El Amor Nunca Falla Capítulo 3: Despertar (Parte 2)
Mi más sincero agradecimiento a SweetCandyAndley por invertir su precioso tiempo en la traducción de esta historia al español. ¡Gracias Amiga!
-Ms Puddle
Capítulo 3: Despertar (Parte 2)
Cuando Candy llegó a su casa, Albert estaba ocupado buscando algo en el baño. Cuando la escuchó entrar, le preguntó sin voltear a verla, aun buscando de arriba a abajo, “Candy, llegaste mucho más tarde de lo habitual. ¿Dónde has estado?”
Justo cuando ella iba a responderle, él agregó, “La cena está lista, así que adelante, sírvete.”
“¿No vas a cenar conmigo, Albert?” preguntó Candy, evidentemente decepcionada.
Sólo entonces la miró por encima del hombro con una ligera incredulidad. Ella estaba haciendo pucheros, con las manos en las caderas, y mirándolo a él, así que se giró para verla, se encogió de hombros. “Me encantaría acompañarte, pero quiero encontrar mi navaja. ¿Por casualidad sabes dónde está?”
“¿Ahora? ¿Cuál es la prisa? ¿No puedes esperar hasta después de la cena?”, le sugirió, con una sonrisa burlona dibujada en su rostro y con los ojos brillantes.
Frunció el ceño. “No me he afeitado desde ayer”, le dijo, pasándose la mano por la barba y añadió, “y he empezado a encontrar esta intolerable.”
“¿En serio? ¡Pero solías usar una barba cerrada!” replicó ella, con las cejas arqueadas y la sonrisa cada vez más amplia.
Él asintió con la cabeza. “Lo sé… me lo has dicho muchas veces, pero ahora simplemente ya no me gusta”, resopló.
“Muy bien, Albert,” dijo con un suspiro. “¿Qué tal si cenamos juntos primero? Me muero de hambre, y te prometo que te ayudaré a buscarla después de la cena,” ella le ofreció, con una expresión graciosa que la hacía ver encantadora. Albert sabía que no sería fácil convencerla de lo contrario, por lo que cedió.
En el transcurso de la cena, hablaron de sus trabajos durante el día, pero cuando llegó la hora de limpiar, ambos ya estaban callados. Se conocían desde hace tanto tiempo que ahora se sentían cómodos incluso en silencio. Más tarde, mientras que Albert estaba lavando los platos, Candy estaba a su lado para ayudarle, y él se preguntó: ¿porqué no mediría la razón por laque llegó tardea cenaresta noche? ¿Tendrá algoque ver conlosrumores acerca deTerry? Heocultadomuchos de esosperiódicosdebajo de la cama. Pero entonces, silos hubiera encontrado, ella no estaríatan tranquila en este momento… Además, ellano hahablado deTerrydesdesu separación, que fue hacemeses ya…
Mientras tanto, recordando la descripción de Anna de su apariencia física, Candy descubrió que Albert era bien parecido, incluso con barba, y se veía más varonil. Reconoció, Annaes definitivamenteuna artista, ysólo los artistasusaríanpalabrascomo“rasgos cincelados»paradescribir a las personas…
Albert sorprendió a Candy observándolo en secreto, y se preguntó, ¿por qué estarámirándome de esa manera?
Por lo tanto, él rompió el silencio preguntándole a ella, con una agradable sonrisa adornando sus labios, “Candy, ¿te gustaron mis nuevos platillos?”
“¡Oh! ¡Sólo te diré una palabra! ¡Deliciosos!”, exclamó con deleite.
“¿En serio?”, la cuestionó, con sus ojos tiernos buscando los de ella. “A juzgar por la forma en que me mirabas, yo pensé que estabas buscando las palabras para describir mis platillos sin herir mis sentimientos,” terminó con un guiño.
“¡Oh, no!” Entró en pánico, y apresuradamente se ingenió una razón válida. “Tu barba me recordó nuestro primer encuentro. Tu apariencia en aquel entonces era muy aterradora…”
Ella misma se sorprendió de su pronta respuesta, por ser capaz de encontrar una buena excusa dentro de un período de tiempo tan corto, y él le creyó. “Sí… me veía como un pirata, ya me lo has dicho miles de veces.”
Luego rio con exageración, actuando como un pirata. Pero ella rápidamente pronunció, “Sin embargo, tu voz y tus ojos azules tan gentiles no concordaban con tu imagen de pirata, por eso confié en ti y ¡nos hicimos amigos de inmediato!”
Cuando él le sonrío tiernamente, ella añadió: “También, te molestó que te dijera ‘Señor’ porque dijiste que eras muy joven.”
