrededor de las ocho y media. Darren estaba más que curioso, y cuando Albert apareció, si no fuera por sus ojos azules y su cabello rubio, no habría sido capaz de reconocerlo. El encantador millonario se había disfrazado como un humilde trabajador, con el rostro manchado de suciedad. Percibió la sorpresa en los ojos de Darren y se rió. “Cuando Candy me conoció, yo lucía mucho peor, llevaba barba y gafas oscuras, y ella de hecho se desmayó… ¡dos veces!”
Darren no pudo evitar reírse a carcajadas, negando con la cabeza a la vez. Entonces Albert lo condujo a su taller secreto. Solamente George sabía exactamente en dónde encontrarlo por las noches o los fines de semana.
En su camino hacia ahí, Albert le explicó a Darren lo que había estado haciendo en su taller las últimas dos semanas, cada vez que tenía algo de tiempo libre para él. Había contratado a un carpintero para ayudarlo a diseñar y ensamblar algunos muebles de madera de estilo rústico, para una mujer especial en su corazón, quien cumpliría veintiún años a principios de mayo. Sin embargo, cuando el carpintero se iba, Albert trataba de continuar donde este se había quedado.
Darren enarcó una ceja. “¿Para la Señorita Candice?”
Al escuchar su nombre, el rostro del hombre de mayor estatura se rompió en una amplia sonrisa que le llegaba a los ojos. “Sí, mi objetivo es hacer que su vigésimo primer cumpleaños sea inolvidable. Quiero que sepa que estoy haciendo todo lo que está a mi alcance para hacerla feliz.”
Darren pensó, ella ciertamente ocupa un lugar especial en su corazón. Entonces Albert continuó contándole los detalles de los preparativos para su cumpleaños, y el afecto era evidente en su voz. Darren se conmovió al saber que Albert había hecho tiempo y un esfuerzo adicional para asegurarse de que la habitación de ella estuviera lista para mayo.
Cuando los dos hombres llegaron al taller, Darren observó a un hombre de traje negro de pie junto a la puerta, que le era familiar. Era el asistente personal de Sir Ardlay, George.
Después de que Darren y George intercambiaron saludos, Darren escuchó a George decirle a su joven jefe, “Sir William, me complace informarle que he localizado con éxito a César. Al igual que Cleopatra, también llegará en abril.”
La manera en que el rostro de Albert se iluminó indicaba que estaba encantado de escuchar eso. Los nombres parecían resultarle familiares a Darren. ¿Quiénes son? ¿Qué los hace tan especiales para Albert?
Entonces la voz alegre de Albert interrumpió los pensamientos de Darren, “No vayas a presionar a los caballos, ¿están en buena forma como para viajar largas distancias?”
Cuando Albert y George continuaron su conversación, Darren comprendió que Albert se había preocupado lo suficiente por Candy como para encontrar los caballos para ella. Ella debió haber estado muy encariñada con ellos, y Darren apostó que esa era otra sorpresa de cumpleaños para ella. Albert estaba seguro de que iba a prodigar su amor sobre ella.
Después de que George hubo terminado su reporte, Darren se aclaró fuertemente la garganta para llamar la atención de ambos. “Sir William Ardlay, o Albert, creo que la Señorita Candice pueda volver a desmayarse cuando vea el desfile de regalos.”
Una risa salió de su garganta antes de responder, “Espero que le gusten los regalos que he reunido.”
Darren no estaba preparado para escuchar incertidumbre en la voz de Albert, y cuando estaba a punto de asegurarle que la Señorita Candice definitivamente apreciaría el producto de su sudor y lágrimas y de muchas noches de desvelo, Albert abruptamente cambió de tema y le preguntó si le gustaría volver a ver a Candy.
Darren negó con la cabeza. “No creo que ella todavía se acuerde de mí, y planeo volver a Miami este fin de semana.”
Ni Albert ni George habían previsto esto. Entonces Darren les explicó que ella posiblemente no recordaría mucho acerca de él. Sus interacciones se habían limitado a bailar hace solo unos meses. Entonces Darren se despidió para que Albert pudiera continuar con lo que sea que tuviera planeado hacer esa noche.