“Gracias, Candy, por hacerme sentir un poco mejor,” dijo Albert sinceramente. Se preguntó por qué llevaría una barba espesa en ese entonces; apenas podía tolerar la barba que empezaba a crecerle ahora. Entonces la voz de ella interrumpió el hilo de sus pensamientos, “¿Te he dicho alguna vez que yo quería vivir contigo no mucho después de que nos conocimos?”
“¿En serio?” Parecía intrigado, mientras colocaba los platos limpios en los estantes del armario. “¿Por qué?”
“Bueno… me dijiste que no tenías hogar, así que asumí que eras un huérfano como yo. No sabes cuán reconfortada me sentí al haber conocido a una persona con antecedentes similares a los míos,” comenzó ella, recordando su entusiasmo en ese momento. “Más tarde, cuando me enteré de que los Leagan me enviarían a México, fui a buscarte porque prefería quedarme contigo. Fuiste muy amable conmigo, y vivías cerca de Anthony y de los demás.”
“¡Oh, ya veo!”, dijo, mirándola mientras se limpiaba las manos. “Así que podrías mantenerte en contacto con Anthony mientras estuvieras conmigo, ¿verdad? ¿Y me encontraste?” preguntó Albert con curiosidad. Para ese momento ya habían terminado con los platos, y él comenzó a hervir agua para el té, por lo que se mantuvo apoyado en el fregadero de la cocina.
“Desafortunadamente, ya habías desaparecido”, dijo Candy, mirando a su amigo con el ceño fruncido. “Sintiéndome decepcionada, encontré tus gafas de sol rotas en el suelo. Me preocupaba que algo malo te hubiera ocurrido, y sin embargo, por alguna razón esperaba que también fueras a México,” ella exhaló profundamente.
Él le palmeó el hombro ligeramente y sonrió. “Está bien, Candy. Creo que lo que me pasó no era tan malo, después de todo, estoy aquí en este momento.”
Pero su desaparición en ese entonces no era lo que la preocupaba actualmente. Aquellos días habían sido los días más oscuros de su vida, y ella había reprimido esos eventos en lo más profundo de su memoria. Ahora, después de haber leído muchos libros acerca de la amnesia, ella sabía que esto era parte del mecanismo de defensa psicológica, que ayudaba a las víctimas a olvidar el trauma de sus experiencias dolorosas. Su memoria todavía estaba allí, pero el acceso a ella se veía afectado de alguna manera, pero ella no tenía intención de ocultarle sus recuerdos a Albert. En ese momento, ella decidió abrirse.
Por otro lado, Albert comenzó a sospechar que algo más estaba molestando a Candy, pero de todos modos le dijo, “Candy, siento haber desaparecido en aquel momento cuando más me necesitabas. Aunque no recuerdo nada de eso, estoy seguro de que tenía mis razones para irme.”
Lo que le dijo le recordó con tristeza que tenía que ser fuerte. Sabes que Albert te dejaríade nuevo poralgunas otras razones, y esta vezprobablemente se vaya por alguien a quien ama…
Justo en ese momento, su pensamiento sombrío fue interrumpido por el silbido de la tetera, así que ella se ofreció a preparar el té mientras él tomaba sus tazas. Fue entonces cuando ella decidió relatarle a Albert su doloroso pasado en caso de que no tuviera otra oportunidad nuevamente.
Una vez que se sentaron en la mesa del comedor, Candy comenzó, “Albert, creo que no te he contado sobre mi viaje a México, ¿verdad?”
Albert sacudió la cabeza lentamente y le dijo: “Sé que la familia Leagan decidió enviarte a México, pero no me has contado los detalles de lo que sucedió antes o después.”
Así Candy comenzó su historia envolviendo la taza con sus manos, como si eso le pudiera dar más fuerza. “Después de convivir contigo y con los animales por un momento maravilloso cerca de la cascada, sentí mis fuerzas renovadas y regresé con los Leagan. Sin embargo, me enteré de que la Señora Leagan me había despedido, pero me dio tiempo para encontrar un nuevo trabajo. Por lo tanto, inserté una carta de despedida en una botella y dejé que la corriente del agua la llevara junto con mi mensaje para ti de acuerdo a tus instrucciones. Desafortunadamente, no mucho tiempo después, Neil y Eliza me culparon del robo de algunas joyas de la familia, y la señora Leagan estaba tan enojada que no quería mantenerme cerca por más tiempo. La manera más rápida de deshacerse de mí era enviándome a México al día siguiente. Estaba tan asustada, e inmediatamente pensé en estar contigo, pero como ya lo había dicho, cuando llegué a la casa de campo en la montaña, tú y los animales ya habían desaparecido”.
Albert estaba escuchando con compasión, sabiendo que tenía que compartir su angustia antes de que pudiera liberarse de sus últimos sufrimientos. Mientras ella hablaba, observó que sus manos ya no envolvían la taza. De hecho, le estaban temblando, así que simplemente las tomó con las suyas. Ella se desconcertó un poco, pero sus grandes manos cálidas le dieron el coraje para continuar describiendo su viaje a México. “Sentada en la caravana, pude escuchar las gaitas en la distancia. Debía tratarse de Anthony, Archie y Stear. Fue su despedida, y yo no podía contener las lágrimas por más tiempo.”
Candy sintió la melancolía, como si hubiera sido transportada en el tiempo, así que desvió la mirada para reprimir un sollozo. Albert también sintió un nudo en la garganta, y la dejó tomarse su tiempo, manteniéndose en silencio mientras sostenía sus manos. Luego ella continuó: “Debo admitir que todo lo que pasó después ya es como un borrón para mí, y lo único que recuerdo es que otra familia pobre con hijos pequeños se nos unió después, creo que todos íbamos a trabajar en la misma granja. Más tarde en la noche, mientras nos reunimos en torno al fuego para comer, el hombre mexicano, de quien no recuerdo su nombre, se acercó a mí de forma inesperada.”
Al oír esto, Albert sintió su cuerpo tensarse. Su instinto le dijo que ese hombre debía tener malas intenciones, e involuntariamente entrelazó sus manos con las de Candy con más fuerza. En ese momento, las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas al recordar lo aterrador que había sido ese suceso, pero consiguió balbucear, “Él me obligó… me obligó a acompañarlo… horrorizada, luché contra él… y él vertió alcohol… directamente de su botella en mi boca…”
¡Maldita sea! Albert juró por dentro, la rabia candente burbujeaba en su interior. No podía perdonar a los Leagan por poner a una joven Candy en tal situación. Sin dudarlo, la tomó en sus brazos, abrazándola tan fuerte como le fue posible. Mientras tanto, al sentir su cuerpo temblar y al escucharla sollozar, le preguntó, esperando escuchar lo peor, “¿te lastimó?”
Para su gran alivio, Candy negó con la cabeza, y su llanto disminuyó poco tiempo después. El cálido abrazo de Albert la había calmado significativamente. “Una figura obscura apareció de entre los arbustos justo a tiempo. Lo noqueó y me llevó a su vehículo,” continuó ella. “Pensé que se trataba de un secuestrador, luché por mi vida, pero después me enteré de que se trataba de George, el asistente del Tío William.”
Él dejo escapar un suspiro de alivio, y ella asintió antes de preguntarle, limpiándose las lágrimas con el dorso de sus manos, “Albert, ¿ya conoces el resto de la historia, verdad? El Tío William me adoptó como su hija, había enviado a George para que me regresara a casa de los Andley en Lakewood. Era como un sueño cuando pude ver a Anthony, Archie y a Stear de nuevo.”
“Sí, ya sabía eso,” Albert reconoció. Sí, los hermanos Cornwell me lo contaron cuando estuviste en Nueva York.
Entonces Candy agregó, “Estoy muy agradecida con mis amigos, quienes se convirtieron en mis primos por adopción. De manera individual habían escrito al Tío William para pedirle por mí, y si el Tío William los hubiera ignorado, yo hubiera ido a dar a México.” Un pensamiento negativo cruzó por la mente de Albert en ese instante, por qué exactamente ese hombre había vertido el vino en tu boca… Candy… ya sea que quisiera abusar de ti o planeaba venderte como esclava infantil antes de llegar a México…
Entonces su voz lo trajo de vuelta al presente, “Así que el Tío William me salvó la vida aún sin conocerme. Después de la muerte de Anthony, era demasiado deprimente vivir en Lakewood, por lo que regresé al Hogar de Pony y me quedé ahí una temporada. Entonces George llegó en la época navideña y me informó los deseos del Tío William. Él quería que yo estudiara en el Colegio San Pablo en Londres, junto a Stear y Archie. Se trataba de uno de los mejores colegios, y fue tan generoso al solicitar que se me asignara una habitación lujosa,” decía Candy con una mirada soñadora, recordando los buenos y viejos tiempos. Entonces lo miró con una dulce sonrisa. “Bueno Albert, ya te había contado todo esto, ¿no es así?”