Después de despedirse de ellos, Darren se alejó con sentimientos encontrados. Después de todo su viaje no había sido una pérdida de tiempo. Había logrado su misión original, y debía de admitir que había dado un giro de 180 grados; ya no estaba inclinado a luchar por la Señorita Candice. En cambio, podía comprender como ella y Albert estaban ligados el uno al otro por el destino, sus vidas claramente se entrelazaban desde hacía años, así que deseó que su amor prevaleciera hasta el final.
Luego el adorable rostro de Patty emergió en su mente, y su rostro se rompió en una sonrisa. Había logrado asustar exitosamente al acosador con su ingenio al fingir ser un lejano primo de Patty, y amenazarlo con darle una paliza si alguna vez se atrevía a volver a molestarla. El acosador no era sino un cobarde, y después de ver unas cuantas veces a Darren caminar junto a Patty en el campus, había decidido buscar otro objetivo.
Hablando de Patty, Darren encontraba difícil creer que ella ignoraba los sentimientos de su mejor amiga. Aunque volvería a reunirse con ella por lo menos una vez más antes de marcharse de Chicago, mantendría la boca cerrada respecto al romance entra la Señorita Candice y su tutor. A decir verdad, Darren le había prometido a Albert no decir ni una palabra a nadie, ni siquiera a Patty.
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Después de reunirse con Darren y de escuchar sus opiniones, Albert anhelaba aún más ver a Candy. De hecho, la urgencia por verla se iba incrementando cada día a un ritmo alarmante que Albert tenía problemas para concentrarse en el trabajo. La extrañaba tanto que el pecho le dolía por la añoranza. Sin embargo, a manera de llevar a cabo su plan, necesitaba todo un día libre, lo cual incluía conducir de ida y vuelta más pasar algún tiempo a solas con ella. Por lo tanto, cada vez que su mente se iba volando, se obligaba a concentrarse en su tarea actual. ¡Tengo que terminar esto antes de mi próximo largo viaje de negocios! Candy… si tan solo supieras que ya no aguanto las ganas de volver a ver tu sonrisa…
Impulsado por su inmenso deseo de verla, a pesar de haber llegado tarde a casa la noche del sábado después de una reunión social, Albert logró conseguir su mayor objetivo antes de la fecha límite, quedándose despierto hasta las primeras horas de la madrugada del domingo para terminar un informe crucial. Algunas horas después, tomó una ducha al despuntar el alba y comió un desayuno sencillo. El clima parecía ser prometedor para él, ¡va a ser un día maravilloso! Por lo tanto, después de informarle al mayordomo que no regresaría hasta más tarde esa noche, de muy buen humor se dirigió a la casa de George.
George era un madrugador como de costumbre, y cuando el joven jefe le pasó dejando el informe, contándole a su leal asistente su agenda de ese día, este rápidamente le preguntó con preocupación en su voz, “Pero Sir William, usted se ve exhausto. ¿Está seguro de que puede conducir por horas?”
Encogiéndose de hombros, Albert negó con la cabeza y replicó, sonando impaciente, “Ya deberías de saber que no puedo seguir postergando esto, ¿cierto, George?”
“Sir-” dijo George, sin darse por vencido.
Sin embargo su jefe continuó sin dejarlo terminar, “Gracias por preocuparte, George. Es cierto, no pegué el ojo anoche… ¡pero debo verla hoy! ¿Qué si no hay más días soleados antes de su cumpleaños? Así que esta es la oportunidad y no puedo dejarla pasar…” se interrumpió para recopilar sus pensamientos, sabiendo que su amigo fiel, cuyo rostro ahora lo marcaba un ceño de preocupación, solo tenía buenas intenciones.
Cuando George asintió con comprensión, Albert le dijo adiós con la mano y exclamó una solicitud, con sus labios curvándose, “Entonces, ¡deséame suerte!”
Antes de que George pudiera responder a eso, Albert se dirigió directamente al asiento del conductor de su auto. Pero George se apresuró a ir a su lado y le ofreció, “Por favor, Sir William, permítame llevarlo hasta allá. Créame, y discúlpeme por ser insolente, tiene círculos oscuros debajo de sus enrojecidos ojos.”