Una tierna sonrisa cubrió su rostro mientras asentía en silencio. Con gratitud ella se recostó en su hombro, y él la envolvió con su brazo por encima de su hombro. Ella estaba contenta tan sólo por el hecho de estar cerca de él. Aunque estaba agotada por haber hablado de su dolorosa experiencia, se sentía aliviada de compartir sus penas con él. Parecía tan natural que ella confiara en él. Entonces, le dijo, “Nunca olvidaré las bendiciones que el Tío William ha derramado sobre mí, es por eso que desearía poder conocerlo en persona.”
Él estuvo de acuerdo con ella, “Si yo fuera tú, tendría curiosidad de conocer a este anciano amable para expresarle mi gratitud en persona.”
Candy le contó a Albert cómo había creído que el señor William McGregor era el Tío William cuando inició sus estudios en la escuela de enfermería. “No pude dormir la noche anterior, ¡debido a la anticipación de conocer a mi padre adoptivo!”
También le describió la depresión que sintió días después de la muerte del señor McGregor. De pronto, Candy se enderezó y se veía horrorizada, lo que alarmó a Albert. “¿Qué sucede, Candy?”
Con la voz temblorosa, le preguntó, “Albert, ¿recuerdas el día en que dejaste el hospital, y te busqué por todas partes?”
“Sí”, le dijo con incertidumbre. “¿Por qué?”
Ella le explicó, “No podía encontrarte, así que fui a la Mansión de los Andley, pidiendo la ayuda de Stear y Archie, ¡cuando casi choco con un vehículo! En ese momento, me di cuenta de que era George quien manejaba, pero nunca lo había visto tan ansioso, así que la primera idea que vino a mi mente fue que ¡algo debía ocurrirle al Tío William!”
Hizo una pausa para tomar una bocanada de aire antes de continuar, “Entonces me topé con la Tía Abuela Elroy al dar la vuelta en la esquina… sabes lo aterradora que era… pero me armé de valor para preguntarle por el Tío William. ¡No podía soportar no verlo ni siquiera una vez en mi vida!”
Conforme Albert escuchaba. Sus cejas se fruncieron. Entonces él la instó a que continuara, sonando genuinamente preocupado, “¿Entonces? Espero que tu padre adoptivo ¿se encontraba bien?”
Ella suspiró, moviendo su cabeza gravemente. “Aún no lo sé. La Tía Abuela Elroy dijo que no era de mi incumbencia, e incluso me regañó por haberme aparecido ante ella…” Entonces se detuvo abruptamente, intentando recordar algo. “Oh… ¡ahora lo recuerdo! ¡Ella también mencionó que algo no andaba bien con el Tío William el día en que me echó de la mansión de los Andley! Archie te lo contó, ¿no es así?”
Asintiendo, Albert confirmó, “Sí, sucedió el día en que regresaste de Nueva York, afiebrada y enferma, pero Archie me dijo que él tampoco había entendido a lo que se refería su Tía Abuela.” Entonces Albert tuvo un pensamiento, y le sugirió, “Tal vez deberías contactar a George directamente, Candy.”
“Cierto”, murmuró de conformidad, sin poder creer que se había olvidado totalmente del Tío William desde aquel día. Con las lágrimas de remordimiento rodando por sus mejillas, se arrojó nuevamente en los brazos de Albert y con miedo en la voz pronunció, “El Tío William está envejeciendo… probablemente morirá pronto…”
Albert la abrazó, sintiendo pena por ella. Había pasado ya por tantos altibajos a lo largo de su vida, y ni siquiera había cumplido los diecisiete. Candy, te amo, y desearía que me permitieras protegerte y quererte desde ahora en adelante… incluso como tu hermano mayor.
Por otra parte, recordando al viejo Señor McGregor, Candy se decidió, Sí debería escribirle a George mañana temprano.
Conforme los minutos pasaron, sus lágrimas se detuvieron, y no necesitó más del hombro de Albert, pero sus brazos permanecieron alrededor de ambos. Mientras tanto, al respirar su esencia y sentir su cuerpo suave cerca del suyo, su autocontrol fue debilitándose gradualmente. Él debía confesar que en realidad deseaba ser algo más que su hermano mayor, y antes de darse cuenta, se encontró a sí mismo acariciándola por la espalda. Instantáneamente, colocó sus manos en los hombros de ella y gentilmente la alejó de él.
En ese momento, las palabras de Anna “… su corazón le pertenece a alguien más…” resurgieron en la mente de Candy, así que le impidió que la alejara pidiéndole “Sólo abrázame un poco más, ¿sí Albert?”
La conclusión de Anna perturbó a Candy más de lo que hubiera querido admitir. Saber que sus brazos pronto le pertenecerían a alguien más, tan sólo quería que este momento durara tanto como fuera posible.
Albert estaba genuinamente desconcertado, intentando comprenderla, aunque hizo lo que le pidió. Candy, soy un hombre, por favor no presiones mis límites…
Para aclarar su mente de lo deseable que ella era, se distrajo a si mismo al decir, “Candy, lamento mucho por lo que has pasado en tu vida.”
Aun acurrucada en sus brazos, ella observó, “Por lo menos ahora te tengo a ti, y soy feliz.” Lo decía de corazón, y poco sabía de las emociones que sus palabras le habían provocado, y él se escuchó decirle, “Candy este es mi hogar. No sabes lo conmovedor que es el hecho de que tú estés aquí conmigo.”
Candy se quedó estupefacta al escucharlo decirle palabras tan familiares. Apresuradamente se liberó de su abrazo, mirándolo perpleja. Perecería que no deseara dejarme… o ¿acaso estoy imaginando cosas?
Albert no supo que se apoderó de él, y tampoco podía creer que hubiera dicho esas palabras en ese instante, así que desvió la mirada y cambió el tema de inmediato. “¿Acaso alguien me prometió algo antes de la cena?”
Habiendo preguntado, se levantó para evitar tener contacto visual con ella. Durante un breve instante Candy se veía confundida antes de exclamar, dándose un golpecito en la frente, “¡Casi lo olvido! Te prometí ayudarte a buscar tu navaja. Ahora, dime, ¿cuándo fue la ultima vez que la usaste?”
Sorpresivamente, Albert se alejó de ella, levantando ambos hombros, “No te preocupes. Ya se está haciendo tarde, y podrías ayudarme mañana.”
Él no quería que ella lo ayudara en caso de que encontrara los viejos periódicos debajo de la litera. Había planeado mostrárselos un día, pero mientras más tarde fuera mejor. Al verlo desaparecer en el baño, ella tenía sentimientos encontrados. Por un lado, se sintió mal de no cumplir su promesa, pero por otro lado, quería que él supiera que a ella no le incomodaba su barba. De hecho, secretamente deseaba tocar su quijada para sentirla.
Esa noche, a pesar de estar exhausta, le costó mucho trabajo quedarse dormida. Tenía tantas cosas en la cabeza, que pasó mucho tiempo orando por la salud del Tío William y deseaba tener la oportunidad de reunirse con él al menos una vez en su vida. Una vez más, se sintió terrible por haberse olvidado totalmente de su padre legal, quien había sido tan amable y generoso con ella. Para ese momento, pudo escuchar la respiración rítmica y relajada de su compañero de cuarto, y recordó la descripción que Anna había hecho cuando lo conoció por primera vez.
Cuando conocí al Príncipe de la Colina por primera vez, también me gustó mucho, así que a eso es a lo que Anna se refiere como “amor a primera vista”. Años después, casi pensé que Anthony era mi príncipe, pero aunque después de saber que no eran la misma persona, aun así lo amé. Entonces Terry… por un momento creí que se parecía a Anthony, pero de hecho era totalmente opuesto a él… me pregunto cómo estará Terry. ¿Será feliz con Susanna?
Candy había estado luchando para no pensar en Terry desde su separación. Ahora que su imagen apareció en su mente, se sintió triste, pero no tan deprimida como solía sentirse. El tiempo indudablemente tenía un extraño poder para sanar las penas. Lo más importante, Candy estaba absolutamente segura de que su decisión de dejarlo había sido correcta.
Era interesante, ahora que pensaba acerca de sus amores, repentinamente se dio cuenta de que todos podían remontarse a la imagen impresa del Príncipe de la Colina. Querido Príncipe de la Colina, debes estar en tus veintes ya. Me pregunto dónde y cómo estarás. Si todavía tocas la gaita. ¿Estarás felizmente casado? ¡Cómo desearía poder escuchar tu dulce voz y volver a ver tu tierna sonrisa!
Cuando Candy estaba hablando sonriente con su príncipe, el presentimiento de Anna acerca de los sentimientos de Albert regresó a su mente. Entonces Albert, ¿te has enamorado de alguien? ¿Por qué me lo ocultas? ¿Tiene algo que ver con la tonta promesa que me hiciste?
Recordando su promesa de esperar hasta que ella se casara, se sintió un poco avergonzada por haber sido tan egoísta. Después de todo, Albert y ella ni siquiera tenían parentesco. Como él dijo, debió tener una buena razón en el pasado para dejarme. Como buena amiga, debería estar feliz de saber que encontró a su verdadero amor en la vida.