En un abrir y cerrar de ojos, una sombra de aprensión atravesó su apuesto rostro. Albert se quedó clavado en su lugar, preguntando con angustia en su voz, “¿Me veo tan mal?”
Anoche había estado dando vueltas en la cama, demasiado nervioso como para dormir, sintiéndose ansioso acerca de cómo reaccionaría Candy a su revelación. Sin embargo, lo último que deseaba era verse horrible en un día como ese. Así que, cuando George bajó ligeramente su mirada como respuesta, Albert finalmente cedió y reconoció que había sido impulsivo, sin haberse puesto a pensar lo que podría haber pasado si colapsaba en su camino hacia allá. Por lo tanto, permitió que George lo llevara al Hogar de Pony.
Durante el viaje, con George conduciendo a su lado, Albert pudo dormir profundamente como un bebé. Las últimas dos semanas habían sido agotadoras y pesadas, y no había podido descansar. Sobre todo, había estado agonizando sobre cómo confesárselo a Candy de la manera más memorable. Gracias a Darren. Su inesperada visita le había recordado que Candy había llevado con ella su broche todo el trayecto hacia Miami.
(Fin del flashback)
“Candy, ¿quieres correr con nosotros hasta el arroyo?” le preguntó un par de niños después de la misa dominical, sosteniendo en sus manos unas cañas de pescar.
Ella rechazó su oferta con su característica sonrisa, “La Señorita Pony necesita que le ayude a lavar la ropa. Queremos aprovechar el calor, el sol y la brisa de un día como hoy, así que cuanto antes empecemos mejor.”
Junto a los chicos mayores, Candy estaba ocupada ya sea lavando o colgando la ropa lavada en un lazo a la intemperie, si no, la pila de ropa les tomaría una eternidad para terminar de lavarla. Mientras trabajaban arduamente, la mayoría de ellos platicaba pero Candy estaba callada. Estaba considerando y debatiéndose si pedirle a Albert que anulara su adopción cuando cumpliera los veintiún años en mayo. De ser así, ¿qué razones podría proporcionarle? Habían pasado muchas semanas desde la última vez que lo había visto. En lo profundo de su ser, esperaba que él pudiera aparecerse para su cumpleaños, celebrarlo con ella, ellos dos solos, y luego decidiría si discutir el asunto de la adopción con él. Entonces ella soltó un profundo suspiro… Creo que eso no va a suceder… él posiblemente va a viajar a alguna parte del país ese día… Últimamente lo había extrañado tanto que casi todos sus pensamientos eran acerca de él, cuando deberían haber sido sobre otras cosas.
Cuando el sol estaba en lo más alto del cielo, toda la ropa lavada estaba tendida esperando a secarse, así que Candy y lo demás tomaron un merecido descanso. Todos ellos, a excepción de Candy, corrieron colina abajo para reunirse con los otros chicos, quienes retozaban en el arroyo, pero Candy regresó al orfanato para ver si sus madres necesitaban algo de ayuda con los preparativos para el almuerzo.
Tan pronto como Candy entró al área de la cocina, alguien llamó a la puerta principal. “Yo iré a ver,” dijo Candy.
Abrió la puerta, y una vez que sus ojos se adaptaron a la brillante luz detrás del visitante de elevada estatura, jadeó bruscamente, estupefacta pero eufórica. ¿Estoy soñando?
El joven que apareció de la nada le mostró su irresistible sonrisa, manteniendo su vista fija en la de ella. “Buenos días, Candy. ¿Cómo estás?”
Es él. ¡Es su voz! Pero espera un momento… Su corazón dio un vuelco. Había algo diferente en él que llamó su atención pero aún no podía captar qué era, excepto que hoy se veía particularmente juvenil y rejuvenecido.
Mientras Candy permanecía de pie, aturdida, la Señorita Pony y la Hermana María con entusiasmo le dieron la bienvenida al visitante, haciéndole un ademán para que se sentara mientras ellas le iban a traer unos refrigerios. Él les agradeció su hospitalidad pero amablemente rechazó su oferta. En cambio, permaneció de pie junto a Candy y la invitó con seriedad, “Candy, vayamos a la Colina de Pony.”