Indudablemente Candy se sintió celosa de esa persona imaginaria, pero al mismo tiempo intentó convencerse de que debería estar feliz por Albert, aunque fuera descorazonador. Albert, mi querido hermano y mi mejor amigo, no quiero que te vayas…
Entonces recordó que la Señorita Pony y la Hermana María siempre le enseñaron a no enfocarse únicamente en sus propios intereses, sino en los intereses de los demás. Desafortunadamente, no importaba cuanto intentara sentirse feliz por Albert, su inminente partida solo traía lágrimas. Por lo tanto, lloró hasta quedarse dormida una noche más.
=o=o=o=
La mañana siguiente, despertó temprano con el trinar de los pájaros. Era otro día maravilloso, y ya podía percibir el aroma del desayuno proveniente de la cocina. Rápidamente se aseó y se vistió.
“Hola, Albert. ¡Buenos Días! ¡Es muy lindo de tu parte prepararme el desayuno casi todas las mañanas!” Exclamó encantada. “¡No me consientas así, o nunca seré independiente!”
“Buenos días, Candy,” contestó él. “¿Por qué? ¿Acaso estás pensando en deshacerte de este pirata para ser más independiente?” terminó su pregunta con un guiño, su barba un poco más espesa esta mañana.
“Oh, no. ¿Por qué lo haría?” respondió, negando con la cabeza mientras reía. Entonces lo ayudo en la cocina para terminar de preparar el desayuno.
Después de desayunar, tomaron caminos distintos para ir a trabajar. Aun tenía algo de tiempo antes de empezar su turno, y decidió comprarle una navaja nueva a su compañero. Aunque no le importaba verlo con barba, él se había quejado vehementemente de ella, diciendo que ya era intolerable. Mientras buscaba un lugar que vendiera navajas, encontró una venta de fin de temporada, y varias pijamas para caballero se encontraban en ella. Pensó, qué mal que sólo los modelos para caballero estén a la venta, pero miraré de cualquier modo.
Pronto encontró un modelo de rayas verticales, y se vendían al dos por uno, lo que significaba que podría obtener dos de ellas por el precio de una. Con un plan siniestro formándose en su cabeza, pensó traviesamente, Albert es rara vez exigente con la ropa, seguramente estas le gustarán, ¡así que le sorprenderé con esto!
Más tarde esa noche cuando regresó del trabajo, encontró a Albert buscando en esta ocasión su navaja en la recámara. Él la escuchó entrar, y le dijo sin voltear a verla, “La cena está casi lista, Candy, pero sabes, empiezo a desesperarme. Debo encontrar mi navaja ahora.”
Ella se le acercó y comentó, “Albert, mira lo que te compré hoy.”
¿Ella me compró algo? Instantáneamente dejó de buscar y salió de la recámara. Ella se detuvo frente a él, con una navaja nueva en la palma de su mano. Él la observó, anonadado. Esto era totalmente inesperado, y sólo pudo parpadear, momentáneamente sin palabras. Entonces ella le explicó con una sonrisa, “Albert, esto es para agradecerte por cocinar para mi casi todos los días.”
Él se sonrojó. “Tú sabes que disfruto cocinar, Candy, y no deberías haber gastado tu dinero en esto,” le dijo, con una sonrisa de agradecimiento en los labios.
“Ciertamente mereces un regalo de tu hermana,” contestó, guiñando un ojo, así que tomó una de sus manos y puso la navaja en ella, cerrándola después. El miró hacia abajo, observando el obsequio durante algunos segundos. La manera en que impacientemente tocó su barba con la otra mano, delató sus ansias de deshacerse de ella. Entonces levantó la mirada, y con una sincera sonrisa, le agradeció.
“De nada, Albert,” le respondió con un brillo en la mirada.
“¿Qué más hay en tu bolsa, Candy? Le preguntó con curiosidad.
“Oh, eso”, ella murmuró, levantando la bolsa con la mano. “Te lo mostraré después de la cena. Ten un poco de paciencia. Ahora, ¡ve y rasúrate!” lo instó riendo ligeramente.
Albert estaba más que complacido de obedecer, pero cuando se giró Candy lo tomó del brazo y lo detuvo. “Albert, podría tocarla antes de que te rasures?” Candy le preguntó, con un semblante inocente, casi infantil.
Instantáneamente frunció el ceño. Después de todo, él sólo estaba pretendiendo ser su hermano. Me pregunto si esto será apropiado… ¿se dará cuenta de lo que me está pidiendo?