Candy estaba fuera de sí de la alegría. Albert definitivamente había ido por ella y no podía esperar a estar a solas con ella. Mientras asentía, el color subió por su cuello y se extendió en un encantador rubor sobre sus mejillas.
Aunque no era la primera vez que ellos iban juntos a la Colina de Pony, Candy tenía la corazonada de que los pensamientos de Albert estaban ocupados por algún asunto serio. Desde el momento en que él había puesto un pie en el Hogar de Pony, a pesar de estar sonriendo, parecía inquieto y tenso con un dejo de consternación. Aun así ella lo siguió, subiendo con dificultad la colina y con el corazón latiéndole irregularmente en el pecho. Poco podía imaginar que él estaba tan nervioso que su frente estaba cubierta de sudor, pero esta vez nada podría romper su determinación. Además, le había recordado a George que se mantuviera lejos ya que hoy se tomaría su tiempo para hablar con Candy.
Sobre la cima, Albert se detuvo en un punto donde podían tener una panorámica del Hogar de Pony. Los árboles, dispersos alrededor de ellos, habían aumentado su espesor desde la llegada de la primavera, pero apenas podían tapar la impresionante vista del increíble cielo azul, adornado con esponjosas nubes blancas. Candy observó con detenimiento los movimientos de él, tratando de deducir que tenía preparado para ella, pero consiguió esperar pacientemente a que él rompiera el silencio. Había estado extraordinariamente callado después de invitarla a ir ahí con él.
Dándole la espalda, él se armó de valor al recordar como ella había llegado milagrosamente a su vida, hace muchos años en aquel día particular. Mientras tanto, no solo el clima perfecto y los alrededores le dieron tranquilidad, sino que el calor del sol y el fresco aroma del pasto nuevo alimentaron su seguridad. Para continuar, Albert se dio la vuelta para quedar frente a Candy con un aire de determinación. Por años había estado sopesando acerca de revelar este secreto, y reconoció que había llegado el momento para que diera el paso.
Por lo tanto, fijó sus ojos en los de ella y se estampó una sonrisa en el rostro. Con los puños fuertemente apretados a sus costados, reunió su voz, haciendo uso de toda su fuerza para no sonar nervioso, “Candy… es tiempo que me devuelvas el broche…”
Habiendo dicho eso, dejó escapar todo el aliento que había estado conteniendo. He ahí… Lo hice… finalmente lo hice… Sin embargo, el siguiente minuto le pareció una eternidad; parecía alguien que estaba esperando su sentencia, sudando y temblando por el impredecible desenlace.
Pero eso fue un giro completamente inesperado de los acontecimientos para Candy. Con la expresión perdida, se quedó mirando boquiabierta a Albert, con sus hermosos ojos verdes duplicados en tamaño. Su boca se abrió por la perplejidad. ¿Broche? ¿Qué broche?
A pesar de todo, la manera en que sus ojos azules brillaban como si fueran zafiros y su despeinado cabello rubio resplandeciendo bajo la deslumbrante luz del sol, hizo que tocara una fibra sensible en ella. En una fracción de segundo, de pronto su solicitud tuvo sentido para ella, y jadeó con entendimiento. La humedad empezó a formarse en sus pupilas de esmeralda cuando lo imaginó vistiendo el kilt de las tierras altas. Luego su mente voló y retrocedió en el tiempo, al día en que Annie se había marchado con sus padres adoptivos.
Albert… Tío Abuelo William… ¡Por supuesto él era el dulce chico escocés que tocó su gaita para animarme! Aquí mismo bajo el mismo cielo sobre la Colina de Pony… Su comentario se volvió mi lema…
Cada pequeño detalle de su primer encuentro con el Príncipe de la Colina resurgió en su mente como si hubieran abierto un dique, cómo ella había llorado igual que un lobo y cómo el amable adolescente había aparecido ante ella de la nada. Antes de que ella se diera cuenta, un torrente de lágrimas estaban cayendo por sus mejillas, y su pequeña figura empezó a temblar visiblemente. Esto es irreal… Es demasiado bueno para ser verdad… Me he enamorado… de mi primer amor sin saberlo…
Cuando él contempló la versión adulta de la niña llorona, oleadas de alivio lo impregnaron. Sintió como si una carga hubiera sido quitada de sus hombros ya que lo que previamente había temido, que ella pudiera negarlo o rechazarlo desde el principio, no sucedió. Al contrario, era más que satisfactorio para él observar sus emotivas reacciones bañadas en lágrimas. Ella recuerda… y lo comprendió…
En ese momento, entre sollozos ella surgió con una suave respuesta, “Te refieres a que soy… ¿más linda cuando sonrío…?”