Ya que no pudo encontrar una excusa suficientemente válida para declinar su petición, se preparó y se agachó un poco para que ella pudiera tocar su quijada fácilmente. Tal como lo esperaba, cuando sus suaves dedos acariciaron a lo largo de su quijada, se estremeció ante la sensación que le provocó. Su rostro estaba a tan solo unos centímetros del suyo, y su mirada inadvertidamente se posó en sus deliciosos labios. Ella es tan adorable, parada junto a mí, podría besarla si tan solo la acercara un poco.
Sintiéndose arrepentido, desvió la mirada y se trajo de vuelta a la realidad. Para evitar que perdiera el control, tomó la mano que lo estaba tocando, mirándola directamente a los ojos. Ella se quedó sin aliento ante la brusca reacción, abriendo ampliamente los ojos en shock. Por un largo momento, el silencio invadió la habitación. Al ver su reacción, él se dio cuenta de que la había asustado, entonces, una brillante idea se le ocurrió. “El malvado pirata, el Capitán Garfio, ¡ha secuestrado exitosamente a Wendy Darling!” comentó Albert, pronunciando cada palabra como si estuviera narrando la historia [1].
Ella soltó una carcajada, y se relajó en el instante en que él la soltó de la mano. Entonces, él continuó, con una tierna sonrisa en el rostro, “Ahora Wendy, solo necesitas esperar a que Peter Pan llegue a rescatarte.”
Sin demorarse más, se escabulló al baño. Si ella no lo conociera, pensaría que estaba huyendo de ella. En ese momento, pudo oler algo delicioso proveniente de la cocina, así que sintió curiosidad por lo que Albert había preparado para cenar esa noche. Cuando iba a retirar la tapa de la olla en ebullición, escuchó que la puerta del baño se abrió. Se giró inmediatamente, y él salió viéndose atractivo y joven de nuevo. Entonces se acercó a ella e hizo una reverencia como si estuviera a punto de invitarla a bailar, preguntándole con una amplia sonrisa, “Wendy, Peter Pan ha venido a rescatarte. ¿Estás lista para volar con él?” Cuando estaba en el baño, había decidido continuar con su juego con ella como una manera de agradecer el gesto que ella había tenido al comprarle una navaja nueva.
Ella no lo esperaba, y sin embargo le dio la mano, pero más que bailar, él la levantó y la giró en el aire, riendo de corazón. Aunque en el fondo de su corazón se sintió decepcionada por no estar bailando realmente con él, recordó con cariño su inesperado rencuentro en Londres. En aquel entonces ambos estaban tan emocionados de haberse encontrado nuevamente, que también la había hecho girar en el aire justo como lo hacía ahora [2]. Ella explotó en un ataque de risa, pero pronto notó la sonrisa infantil en su rostro, ¡podía jurar que vio a Anthony en él! ¡Albert y Anthony tienen la misma sonrisa!
Entonces, él se detuvo lentamente, colocándola en el suelo con cuidado, sosteniéndola mientras ambos dejaban de sentirse mareados. Aun jadeando un poco, le dijo, “Lo siento, Candy, espero que no te hayas mareado demasiado.”
Cuando ella le sonrió dulcemente en respuesta, él le agradeció seriamente, “¡Gracias de nuevo por la navaja! ¡No sabes lo aliviado que me siento!” Su aspecto fresco y sus luminosos ojos azules la dejaron estupefacta. Incluso sus ojos tienen el mismo tono de azul,¡ justo como el cielo de la mañana!
Albert sin duda era muy apuesto, pero antes no se le había ocurrido a Candy que él y Anthony se parecieran. ¡Incluso tienen el mismo tono de cabello! ¡Qué coincidencia! ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
Sus complicados pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Albert que la llamaba desde la cocina, “Candy, ¿podrías por favor venir y ayudarme a terminar la cena?” Así que se dirigió a la cocina de inmediato.
Después de la cena, le mostró las pijamas a su compañero, quien difícilmente podía creer que Candy le hubiera comprado dos obsequios el mismo día. “Candy, sabes que estamos muy justos con el dinero, y no deberías haberlas comprado. Tengo suficientes pijamas,” la reprendió ligeramente aunque por dentro estaba sumamente conmovido.
“Bueno, sé que tus pijamas ya se han desgastado un poco, y estas tenían descuento. ¿Te gustaría probártelas ahora? Espero haberte comprado la talla correcta,” le decía con una sonrisa encantadora en su hermoso rostro.
“Si eso es lo que quieres”, le hizo caso a su sugerencia. La abrazó brevemente para mostrarle su gratitud antes de introducirse en el baño. Unos minutos después, se cambió, y ella estaba complacida de ver que le quedaban perfectamente. Es tiempo de sorprenderlo, pensó ella traviesamente.
Entonces, ella también se cambió en el baño y se puso el otro par de pijamas. Los pantalones estaban tan largos que tuvo que hacerles un gran dobladillo para poder caminar, pero se dejó las mangas largas. Cuando apareció frente a Albert más tarde en la recámara, él estaba literalmente en shock, y los ojos casi se le salen. “Candy, ¿por qué compraste el mismo estilo para ti?” farfulló.
Candy apenas podía contener su emoción al ver la reacción de Albert. Entonces le explicó que sólo los modelos para caballero estaban de oferta, y que ese estilo en particular estaba al dos por uno. Desafortunadamente, aun la talla más pequeña le quedaba demasiado grande, y las mangas eran muy largas. Ahora que se veía a ella misma, admitía que la hacían verse torpe. En ese momento, su compañero de cuarto no pudo evitarse reírse y cuando finalmente pudo controlarse, negó con la cabeza y riendo le dijo, “Tonta Candy. Esto es demasiado grande para ti. Después de todo, tu figura es mucho más pequeña que la mía.”
Había comprado la talla grande para él, pero nunca pensó que sería así de grande comparado con ella. Sus observaciones casuales se registraron de manera gradual en su mente, y al final cayó en la cuenta de que estaba viviendo con un hombre de cuerpo masculino, y ¡que habían estado compartiendo la misma recámara durante meses! Conociendo bien la anatomía humana como enfermera, su rostro enrojeció de inmediato y se apresuró hacia el baño encerrándose ahí.
Ignorando sus pensamientos, al ver su reacción, Albert temió haber herido de algún modo sus sentimientos, por lo que la siguió hacia el baño y se disculpó a través de la puerta, “Candy, siento mucho haber sido tan malo. Sólo estaba siendo honesto. Por favor, perdóname.”
Esperó un momento, pero ella permanecía en silencio, por lo que agregó, “Gracias por los regalos de hoy, me gustaron mucho.” Al escuchar su disculpa desde el otro lado de la puerta, se sintió aún más avergonzada, y su corazón latía con un ritmo alocado. Cerró los ojos y se forzó a inhalar profundamente. Entonces, él volvió a hablar, “Por lo menos los que me compraste me quedan perfectamente.”
Ya que no le respondía, él suspiró y se alejó en silencio. Ella supuso que él se había ido a la recámara, y dejó salir otro profundo suspiro. He estado viviendo con él ya un poco más de medio año, pretendiendo ser hermano y hermana. Él se ha comportado siempre como un caballero, y jamás hemos hecho algo inapropiado. Confío en él y no dudo de él. Oh Dios… ¿qué estoy pensando ahora? Nunca pensó que su pequeña travesura tuviera este tremendo efecto en ella, por lo que se lavó la cara con agua fría, lo que la ayudó a calmarse significativamente.
No pasó mucho tiempo, cuando se levantó y dobló sus mangas. Cuando ingresó en la recamara, él se sentó en su cama, sacó las piernas y se levantó, sinceramente pidiendo disculpas de nuevo. Observando su alta figura, ella pensó, sí, él es mucho más alto y fuerte que yo.
Candy entonces habló evitando mirarlo a los ojos, “Está bien. Sólo se trataba de una tonta broma. Ahora, buenas noches, mi ¡gran hermano!” Intencionalmente ella había hecho énfasis en las últimas dos palabras.
Él estaba sumamente perplejo, la observó subir a su cama en la litera, y gentilmente la tomó por el codo preguntándole seriamente, “Candy, ¿sigues enojada conmigo?”
Pero en cuanto sintió su mano tocarla, se tensó y se sacudió involuntariamente. Pudo girarse y negar con la cabeza para responder a su pregunta. Al mismo tiempo, ella no podía entender por qué su contacto inocente enviaría un escalofrío a lo largo de su espina dorsal. Se cubrió con la manta, volteando hacia la pared. Su corazón latía alocado nuevamente. ¿Qué me pasó esta noche?
Su comportamiento extraño iba más allá de su comprensión; estaba más que enfadada y hosca, como si estuviera agitada o algo. Sin embargo, decidió dejarla en paz, por el momento, así que murmuró, “Buenas noches, hermanita. Gracias nuevamente por los regalos.”
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Notas:
[1] “Peter y Wendy”, publicada en 1911, es la novela de J. M. Barrie de su obra más famosa “Peter Pan”, que debutó en Londres el 27 de Diciembre de 1904. Una producción de Broadway se montó posteriormente en 1905. Así que asumo que Albert y Candy habrían escuchado acerca de esta historia.
[2] Sin duda Albert giró a Candy durante su inesperado reencuentro en Londres en Candy Candy Final Story, publicada por Mizuki.
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