Sin duda ahora sabe quién soy… ella siempre será hermosa para mí… Quería responderle, pero estaban tan emocionado que su voz parecía haberse quedado atascada en su garganta. Entonces, tomó aire unas cuantas veces para calmarse en un esfuerzo por controlar sus agitadas emociones, pero estas atravesaron la última barrera que contenía sus sentimientos. Como resultado, una cálida humedad nubló su vista cuando respondió con la voz entrecortada, “Ahora, incluso eres linda cuando lloras, pequeña.”
Él básicamente admitió que era su príncipe. Sus palabras de confirmación, tan llenas de nostalgia, agitaron las profundidades del alma de ella. Sin mencionar que su intensa mirada la estaba escrutando, como si estuviera tratando de tener acceso a sus pensamientos más íntimos. Por lo tanto, sus ojos brillaron de felicidad detrás de las incontrolables lágrimas, y todo su ser estaba abrumado por el éxtasis. Sentía como si estuviera flotando en una nube y su corazón en cualquier momento estallaría de felicidad.
Mi amado Príncipe de la Colina… tan maravilloso y apuesto… ¡Sí! El Príncipe de la Colina ha vuelto a la Colina de Pony… específicamente por mí… Cómo es que nunca me di cuenta… estuvo conmigo todos estos años, apoyándome. Cada vez que estaba deprimida, el me sujetaba fuertemente en sus brazos… consolándome y dándome fuerza…
Cuando la suave brisa acarició su rostro cubierto de lágrimas, percibió que su apuesto príncipe había permanecido de pie y en silencio a su lado, esperándola para responder. Oh Albert, todo este tiempo supiste quien era mi Príncipe de la Colina y lo que yo sentía por él… ¡qué vergüenza que me hayas escuchado elogiarlo un sinnúmero de veces! Todo este tiempo preguntándome si tú sentías algo especial por mí…
Luego se quedó de piedra al comprenderlo. ¿Así que esta es tu confesión de amor para mí? Oh Dios mío… ¡Por favor dime que no estoy soñando un dulce sueño!
Lentamente, una encantadora pero tímida sonrisa se extendió por todo su rostro. Cuando levantó sus ojos llorosos hacia los ojos húmedos de él, él le sonrió como si hubiera leído su mente, y abrió sus brazos ampliamente en un gesto de invitación.
Pero en ese preciso momento, el sonido estridente de la bocina de un auto captó atención de ellos, haciendo que ambos voltearan sus cabezas hacia el auto que se encontraba colina abajo.
Notas de pie de página:
[1] Semana Santa en 1919, cayó en la tercera semana de abril.
Nota: Creo que aquellas que han leído Candy Candy Final Story (CCFS) encontrarán familiares varias partes de este capítulo. Hice todo lo posible por mantenerme fiel a CCFS, así que espero que hayan disfrutado leyendo mi interpretación e imaginación.
Supongo que la confesión debió haber sucedido un día domingo, cuando tanto Albert como Candy, no tenían que trabajar. Él tenía la intención de quedarse con ella para hablar todo el tiempo que fuera necesario, pero algún asunto urgente arruinó su plan. Incluso Candy se quejó de que Albert había desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. Por lo tanto, el motivo que puse en la historia fue una emergencia en la oficina de Londres donde la zona horaria va varias horas por delante.
Basándome en la solicitud de Albert en su carta a Candy (que se muestra en el epílogo de CCFS), pidiéndole que le escriba es su habitual estilo alegre, creo firmemente que los dos se habían mantenido en contacto el uno con el otro, escribiéndose cartas desde que ella se había mudado al orfanato.
Adicionalmente, en la primera carta de Candy al Príncipe de la Colina, ella preguntó bajo qué cielo él estaría viajando, así que supongo que ella de alguna manera sabía sobre su inminente viaje de negocios, antes de su importante confesión.